“Esta es la crisis”

Primero se espolvoreó el rumor en radiopasillo; luego, en televisión, la realidad fue confirmada por el presidente Felipe Calderón; después buscaron detalles en internet, pero nada. La noticia caía por goteo, aunque algunos telefonemas la ratificaban. El día nublado favoreció la confusión. Los sindicalizados confiaron en sus líderes, pero en oficinas de éstos no respondían
los teléfonos.

En el edificio marcado con el número 172 de la avenida Presidente Masaryk, domicilio de la Secretaría de Turismo, empleados desconocían detalles sobre la “desaparición” de esa dependencia, y a unos los reanimaba la idea de que la institución será fusionada con la Secretaría de Economía. La incertidumbre, sin embargo, era algo palpable, a pesar de que asomaban sonrisas y cejas arqueadas.

—Es parte de la crisis… –dijo un septuagenario, quien tiene la oportunidad de retirarse con 50 por ciento de pensión.

—No es parte de la crisis, es la crisis —atajó un trabajador, de 40 años, con 20 de antigüedad en la dependencia.

—Si hay retiro voluntario, yo sí me voy —declaró un trabajador, cuya antigüedad en la Sectur es de 27 años—, pero todavía no sabemos nada. Nos dimos cuenta por las noticias, a eso de las dos de la tarde.

—¿Y qué sintió?

—¿Te digo la verdad? Uno sí le toma cariño a la empresa; yo, por ejemplo, empecé en el área de mantenimiento y ahora en administrativo.

Pasaban más trabajadores.

—Todavía no sabemos nada, todavía —dijo uno.

—Seguro que será para bien; para impulsar más al sector, ¿no?— añadió un hombre trajeado que caminaba cabizbajo.

—¿Y usted qué sintió con la noticia?— se le preguntó a
una empleada.

—Miedo —sintetizó.

—¿Usted cree que se fusionen las dependencias?

—Esperemos… —respondió la mujer, pero un individuo de bigote espeso, traje desgastado, las jalonó.

—¡Nada con reporteros, nada con reporteros! —exclamó el del bigotazo, al mismo tiempo que se remangaba la camisa, en son de pleito.

Un vendedor de dulces, con 15 años de antigüedad en la esquina, escuchó comentarios de trabajadores en el sentido de que muchos permanecían en la inopia. “No saben bien lo que está pasando”, dijo el hombre, que pronto venderá menos galletas en su negocio. “Al que he visto por aquí es al secretario —Rodolfo Elizondo —, es muy sencillo, porque cruza cuando va a comer”.

—¿Y qué va a pasar? —se le preguntó a otro empleado.

—Lo único que sabemos es lo que salió en las noticias, pero ni modo, algún día tenía que acabar todo esto.

—Nada más andaba el hormigueo —comentó su camarada.

—Sólo sé lo que dijo el Presidente; los altos funcionarios no nos han dicho nada. ¿Que qué sentí? Nada —añadió un tercero.

—¿Por qué?

—Porque yo ya puedo pedir mi retiro —dijo el hombre, de 68 años.

—La situación no es tan fácil, porque uno tiene familia, tiene compromisos —dijo su acompañante, de 41 años y 20 de antigüedad—. Entre bromas decían los compañeros que checamos en Turismo y que mañana en Economía. Pero son rumores. Porque primero decían que se iba Elizondo; luego, que regresaba Carolina Cárdenas.

—Es parte de la crisis.

—Es la crisis.

Y se perdió en el subterráneo. Estación Polanco del Metro.
Humberto Ríos Navarrete, Milenio, 9 de septiembre.

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