Evaluación docente

Andrés Manuel López Obrador propone crear un Consejo de Evaluación autónomo conformado por especialistas, además de fortalecer el nivel de las normales. Enrique Peña Nieto ofrece conocer las expectativas de los maestros y clarificarles las implicaciones de la evaluación, así como atender las recomendaciones de especialistas y sociedad civil organizada. Josefina Vázquez Mota califica la evaluación a docentes como no negociable y propone otorgarle marco jurídico.

 
 
 
Educación sin privilegios
 
Andrés Manuel López Obrador
 
Estamos decididos a impulsar la educación, en general y de manera prioritaria, la educación pública. Las razones son obvias: la educación es la base del desarrollo, permite la movilidad social, hace florecer la democracia y ensancha el disfrute de la vida.

Para mejorar la calidad de la enseñanza y hacer valer el derecho de todos a la educación, hemos presentado un programa integral, del cual ahora sólo exponemos nuestra propuesta sobre la relación del nuevo gobierno con el sindicato magisterial y la evaluación de los docentes.

En primer término, queremos dejar en claro que una cosa son las organizaciones sindicales, que tienen derechos y también obligaciones, y otra, la función del Estado, que debe cumplir su responsabilidad social poniendo por delante el interés general, no sólo el de un grupo o de una organización. Siempre habremos de respetar los derechos sindicales, pero nadie debe suplantar al Estado. En materia educativa va a prevalecer la lógica académica, no el interés personal o de grupo.

No veo que ninguna persona, por influyente que sea, pueda convertirse en un obstáculo para la transformación educativa. Si el asunto es político, se resolverá haciendo a un lado complicidades y componendas. Si lo que hay es corrupción, la denunciaremos y la combatiremos. La educación será una prioridad y nada ni nadie podrá impedirlo.

La evaluación es necesaria en todas las políticas públicas, y la de educación no es la excepción.

Pero hay que entender que la evaluación no es un fin en sí mismo, es un medio, un mecanismo cuyo propósito es mejorar la calidad del proceso educativo.

Tampoco se puede ser juez y parte. Si en la evaluación participan quienes controlan las plazas, quienes deciden a quién van a nombrar director de una escuela o a quién le van a dar una licencia, obviamente habrá un resultado tendencioso y simulado. La evaluación debe ser rigurosa, profesional, apegada a la realidad.

Una buena evaluación debe servir para identificar deficiencias y proponer alternativas que ayuden a resolver los graves problemas que actualmente agobian y erosionan todo el proceso educativo.

Por eso proponemos la creación de un Consejo de Evaluación de la Educación. Un Consejo, por ley, autónomo, conformado por ciudadanas y ciudadanos que sean expertos en la materia, y cuyas deliberaciones sirvan para retroalimentar al sistema educativo, no para favorecer sólo a algunos, no para excluir a los adversarios. El Instituto Nacional de Evaluación Educativa, que era una buena idea, no ha funcionado por eso. No tiene independencia real. Está cooptado por la SEP.

Vamos a convencer y persuadir a maestras y maestros del país a que se adhieran y participen en el proceso de transformación de la educación en México. Vamos a evaluar el proceso en todos los niveles. Pero la evaluación no va a servir para cobrar facturas ni para premiar sólo a los incondicionales. Los que salgan bien evaluados serán estimulados; a los que les vaya mal en la evaluación, los vamos a invitar a que se capaciten mejor, a que superen sus deficiencias de buen modo y sin amenazas.

El problema que tenemos en la evaluación educativa es que ésta se ha desvirtuado. Se evalúa para excluir. Para excluir por igual del sistema, a maestros y alumnos. Se trata precisamente de lo opuesto;
evaluar para poder incluir; ofrecer a quienes no alcancen a cumplir los requisitos mínimos de la evaluación, la posibilidad de prepararse mejor, resarcir sus deficiencias y volver a evaluarse, siempre con la idea de poder incluirlos, no de excluirlos.

Simultáneamente habrá que trabajar en las escuelas normales. Que las nuevas generaciones de maestras y maestros tengan cada vez un mejor nivel académico, técnico, pedagógico, pero también ético. La tarea del maestro es la más noble de todas. Hay que dignificarla, engrandecerla y, al mismo tiempo, darle su lugar y fortalecer el reconocimiento de la sociedad.

El problema educativo es complejo: hay rezagos, vicios, inercias, desánimo, cacicazgos, pero también se cuenta con un gran potencial, con maestros, investigadores, intelectuales y científicos de primer orden, y existe un enorme deseo en la sociedad de impulsar la educación. Todo estriba en tener voluntad, en desatar las iniciativas creadoras para lograr una educación más equitativa, de calidad y auténticamente liberadora.

