Por la mañana sesionaron, sucesivamente, el Buró Político del PCC y el Consejo de Estado. Por la tarde se reunió el sexto pleno del Comité Central partidario y el discurso de Raúl fue transmitido por el telediario nocturno, mostrando así una celeridad desacostumbrada en la operación de esos órganos.
Fidel Castro, ausente de la vida pública por enfermedad hace 21 meses, aún es primer secretario del PCC, pero no se supo que hubiese mandado algún mensaje al Buró Político o al pleno y tampoco se conoció que le hubieran consultado alguna de las decisiones.
Los acuerdos del partido único apuntan a la reorganización operativa de la vida política del país y a la extinción del ciclo de más de cuatro décadas en el que Fidel fue el líder indiscutible. La intensa actividad del 28 de abril traza la imagen de un cambio de época, con el paso de la dirigencia unipersonal al predominio de las instituciones encabezadas por el PCC, “fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”, según la Constitución.
Si la forma en política es fondo, Raúl argumentó con su estilo: fue al Comité Central de guayabera, no de uniforme militar; su intervención final fue la lectura de un texto en sólo veinte minutos, no una de las extensas improvisaciones que acostumbraba su hermano mayor, cuyo asiento quedó vacío en la plenaria; y la última de las tres sesiones de alto nivel de la jornada terminó al caer la noche, no se extendió de madrugada, como era una tradición.
El contraste de la nueva situación no es sólo con el liderazgo de Fidel, sino también con el peculiar esquema que surgió el 31 de julio de 2006, cuando estalló su crisis de salud y siguieron un interinato y luego el mandato de Raúl, en los cuales el hermano mayor mantenía un margen de actividad política y llegó a publicar artículos que polemizaban con el curso del gobierno.
Raúl dijo al Comité Central que los acuerdos del lunes “dan fin a la etapa de provisionalidad” que va desde la proclama de Fidel de aquel 31 de julio, cediendo el ejercicio de sus funciones, hasta el mensaje del 19 de febrero último, renunciando a una nueva relección como jefe de Estado, cuando “nos expresó su propósito de ser sólo un soldado de las ideas”.
Esa definición de fin de ciclo sugiere la confirmación de que Raúl no tiene más poderes delegados, como estableció la proclama, sino que ejerce su autoridad por sus propios cargos, muy claramente en el caso de la jefatura de Estado, que conlleva la jefatura de gobierno y el mando supremo militar.
En ausencia del primer secretario, Raúl apareció como el líder efectivo, en su posición de segundo secretario del PCC.
El presidente dijo que durante la “provisionalidad” trabajó “colegiadamente” con el equipo designado por Fidel para tareas específicas (José Ramón Balaguer, ministro de Salud; José Ramón Machado Ventura, actual vicepresidente primero; Esteban Lazo, a cargo de asuntos ideológicos y culturales en el PCC; Carlos Lage, jefe operativo del gabinete ministerial; Francisco Soberón, presidente del Banco Central y el canciller Felipe Pérez Roque).
Concluida la vigencia de ese grupo, el Comité Central constituyó una comisión de miembros del Buró Político, integrada por Raúl, Machado, Lazo, Lage, Juan Almeida, comandante de la revolución y los generales y ministros del Interior, Abelardo Colomé y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Julio Casas, que será una especie de estado mayor político para la “toma de decisiones que requieran un rápido tratamiento y al mismo tiempo permita una evaluación colectiva”, según un comunicado oficial.
Ese equipo es exactamente la plana mayor del Consejo de Estado: el presidente, el primer vicepresidente y los restantes cinco vicepresidentes, con lo cual el mando de la operación política y militar y del aparato institucional y de gobierno se fusiona en un pequeño núcleo de veteranos de la Sierra Maestra, casi todos septuagenarios, junto con dos personajes que emergen como la bisagra generacional: Lazo, de 64 años y Lage, de 56.
La composición del grupo, junto con la designación en la víspera de José Ramón Fernández, de 85 años, como superministro de Educación, dentro de una dirigencia de discurso reformista, confirma la señal de que la generación histórica se propone agotar sus esfuerzos en el liderazgo activo para enmendar el sistema sin perder la idea esencial de justicia social, pero al mismo tiempo muestra que esa tarea no dispone de mucho tiempo.
El Comité Central eligió a tres nuevos miembros del Buró Político, la máxima instancia ejecutiva del PCC, que también son integrantes del Consejo de Estado: el comandante de la revolución Ramiro Valdés, fundador de los órganos de inteligencia y seguridad, ex vicepresidente y ex ministro del Interior, ahora titular de la poderosa cartera de la Informática y las Comunicaciones; el general de Cuerpo de Ejército Alvaro López Miera, jefe del Estado Mayor General de las FAR y Salvador Valdés Mesa, secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (federación sindical única).
Su promoción al Buró Político, sumada a sus cargos actuales, devuelven a Valdés a la primera línea del poder, de la que estuvo ausente dos décadas. La designación de López Miera es parte de la regla no escrita de que en esa instancia permanezca un número de generales en activo, que con el nuevo miembro llegan a cinco (Casas, Colomé y los jefes, respectivamente, del mando oriental y occidental, Ramón Espinosa y Leopoldo Cintra).
Valdés ocupa en el Buró el lugar que corresponde ex officio al líder de los sindicatos, una posición que tenía el actual embajador en Angola, Pedro Ross, de quien no se sabe, sin embargo, que haya sido relevado de su asiento.
Esos movimientos ponen fin a la indefinición surgida por las vacantes que se abrieron en el Buró Político electo en el quinto congreso del PCC (1997), por tres destituciones (el ex canciller Roberto Robaina, el ex ministro de Industria Básica, Marcos Portal y Juan Carlos Robinson) y el fallecimiento de Alfredo Jordán, ex ministro de Agricultura.
Hasta ahora, sólo la vacante de Robaina había sido cubierta, con Miguel Díaz-Canel, primer secretario del PCC en la provincia oriental de Holguín.
El Comité Central también creó siete comisiones permanentes para la elaboración de política en ideología y cultura; economía; agroalimentación; importaciones y exportaciones; educación, ciencia y deportes; salud y relaciones internacionales, que estarán encabezadas por integrantes del Secretariado (órgano operativo).
Bajo este nuevo esquema, la jerarquía política está encabezada por el Buró Político, con el grupo de siete dirigentes como núcleo principal, seguido por el Secretariado y las comisiones permanentes. Debajo de esa estructura quedará el gabinete ministerial, cuya composición será definida a fines de este año.
Nota de Gerardo Arreola, La Jornada, 30 de abril.
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