Como que hubo un discernimiento maldito: es mejor que se vaya a que siga aquí, consideró.
Es una vergüenza que el Estado mexicano no tenga la capacidad ni la cultura para adoptar medidas cautelares a fin de cuidar a los defensores de los derechos humanos. Esto es algo sistemático; ha venido ocurriendo en esta decena trágica de gobiernos del PAN y al gobierno le conviene que los activistas se vayan, pero ¿se van a ir todos?, cuestionó.
no es lo que debe ocurrir, no es lo correcto, pero es indispensable, pues es un asunto de vida o muerte, dijo.
Es algo sumamente grave desde la perspectiva de los derechos humanos en cuanto a defensores. Es un mensaje de que (los defensores) estamos equiparados totalmente a las víctimas; es muy grave lo que pasa, porque, ¿entonces qué, se irán todos los que de alguna manera tienen compromiso con los migrantes? Qué bueno que nuestro hermano Solalinde con su profetismo pueda encontrar apoyo para sobrevivir y regresar.
Muy conveniente. Es un asunto de vida o muerte, lo que le ocurre significa la persecución y la amenaza de exterminio. Nos da mucha tristeza, nos llena de indignación, es un mensaje muy claro, es el modelo de eliminar a defensores. No nos gusta que se vaya, no es solución porque no hay justicia; entonces cada vez que alguien sea amenazado tiene que escaparse de país. Es un plan con maña, un plan sofisticado y hay mucha gente del poder que le gustó mucho que se fuera. Aseguró que por los hechos se comprueba que el Estado
carece de sensibilidad, condición y eficacia en la cuestión de los derechos humanos, porque si esto le hacen a un defensor, ¿qué no harán a las víctimas?
No va por ahí. Hay una tristeza y una indignación con un compañero sacerdote que vislumbramos en él a un profeta y el profeta no puede estar fuera de su tierra.
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