Atrás de ella va una compañera, literalmente la apapacha. Están felices. Llora de alegría. Pase lo que pase en el resto de la sesión, una cosa es segura, con los votos de los ministros se asegura que la reforma no será anulada.
Vuelven a la sesión. La mayoría a favor de la reforma, de los derechos de la mujer por encima del producto de la concepción, avanza. La sorpresa es mayor. Los ministros que algunos imaginaban, que calificaban de conservadores, se han sumado a esta posición.
Y no sólo eso. La ministra Olga Sánchez Cordero sorprende por dejar de lado la solemnidad y dirigirse a todos, al pleno, a quienes la ven en vivo o por televisión, más que como juzgadora, como mujer. Y por decirle a Azuela que ella sabe más que él sobre el tema, aunque no tiene, como él dijo y presumió, seis hijas y 12 nietos, sino sólo dos hijas y tres nietas.
Llega el receso. Es hora de ir a comer. Ya son siete ministros a favor de la despenalización.
Y otra vez el llanto. Pero es otra mujer. Una que se acerca, con los ojos rojos, al líder moral de Pro-Vida, Jorge Serrano Limón, y a la actual presidenta de ese organismo, Rocío Gálvez, y que dice, una y otra vez, refiriéndose a los ministros de mayoría: “¡Pobres, pobres!”.
Mientras, unas jovencitas brincan, se abrazan, vuelven a brincar, y los abrazos se siguen en torno a donde están los diputados perredistas y funcionarios del gobierno del DF.
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