Jacinta perdona a la PGR

AMEALCO, Qro.— “A los agentes (federales) no puedo decirles nada más que si ellos ya reconocieron o saben sus errores, porque yo los perdono para que Dios me pueda perdonar”, dijo Jacinta Francisco Marcial poco después de llegar a su casa, en el barrio cuarto de la comunidad de Santiago Mexquititlán.

La indígena, madre de seis hijos, comentó que en la madrugada del miércoles platicó con su familia y “como les decía hace rato, yo no tengo ningún rencor a ellos —los agentes— ni nada; yo creo que solamente Dios sabe por qué pasaron las cosas; o por qué pasó esto, pero que Dios los perdone y que me perdone a mí también; que perdone a todos”.

Acompañada de su esposo Guillermo Francisco Prisciliano, de su suegra Lorena Nicolasa y de su hija menor —los otros salieron a vender raspados—, Jacinta dijo estar feliz de regresar a su casa, aunque “ya los tres años que pasé en la cárcel ya no se pueden recuperar ni con dinero”.

Reflexiona cuando se le cuestiona si fue justa su reclusión: “Pues no, pero la ley así es; aunque uno diga la verdad pero te toman como culpable. Ya ve usted, por un ratito que iba pasando (durante el operativo policial) me quedé tres años encerrada. Ellos (los ex afis) dijeron muchas cosas que no eran ciertas; les creyeron más a ellos porque eran agentes y nosotras siempre dijimos la verdad…”

Casi no durmió

A la una de la mañana de este miércoles, Jacinta abandonó el penal de San José el Alto, en la ciudad de Querétaro y se dirigió a su casa, en la región indígena ñhañhú, al sur de la entidad, colindante con el estado de México y a unos 100 kilómetros de la capital queretana.

Llegó a las dos y media de la madrugada pero casi no durmió pues aún no creía que estuviera en libertad y con su familia. “Trato de olvidar todo pero yo creo que nunca se me va a borrar de la mente, pero lo voy a recordar como un sueño”.

Relata que durmió unas tres o cuatro horas para luego atender a varios periodistas, a quienes les dice que de la emoción de estar libre hasta el hambre se le fue.

En medio del gusto de regresar a casa, Jacinta recuerda que en los días que pasó en la cárcel, lo que más le dolió fue su familia.

“Me dolió mucho; mucho más mis hijos porque yo nunca los dejaba solos. Y luego, cada visita los miércoles y los domingo venían hasta acá con su bolsita y se formaban una hora… eso me dolía, me dolió mucho mi familia”.

Difícil situación

Del futuro, Jacinta Francisco enfrenta, junto con su familia, una difícil situación económica pues se quedaron sin animales, sin bienes domésticos y sin dinero, por lo que ahora tienen que pensar cómo sobrevivir.

Planea también —con la ayuda de sus abogados— recuperar el dinero que su familia le pagó a un primer defensor, quien nunca le ayudó “y que conocí hasta que me llamaron para decir que era culpable; hasta entonces supe que Raúl Olvera Ochoa era mi abogado”, señala.

Y del castigo a los responsables de que ella hubiera pasado tantos años en la cárcel, Jacinta responde que solamente sus abogados saben de ese procedimiento. “Yo no entiendo… ellos saben qué piensan hacer o qué piensa… porque no entiendo qué es eso”, refirió.

—¿Qué le dice su corazón?

—Ya ni… como decía… aunque los castiguen ya no se pueden resolver las cosas. Ya lo que pasó, pasó, agregó.
Juan José Arreola corresponsal, El Universal, 17 de septiembre.

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