La frustración de los indocumentados

FILADELFIA, Pennsylvania.— La frontera la marca el Restaurante La Lupe y algunas taquerías que ofrecen barbacoa de chivo en domingo. Son los límites del “corazón de México” sobre la calle 9 de Filadelfia. Un espacio de inmigrantes de piel oscura, de “ilegales”, de marginados, de “mil usos”, de indómitos hispanoparlantes que carecen de ciudadanía y derechos para participar en un proceso electoral histórico en Estados Unidos.


“Siento frustración y me gustaría votar por el candidato que puede sacarnos de las sombras (a más de 12 millones). Pero no tengo papeles y no soy ciudadano”, dice entre resabios de amargura, Juan Carlos Romero, un inmigrante del Distrito Federal, un frustrado ingeniero del Poli de la zona de Iztapalapa.


Hace cinco años, Juan Carlos llegó a Filadelfia para trabajar de lavaplatos y hoy es el copropietario de un pequeño restaurante de tacos que resplandece entre luces de neón y aromas intensos sobre la calle 9.


“Si pudiera votar, lo haría por Hillary. Creo que ella es muy inteligente. Y además ha dicho que, en caso de llegar a la Presidencia, nos ayudará a regularizar nuestra situación”, dice Romero. Hace una década, la intersección de la calle 9 y la avenida Passyunk, marcaban los límites del barrio italiano al sur de Filadelfia. Hoy, el barrio italiano se ha mexicanizado con la aparición de pequeñas tiendas, taquerías, restaurantes y agencias para enviar dinero a México y a Latinoamérica.


“Poco a poco la población de mexicanos que han llegado de Puebla, Veracruz y el DF ha cambiado el paisaje en un barrio donde muchos inmigrantes vienen a comer o a hacer sus compras”, dice Pablo Benito, un inmigrante de San Andrés, Puebla.


Benito, un antiguo soldado del Ejército mexicano, llegó a Estados Unidos hace 10 años. Hoy, es propietario de una pequeña tienda de comestibles y alquila películas mexicanas. “Poco a poco nos hemos levantado. Pagamos impuestos, nuestros tres hijos crecieron aquí. Pero aún no somos ciudadanos”, relata Benito mientras hace un rápido corte de caja, en una tienda que adornan piñatas y tapizan una multicolor colección de tarjetas de larga distancia.

“Si yo pudiera votar —dice Benito mientras deja escapar un suspiro—, lo haría por Obama. Creo que es más honesto que Hillary y ha prometido ayudarnos”.


Personajes como Benito, Torres y Romero, conforman hoy la parte más vital de la diáspora mexicana en la calle 9 de Filadelfia. Una comunidad sin derechos políticos en la ciudad que marcó el nacimiento de Estados Unidos —una nación forjada por inmigrantes—, como país independiente.


Toda una invitación al sarcasmo y a la ironía cuando uno observa, desde la frontera que marca el restaurante La Lupe, la línea imaginaria que ha establecido el restaurante de comida rápida Gino’s —con los más famosos sándwiches de carne en Filadelfia—, y su propietario, Joseph Vento.

Hace apenas dos años, Vento se sumaba a una campaña antinmigrante para negar la atención a todo aquel fuera incapaz de ordenar su comida en inglés.

Nota de Jaime Hernández, enviado, El Universal, 22 de abril.


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