Una reflexión final: a diferencia de los otros candidatos, con todo respeto y sin el ánimo de ofenderlos, nosotros no somos parte ni representamos a grupos de intereses creados, somos absolutamente libres y eso es una gran ventaja, porque sólo así se puede enderezar lo torcido y poner orden en el caos. ¿Acaso se puede seguir pensando que las cosas van mejorar si continúa el actual régimen de corrupción y su correspondiente red de intereses y complicidades? La única opción es cambiar el régimen, construir, entre todos y desde abajo, una nueva república, honesta, justa, igualitaria, democrática y fraterna.

 
 
 
Evaluemos
 
Enrique Peña Nieto
 
Desde el inicio de mi campaña, establecí cinco grandes Compromisos para cambiar a México. Uno de ellos es Más Educación y de Calidad para Todos. La educación es vital para el futuro del país. Con este Compromiso sintetizo los mayores desafíos del país: mayor cobertura en los niveles Medio Superior y Superior y mayor calidad en todos los niveles.

En los últimos días, el tema de la evaluación educativa ha generado tensiones y desgastado la relación entre autoridades y maestros. Promover un mejor nivel educativo es una obligación que el Gobierno Federal está llamado a cumplir. Lo que no se puede medir, difícilmente se puede mejorar.

En consecuencia, la autoridad federal debe establecer puentes de entendimiento con los principales actores del proceso educativo, a fin de construir acuerdos, aliviar tensiones y resolver los conflictos que han evitado consolidar un sistema de evaluación eficiente para elevar la calidad educativa del país.

La evaluación educativa no es un fin en sí mismo, es un mecanismo que siempre puede mejorarse. Sin embargo, es un instrumento para conocer el desempeño de los alumnos y ofrecer un diagnóstico preciso que permita tomar mejores decisiones. Es decir, sus resultados deben permitir ajustar el diseño y perfeccionamiento de toda la política educativa, incluyendo los planes de estudio y los programas de capacitación para los maestros. Este último es un componente clave.

Numerosos estudios han demostrado que la calidad de los docentes es uno de los principales impulsores del aprendizaje de los alumnos y, a la postre, del bienestar y la productividad de las sociedades. Por supuesto, no es el único, pero sí el más importante.

Las tensiones y el rechazo a la evaluación docente surgen cuando ésta es utilizada o percibida como un instrumento punitivo, en lugar de lo que debe ser: una oportunidad de mejora. En ocasiones, los maestros presentan resistencia a ser evaluados por sentir que no cuentan con el apoyo ni los recursos adecuados para obtener un buen desempeño en la misma y por desconocer sus alcances e implicaciones. Este es un tema particularmente sensible en nuestro país. Un estudio de la OCDE señala que en México un altísimo porcentaje de docentes (80%) considera que le hubiera gustado recibir mayor desarrollo profesional del que obtuvo. Es el mayor porcentaje entre más de 20 países comparados por la OCDE en la encuesta TALIS. (Mejorar las escuelas: Estrategias para la acción en México, OCDE 2010).

Corresponde entonces al Gobierno Federal construir -con la activa participación de los maestros- un sistema de evaluación con reglas claras y transparentes, que tome en cuenta sus preocupaciones y propuestas. En el diseño de este sistema, también deben participar investigadores y especialistas en materia educativa, a fin de identificar retos y áreas de oportunidad para mejorar la enseñanza.

El objeto de la evaluación no debe ser amedrentar a los maestros, sino permitirles conocer sus fortalezas y debilidades y, a partir de ellas, proporcionarles la instrucción, las herramientas y los estímulos necesarios para mejorar su desempeño.

El sistema educativo debe procesar los resultados de estos ejercicios para ubicar las áreas de mejora que permitan a cada maestro desarrollar sus habilidades e incrementar sus competencias en el corto, mediano y largo plazo. Paralelamente, se debe apoyar la profesionalización y la dignificación de la docencia a través de programas de capacitación y actualización continua e impulsar mejores esquemas de remuneración ligados al desarrollo y avance de los alumnos.

No obstante los beneficios antes señalados, hay que reconocer que la evaluación docente es fundamental pero no es suficiente. El maestro no es el único responsable de la educación en nuestro país. Por ello, es necesario evaluar a todo aquel que tenga una responsabilidad relacionada con que la educación que reciben nuestros niños y jóvenes. México ha pagado muy caro el costo de la improvisación en áreas claves para su desarrollo, la educación pública no es la excepción.

En suma, es fundamental la evaluación integral del sistema educativo; el gobierno como tal, debe generar las condiciones necesarias para que ésta pueda llevarse a cabo. Para ello: 1) se deben conocer y reconocer las expectativas de todos los maestros; 2) atender las recomendaciones de los especialistas y de la sociedad civil organizada, y 3) formular la política más adecuada y explicar claramente a los involucrados sus alcances e implicaciones. Sin duda es un proceso complejo, pero no imposible de lograr.

