Una relación más desventajosa la tienen los países centroamericanos que, en su conjunto, aportan apenas 0.3 por ciento de los GEI, pero se ha convertido en una de las zonas más vulnerables del mundo.
Entre 1930 y 2008, se registraron ahí 248 “eventos extremos” asociados a factores climáticos. Además, los huracanes podrían aumentar hasta 10 por ciento respecto de las últimas cuatro décadas, advirtió la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
“En Centroamérica ponemos los muertos y los desaparecidos, mientras que aquí (cumbre del cambio climático) siguen las negociaciones sin sentido. Los efectos del calentamiento son ya un asunto de gobernabilidad”, advirtió el ministro de Medio Ambiente de Guatemala, Luis Ferrati, durante la presentación del informe 2010 de la Cepal, acerca de la economía y el cambio climático.
La tragedia de Centroamérica podría compararse –con las proporciones guardadas de territorio y población– a la grave situación que viven las islas del Pacifico y Bangladesh, cuya delegación distribuyó en gorras con la leyenda “Worst victim of climate change” (La peor víctima del cambio climático).
Los países en desarrollo luchan y se las ingenian –mediante variadas herramientas– para mostrar al mundo los niveles de peligro y desesperación en que se encuentran, así como la necesidad de recibir financiamiento, pero sobre todo que las potencias disminuyan la emisión de gases.
La Cepal advirtió que ante el aumento en la frecuencia e intensidad de los fenómenos naturales los recursos que se necesitan constituyen ya un “pasivo público contingente que afectará las finanzas públicas por generaciones”, en particular en Centroamérica.
La Cepal precisó que los huracanes, inundaciones y sequías costarán cada año a América Latina el uno por ciento del PIB, esto es, más de lo que los países gastan, por ejemplo, en investigación y desarrollo.
Con una proyección para los siguientes 90 años, el costo acumulado –debido a los efectos del calentamiento global– será de por lo menos 73 mil millones de dólares (más de la mitad del PIB centroamericano de 2008).
Belice, por ejemplo, podría acumular para fines de siglo pérdidas equivalentes al total de su PIB. En tanto, las tierras degradadas en Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay y Perú estarían entre 22 y 62 por ciento de su territorio.
“Posiblemente estemos subestimando el valor de las pérdidas. En los cálculos para América Latina hay un escenario malo y uno peor”, lamentó José Luis Samaniego, director de la División de Desarrollo Sostenible de la Cepal.
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