Se espera que el general hable en la ceremonia, en el mismo escenario del antiguo cuartel Moncada, que en 1953 fue blanco de la revolución emprendida por Fidel contra Fulgencio Batista.
Una enorme foto de Castro sobresale en la explanada desde donde se transmitirá el acto, antecedido por carnavales en esa ciudad y en La Habana, y fiestas en el resto de la isla.
Después de una ceremonia similar, hace dos años Fidel fue sorprendido por una afección gastrointestinal que lo mantuvo entre la vida y la muerte, y lo obligó a renunciar en febrero pasado a otra reelección.
Desde entonces no ha vuelto a vestir su uniforme verde olivo ni hablar en público, aunque expertos aseguran que sigue diciendo la última palabra de lo que se hace en Cuba, pese a que el rumbo del país “cada vez tiene que ver menos con su estilo de mando”.
En Washington se dice que es “el comienzo del fin”, el exilio de Miami prepara hasta una brigada médica para trasladarse a la isla “cuando llegue el momento”, mientras las embajadas acreditadas en La Habana afinan el olfato para alertar a sus gobiernos “del rumbo que tomará el país”.
Mientras, los cubanos de a pie esperan que los “cambios estructurales” anunciados por Raúl se traduzcan en mejoras en sus condiciones de vida, los más jóvenes prefireren colmar las playas o irse de pachanga o a los carnavales.
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