Sin sus piezas de cambio más valiosas —Íngrid y los tres contratistas estadounidenses—, sin capacidad de presión ya para que el mundo las reconozca con fuerza beligerante y en la soledad política más absoluta tras el alejamiento de Hugo Chávez, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) no pararon en estos años de acumular derrotas, políticas y militares.
En lo militar, este año la guerrilla se quedó sin sus tres principales líderes, uno de los cuales, Raúl Reyes, era el más lanzado a la hora de hablar de nuevas negociaciones, acuerdos humanitarios o contactos con los gobiernos extranjeros. No en vano sus computadoras aún escupen información que el gobierno del presidente Álvaro Uribe va gastando a la medida de sus necesidades.
A las derrotas en distintas acciones de las Fuerzas Armadas se sumaron los miles de deserciones de sus filas, sin olvidar traiciones delaciones y otros elementos que completan el perfil de su grave situación. Alfredo Rangel, de la Fundación Seguridad y Democracia, estima que los que abandonaron las filas de la guerrilla superan los 6 mil en los últimos años, los que junto a los caídos y detenidos dejan al grupo insurgente más longevo de América Latina con menos de 7 mil efectivos, de los 16 mil que tenía en 2001.
Si desde el fracaso de las negociaciones en San Vicente del Caguán era evidente la derrota política de las FARC, en lo estrictamente militar mostraron todos los signos de desmoralización, división y debilitamiento posibles. La prueba más contundente está en cómo se desarrolló la operación Jaque y sus resultados. El secretariado de las FARC no tenía control sobre los secuestrados “VIP”, esos que eran más valiosos a la hora de negociar.
Un informe de inteligencia militar, dado a conocer en días pasados por el Ejército, precisa que la guerrilla sufre de “un grave problema de comunicación interno” ya que “cada frente refleja los distintos puntos de vista que han asumido en los tres últimos meses”.
“Es claro que cada uno está pensando y actuando diferente y esto fractura el mando de la organización”, sostiene el informe.
Según el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, “están resquebrajadas, debilitadas, con serios problemas de logística, de comando, de control y de comunicaciones”.
Y eso es algo que había quedado ya en evidencia durante la liberación de los diputados y de Clara Rojas y su hijo Emmanuel.
Las FARC habían anunciado la inminente liberación del menor, pero éste llevaba meses en un orfanato en Bogotá.
Aún con semejante parte de guerra, algunos observadores se muestran renuentes a creer que el final de la guerra esté cerca. No obstante, de avanzar la posibilidad de que Alfonso Cano, el nuevo líder de las FARC, avance en la disposición a una negociación, tal como se reveló en las últimas horas, para un acuerdo humanitario y para posibles acuerdos de paz, podría ser la prueba de que no tiene otra salida para salir de semejante acorralamiento político y militar.
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