24 horas en la vida de un desempleado

Al carrito del súper no le meten ningún artículo que no sea necesario. Todo lo que Luz María llega a pagar a la caja está calculado para la semana, contado y hasta comparado en precio con otras tiendas, pues para eso de las ofertas ella es ya una experta. Hace meses que cambiaron el pescado por pollo y que el refrigerador de la familia Sánchez no enfría más chocolates para el postre.

Su crisis comenzó seis meses antes de que Felipe Calderón pronunciara el término “crisis económica”. Fue en abril de 2008 cuando despidieron a Iván Sánchez con 45 años de edad y 10 de trabajar en el laboratorio Novartis. Desde ese entonces todo son deudas en la casa de los Sánchez.

Con las gracias a Iván también se le fue un sueldo de 53 mil pesos mensuales y la estabilidad emocional y económica de la familia.

Todas las mañanas Iván amanece con contracturas, la angustia de saber que la liquidación está por terminarse no lo deja dormir. En resumen, ya no tiene con qué pagar los gastos del mes que viene. De la hipoteca del departamento son 2 mil pesos; de la camioneta que compró a 30 meses sin intereses, faltan sólo seis; de aquel tiempo compartido que adquirió hace cuatro años para las vacaciones, ya sólo le falta un año de paga, pero debe depositar 300 dólares al mes, de no hacerlo, se pierde todo lo pagado, y de la colegiatura de su único hijo son 4 mil pesos mensuales. Estos números rondan en su cabeza cada vez que se va a la cama a las 12 de la noche.



Logra dormir por ratos. De todas formas el despertador suena todos los días a las cinco de la mañana. Él se sigue levantando como si fuera a la oficina, pero ahora sale a la calle a buscar clientes que le compren un medicamento para cáncer de tiroides, con el que ahora se mantiene. Representa al laboratorio del medicamento, sin prestaciones, ni contrato; sólo gana comisiones, si es que vende algo.



El desempleo le trajo todos sus nuevos males: perdió visibilidad en una parte del ojo derecho por el estrés; nunca duerme una noche completita, sin despertarse; tiene depresión y hasta ha perdido amigos, que se fueron así nada más, “tal vez piensen que el desempleo se contagia”, dice.



Luz María es su esposa, trabaja de lunes a viernes en un laboratorio, y sábado, domingo y días festivos en una delegación de enfermera. No descansa ningún día. Su sueldo cubre los pagos de servicios y la comida de la familia. Es la que administra el dinero y tiene trucos para ahorrar en casi todo. Sólo ocupa el coche la mitad del día, el resto viaja en Metrobús; sólo compra ropa dos meses al año: en junio y en enero, cuando son las rebajas. Sabe que el yogur natural es más barato que el de sabores y que llevar tóper al trabajo para no comprar comida baja 50% los gastos.



Alexis es el único hijo de la familia; estudia la preparatoria y está a punto de salir de la escuela. Toda su vida ha estudiado en escuelas privadas, pero éste mes hará el examen a la UNAM; originalmente quiere irse al ITAM, pero la decisión entre una universidad y otra es de 60 mil pesos el semestre, una más de las angustias que le quitan el sueño a Iván, pues de no quedarse en la universidad pública, las posibilidades económicas de la familia se reducirían todavía más.



Iván ha tratado de ayudarse con las ofertas del gobierno. Se sumó al seguro de desempleo que otorga el gobierno del Distrito Federal; después de un papeleo largo y escuchar cientos de historias como la suya logró obtenerlo. “Sólo son 2 mil pesos y te los dan por una única ocasión; por favor, eso es una burla, solamente publicidad para el gobierno”. También retiró 10% de su Afore. “Se tardaron un mes y medio en el trámite; cuando por fin me lo dieron, fue poco y ya lo debía todo”, dice.



En el laboratorio donde trabajaba Iván han despedido a 100 personas de 500 que eran, de mayo a la fecha. Sólo unos 10 han conseguido emplearse de nuevo, pero con puestos más bajos y ganando la tercera parte de lo que recibían.



A los Sánchez se les terminaron las vacaciones, el seguro de gastos médicos mayores, los vales de despensa, de gasolina, de restaurante y con ello las comidas fuera de casa, las idas al cine, las rentas de películas y hasta los canales de Cablevisión. Eso sí, “ahora convivimos más, comemos juntos en casa”, dice Luz María optimista.



En su departamento de 40 metros cuadrados en la colonia Tacubaya se vive una historia de crisis todos los días. “Seguramente aún así estamos mejor que muchas otras familias, pues por lo menos tenemos seguro social por mi trabajo; tenemos para comer y hasta el momento no nos ha faltado nada que sea indispensable. Sí, el desempleo nos cambió la vida, pero estamos juntos y vivos”, dice Luz María.



A la historia de los Sánchez se le unieron por lo menos 128 mil más tan sólo en enero, pues esos empleos fueron los que se perdieron en comparación con el mismo mes en 2008, según Armando Paredes Arroyo, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE).



El futuro es poco alentador cuando organismos internacionales advierten que México será el país más dañado por la dependencia extrema a Estados Unidos. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el país tendrá un crecimiento económico de 0.5%, mientras otros países de América Latina crecerán 4.6% en promedio.



Y las cifras ya le dan credibilidad a los pronósticos, pues la tasa de desempleo en noviembre fue de 4.47%, la más alta registrada desde el año 2000, esto se traduce en casi 2 millones 50 mil personas desempleadas.



México perderá entre 250 mil y 300 mil empleos este año, aunque estudios económicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) estiman que la pérdida podría ser de hasta unas medio millón de plazas.



Por sexo, señala el INEGI, la tasa de desempleo en los hombres se incrementó, entre diciembre de 2007 e igual mes de 2008, de 3.42% a 4.27% y la de las mujeres pasó de 3.37% a 4.40%.
Cinthya Sánchez, El Universal, 25 de febrero.

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