'Me sentí más segura'

Ariadna sabe lo que es abortar en la clandestinidad, con miedo de morir, y también hacerlo en una sociedad que la respeta y apoya.

La joven tuvo su primer embarazo inesperado en la Universidad y, con el acuerdo de su pareja, decidió abortar.

Eso ocurrió en 2003 y lo hizo en su casa, de forma clandestina, ingiriendo unas pastillas que le recomendó una vecina.

Experimentó fiebre y un sangrado abundante, que le hicieron temer por su vida.

El año pasado volvió a embarazarse y la decisión fue la misma: no tener su hijo hasta acabar la tesis y conseguir un empleo más estable.

La diferencia fue, cuenta la joven, que esta vez acudió a un hospital del DF, y le dieron métodos anticonceptivos para ella y su pareja.

"Me sentí más segura, la primera vez lo hice con las recomendaciones que me dio una vecina, me sentí muy mal, con fiebre, sí pensé en lo peor.

"Esta vez fue mejor, porque sabía que había un médico que me cuidaba", afirma la joven de 25 años.

Apenas supo que esperaba un hijo, platicó con su novio y decidieron suspender el embarazo, por lo que buscaron orientación y acudieron al Hospital Gregorio Salas.

"Llegué con cuatro semanas de embarazo al hospital, me explicaron el procedimiento y me dio confianza. Al día siguiente volví, ya con cita, y me atendió una doctora, muy bien", recuerda Ariadna.

Ese trato, afirma, lo deberían recibir todas las mujeres.
Nota de Rafael Cabrera, Reforma, 25 de abril.

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