Pintan apoyo de amarillo...

La noche en la plancha del Primer Cuadro transcurrió como una jornada de cine al aire libre.

En el sitio se colocaron dos pantallas para seguir el debate entre presidenciables y a la cita llegaron sólo mil 500 asistentes.

Bajo una leve lluvia y un viento que levantó decenas de cometas, brillaron por su ausencia seguidores de Enrique Peña Nieto, Josefina Vázquez Mota o de Gabriel Quadri.

La plaza estaba tomada por aquella que el priista Roberto Madrazo definió hace seis años como "La fiebre amarilla".

De principio a fin, la mención de su nombre era la señal para lanzar una porra, aplaudir, gritar vivas y corear su segundo apellido: "Obrador, Obrador".

Y ante las pantallas corrieron entre manos tamales, atole, banderas amarillas y blancas; pero no faltaron las caguamas y los carrujos de mariguana, "a la salud de Andrés Manuel".

La olla que guardaba más tamales era de un grupo identificado como G-7, el cual integra a siete organizaciones perredistas y del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), con sede en la Cuauhtémoc.

El olor de las rajas y la salsa verde llamó a los cercanos y a los ajenos, pero no todos se anotaron el lunch gratuito, tenían que responder la pregunta clave:
"¿Con quién vienes?, ¿de qué organización eres?", preguntaban los traficantes de tamales y atole.

En el sur, en Coyoacán, la fiebre amarilla se repitió con 500 fieles al tabasqueño que se dieron cita en el Jardín Hidalgo.

Entre ellos el dirigente del PRD capitalino, Manuel Oropeza; la candidata de ese partido a la Jefatura Delegacional en Benito Juárez, Leticia Varela, y el diputado local perredista Alejandro Sánchez Camacho, quienes mostraron entusiasmo en cada una de las intervenciones de su candidato a la presidencia.

Y después de tanto pelear por debate o futbol, en restaurantes y cantinas del Centro no hubo debate, ni fútbol... ni gente.

El legendario restaurante "El Danubio", permaneció con las pantallas apagadas que los meseros, los únicos en el lugar, no quisieron iluminar con imágenes de políticos peleándose ni de jugadores corriendo por la cancha del Estadio Morelos.

"Estos políticos no ahuyentan sólo mejoras verdaderas, sino hasta comensales que a esta hora tienen abarrotadas las mesas", reprochó uno de los meseros.

"No le pongan al debate, déjenos terminar nuestra cena en paz", se escuchó en una mesa del restaurante Centro Castellano, que los domingos a las 20:00 horas tiene casa llena y que hoy sólo atiende a un apolítico que no se acaba su plato de arroz.

En las cantinas, donde a veces se canta por amor o se toma por dolor, nadie los escucha.

En El Rincón Leonés, Raúl, quien le va al América, prefiere ver la disputa Tigres-Monarcas.

"Nada pueden decir que me sorprenda, pinches Tigres, son como patada en los... riñones, pero es menos dolorosa que la patada en el hígado cada que oigo 'Vota por mí, yo soy el bueno'".

En un restaurante de comida japonesa en una plaza comercial sobre Paseo de la Reforma se escuchó
- ¿Ordenan ya, señoritas?

- Sí, para estar ad hoc con el debate, tráigame una orden de "más de lo mismo', esos rollos de sushi.


 

Así lo dijeron
 
"Estos políticos no ahuyentan sólo mejoras verdaderas, sino hasta comensales que a esta hora tienen abarrotadas las mesas, pidiendo camarones o pastas, y que ahora decidieron comer en casa para no hacer corajes".

Mesero en el restaurante
"El Danubio".

 
 
 
"Ojalá que eso creara empleos y terminara con la inseguridad, no como ese que tenía las manos limpias y que por conservarlas así no las movió para trabajar por el País".

Comensal en restaurante de Paseo de la Reforma.


Ruth Muñiz, Luis Fernando Reyes y Alberto Acosta, Reforma, 7 de mayo.

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