Así observa la coyuntura Philip Peters, uno de los más reconocidos expertos en el estudio del diferendo entre los dos países, graduado en relaciones internacionales y seguridad nacional y funcionario del Departamento de Estado durante dos de los gobiernos más conservadores, los de los republicanos Ronald Reagan (1981-1989) y George Bush (1989-1993).
Crítico de su gobierno, Peters salió del servicio diplomático y se dedicó a seguir el conflicto con la isla. Ha publicado ensayos sobre economía cubana, es asesor del Comité de Trabajo sobre Cuba del Congreso estadunidense, escribe el blog The Cuban Triangle y es vicepresidente del Instituto Lexington, un think tank independiente que investiga políticas públicas. Fue uno de los conferencistas principales de la reunión sobre turismo entre Cuba y Estados Unidos, que sesionó aquí la semana anterior, tras lo cual habló con La Jornada.
–A un año de gobierno de Obama, Estados Unidos dice que ya tomó medidas y ahora es Cuba la que debe actuar, mientras Cuba dice que el bloqueo sigue intacto y esas decisiones de Washington tienen una importancia ínfima…
–Sí, parece un diálogo de sordos. Llega Obama, da nuevos pasos, a mi juicio constructivos, sobre todo el que deja a los cubanoestadunidenses viajar libremente a Cuba. Y con eso él cree que ha cambiado mucho la política, pero no ha tocado lo principal: el resto de las sanciones, el embargo comercial y financiero, la prohibición de casi todo el comercio y de todas las posibilidades de inversión, las regulaciones que afectan los vínculos económicos de Cuba con terceros países. Es lógico que Obama se presente como alguien que ha cambiado algo, pero también es lógico que Cuba diga que lo que él ha cambiado está muy, muy al margen. En términos de las relaciones internacionales, las acciones de Obama no han sido de gran alcance, pero son algo notable para un presidente estadunidense, porque detrás de la política hacia Cuba hay mucha inercia y los presidentes de Estados Unidos han sido tímidos al considerar el levantamiento de sanciones, porque no quieren parecer débiles.
–¿Sería razonable esperar un paso de los dos países hacia adelante?
–Obama ha abierto pláticas con Cuba sobre temas migratorios. Un paso siguiente sería un acuerdo sobre el servicio postal. Parece tal vez trivial, pero sería un logro. Es posible que Obama decida cambiar las regulaciones en cuanto a los viajes de los estadunidenses a la isla o que el Congreso acabe completamente con las restricciones. Cuba ha propuesto temas como el medio ambiente, el narcotráfico o el terrorismo. No sé si todo eso va a prosperar, pero son puntos de discusión. Cuba podría dar pasos en su reforma económica que incidan en la relación bilateral. Esto no tiene nada que ver con el mundo exterior, sino que es algo pensado para arreglar problemas internos, como todo el mundo reconoce en la isla. Hemos escuchado que se quiere aligerar la carga del Estado, lo cual implicaría abrir espacios al mercado, a actividades privadas o de cooperativas, como ya existe en la agricultura, ampliar el trabajo por cuenta propia en las ciudades y cosas así… Eso podría influir de manera beneficiosa en el diferendo, si consideramos que Obama dice que quiere promover que Cuba tenga más libertades políticas y económicas…
–¿Cuáles de los proyectos de ley para liberar los viajes de los estadunidenses a Cuba tienen más fuerza? ¿Puede haber una votación este año?
–Hay un proyecto fuerte que es el de (el representante demócrata Colin) Peterson. Acaba con las restricciones a los viajes y también liberaliza las ventas de productos agrícolas a Cuba. Lo están impulsando dos presidentes de comités, el de Agricultura, que es el mismo Peterson, y el de Relaciones Exteriores, que es Howard Berman, con apoyo muy fuerte de la industria de viajes y los agricultores. Se dice que con unas docenas más de representantes estaríamos en posición de avanzar al plenario. No es seguro que se apruebe, siempre hay cuestiones políticas de momento que están en el ambiente, pero ni en el Congreso ni en la administración existen los obstáculos que había antes, y las posibilidades son muy buenas. Es una situación que no habíamos visto en mucho tiempo.
–¿Cómo está el calendario legislativo?
–Los congresistas que manejan el sistema dicen que es necesario que la Cámara actúe en los próximos dos o tres meses, para que el Senado pueda actuar a más tardar en el verano…
–¿Qué peso van a tener casos como el de Alan Gross (el estadunidense detenido en Cuba en diciembre) o la polémica sobre derechos humanos en la isla?
–Es difícil medir esto. Cuba es un país de un solo partido, con violaciones sistemáticas de derechos humanos, y todo el mundo está consciente de eso en el Congreso. Es posible que algunos sean influidos por lo que leen en los titulares, pero el argumento que cuenta en este caso es que no se trata de que la liberación de viajes sea un caramelo para Fidel Castro. No es un premio para la conducta del gobierno cubano. Hay que corregir un error de nuestra política. Tenemos una política que ha limitado en gran medida la influencia estadunidense en Cuba. Eso es lo que hay que cambiar, porque conviene al interés de Estados Unidos, no porque sea una recompensa para Cuba.
–¿Qué horizonte hay para el caso Gross?
–No soy gran simpatizante del programa (de “apoyo a la democracia” en Cuba, conforme al cual fue Gross a la isla). Pero obviamente todos esperamos que este señor sea liberado. No sabemos qué le dijeron a este hombre su empleador (la empresa Development Alternatives) y el gobierno de mi país cuando le hicieron el contrato para entregar en Cuba ese equipo de comunicación satelital, pero lo pusieron en una situación de gran peligro legal. Uno tiene que esperar que los dos gobiernos estén conversando y que busquen una solución humanitaria. Tal vez es bueno que no escuchamos grandes noticias; ninguno de los dos gobiernos está haciendo anuncios, los fiscales cubanos no han presentado cargos. Podemos esperar que haya cosas positivas que puedan prosperar…
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