La tarea de gobernar implica asumir grandes retos, pero estos deben asumirse con responsabilidad. Queda claro que la confrontación debilita. Construyamos juntos un sistema de evaluación constructivo, en beneficio de nuestros niños y jóvenes.

 
 
"Corresponde al Gobierno Federal -con la participación activa de los maestros- construir un sistema de evaluación con reglas claras y transparentes".

 
 
 
 
Una evaluación no negociable
 
Josefina Vázquez Mota
 
Los niños y jóvenes mexicanos son lo más importante que tiene este país. De ellos depende nuestro futuro. En esa lógica, mientras mejor preparados estén, mayores serán sus posibilidades de desarrollarse como personas y de contribuir de mejor manera al desarrollo de México. Gran parte de esta preparación ocurre en las escuelas y más particularmente en los salones de clase. Ahí, los responsables de su formación, del desarrollo de sus capacidades, son sus maestros. En esa lógica cualquier estrategia que apunte a tener mejores maestros debe ser bienvenida por la simple y sencilla razón de que ello repercute directamente en sus alumnos. La evaluación es un instrumento valioso para mejorar, el más eficiente.

Al llegar a la Secretaría de Educación Pública en el año 2006, constaté que del millón de maestros, un porcentaje importante de ellos no había sido sujeto de ninguna evaluación durante toda su carrera docente. Ingresaban al servicio por vías que no estaban asociadas al mérito y sin ninguna evaluación de por medio. Compraban o heredaban su plaza, la recibían de manera automática al egresar de la escuela normal o la obtenían por medios no asociados a sus méritos como docentes. Ya como maestros, nada los obligaba a someterse a una evaluación de su desempeño o competencias. No había forma de conocer sus debilidades y fortalezas y en consecuencia no había forma de mejorar.

La docencia es una de las profesiones más estables. Muchos maestros permanecen prácticamente toda su vida laboral en el servicio docente. Por cada una de sus aulas pasan en promedio 1200 niños mientras son maestros. Muchos laboran durante 40 años o más y desafortunadamente, durante todo ese tiempo, muchos de ellos nunca son evaluados. Otros solamente se evalúan, una o dos veces, por voluntad propia cuando ingresan o se promueven dentro del programa de estímulos conocido como Carrera Magisterial. Y aun en estos casos, el resultado no se usa para mejorar sino simplemente para acceder a estímulos económicos.

Impulsé entonces que todos los aspirantes a maestros que quisieran ocupar una plaza como docentes la obtuvieran por la vía de un examen que reflejara sus capacidades. Los aspirantes participaron con entusiasmo. Por fin podrían ser maestros sin comprar su plaza. En función de sus méritos y conocimientos. Por fin podrían mirar de frente a sus alumnos y a los padres de familia. Ingresar al servicio docente por la vía de un concurso se convirtió en una distinción que los enorgullece. En el primer concurso nacional para obtener una plaza de maestro, en el año 2008, participaron casi 110 mil aspirantes que concursaron por 12 mil plazas. Para el segundo ejercicio, en el año 2009, el número de plazas se triplicó, lo cual muestra el compromiso de algunas entidades federativas (desafortunadamente no todas) de someter sus plazas a concurso. Hasta el último examen realizado en 2011, más de medio millón de aspirantes han concursado para obtener su plaza. Los verdaderos maestros no temen a las evaluaciones.

Igualmente impulsé que se desa rrollara la evaluación universal de docentes. Esto es que todos los maestros fueran evaluados de manera exhaustiva y periódica en función de su desempeño y de los resultados de logro de sus alumnos. Ello les permitiría, lo que estoy segura, todos los maestros anhelan, educar mejor y contribuir a desarrollar las competencias de sus alumnos. El compromiso de la organización gremial de los docentes quedó plasmado y firmado en la Alianza por la Calidad de la Educación en mayo de 2008. Hoy parece que esa firma no tiene la fuerza legal para que esa evaluación ocurra e, inexplicablemente, este compromiso aún no se cumple.

La evaluación de los docentes no es negociable. Negociarla es tanto como negociar el futuro de nuestros niños y jóvenes. Por ello debemos darle el marco jurídico e institucional que la haga no negociable. Precisamente eso me propongo impulsar: que la evaluación de los maestros se convierta en ley y que la dotemos de un marco institucional adecuado, moderno, transparente, que rinda cuentas a la sociedad, a los padres de familia y que garantice que de la evaluación se deriven procesos de mejora. Pretextar que la evaluación debe esperar hasta que se tenga todo eso es retrasar injustificadamente que los maestros mejoren e ignorar que la evaluación es un proceso que evoluciona a través de la práctica. Es, en síntesis, arriesgar el futuro de México.

 
 
"La evaluación de los docentes no es negociable. Negociarla es tanto como negociar el futuro de nuestros niños y jóvenes. Por ello debemos darle el marco jurídico e institucional".


Andrés Manuel López Obrador, Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota, Reforma, 2 de mayo.

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