Primero el trabajo y después la escuela

RÍO FLORIDO, Zac.— “En abril vengo a trabajar en las plantaciones (de chile), pero los patrones ora no me han querido contratar. Mi tía dice que a lo mejor luego me dan trabajo, si no hasta que llegue la pizca (julio)”, son de las pocas oraciones que difícilmente se le arrancan a María Luisa Mixu, una niña indígena de la sierra de Chalchihuitillo, en Mezquital, Durango.

Eso sí, la menor de 11 años tiene muy claro que en estos meses es cuando muchas familias completas de tepehuanes emigran a trabajar a esta comunidad del municipio de Fresnillo, así como a distintos lugares de Zacatecas u otras entidades del norte del país.

Cuenta que desde hace cinco años su madre las abandonó a ella y a sus hermanas Goya y Fernanda, de 10 y 13 años, respectivamente.

Desde entonces, las pequeñas se van a los campos agrícolas a ganar dinero que comparten con sus tíos, quienes les dan alojamiento. Otra parte se la entregan a su padre y a la mujer de éste, cuando retornan a su casa.

María Luisa menciona que una de sus hermanas se fue en un grupo a otros campos y la otra se quedó en Chalchihuitillo.

Como se lo ha inculcado su etnia, primero está el trabajo y después el estudio. Por un momento clava su mirada en el piso. Sonríe mientras se cubre el rostro con una de sus manos y refiere que le gustaría mucho estudiar para maestra.

De inmediato su rostro vuelve a quedar serio cuando se le cuestiona cómo le hace para estudiar y trabajar en esta temporada.

Escueta, refiere que pide permiso. De regreso, “a veces”, le dan su calificación. Con estas cuantas palabras se aclara por qué apenas cursa el cuarto grado de primaria.

A María Luisa lo que más le preocupa ahora es que los agricultores fresnillenses de esta zona chilera no siembren todas sus parcelas, pues existe la versión de que debido a los siniestros del año pasado, no cultivarán todos sus predios.

“Yo a eso vine, a trabajar”, dice. Sabe que si no hay empleo, las cuadrillas seguirán con los recorridos en otros estados o tendría que regresar a su tierra sin dinero, a esperar que llegue el tiempo de la cosecha.

Nota de irma Mejía, El Universal, 28 de abril.



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