'Conduje el barco... y no lo dejé naufragar' (II)

Acomienzos de los años 70, había un joven de apellido Lizcano que iba frecuentemente a la casa de los Arango, en Manizales, Colombia. Era amigo de los hermanos de Martha. Allí, sin mayores misterios, surgió la semilla de un amor que bailó con ellos en su boda a dos años de conocerse; que los llenó de vida con el arribo de sus hijos Mauricio, primero, y Juan Carlos, después; que se sobresaltó hasta el ahogo con el secuestro de Óscar y luego el de Juan Carlos; que resistió la larga ausencia de más de ocho años del esposo. Por eso, ella se resistió a perderlo cuando no supo nada de él durante tres años...

Martha Arango, la esposa de Óscar Tulio Lizcano, el primer político rehén de las FARC, habla con ese acento suave de los colombianos y con palabras firmes, cuando recuerda su vida antes de los acontecimientos de 2000.

"Éramos una familia de clase media, con dos hijos, con el mayor en la Universidad y el otro haciendo su bachillerato. Óscar dedicado totalmente a la política, era diputado por el departamento de Caldas. Muy entregado a la comunidad, entregado a la causa y muy pendiente de las personas que lo habían llevado con su voto a la Cámara de Representantes. Éramos una familia común y corriente, que almorzaba junta, contentos con los logros de los hijos. En eso, se nos iban los días.

"Cuando ocurre el secuestro de mi esposo, nuestras vidas cambian 180 grados, porque de vivir sencillamente pasamos a enfrentar un secuestro.

"Mauricio, nuestro hijo mayor, tenía unos 24 años. Estaba terminando su carrera de Derecho, y de la noche a la mañana se enfrenta al reto de liderar el proceso de liberación de su padre, pues Óscar fue el primer político que las FARC secuestraron con ese propósito de intercambio..."

Pero Martha no se cruzó de brazos. Luego de trabajar en su despacho como Contadora Pública, se daba tiempo para buscar el mejor camino para ayudar a lograr la libertad de su marido. Su lucha fue luego un ejemplo para los familiares de las víctimas que siguieron a Óscar.

"A los dos meses del secuestro, me entero que había una radio, del grupo Caracol, que tenía unos programas donde las familias podían enviarles mensajes a sus seres queridos que estaban secuestrados. Al enterarme, me sumo y empiezo a construir un monólogo con él. Siempre traté de mantenerlo informado de su familia, de sus hijos, de sus hermanos, de sus cosas.

"Cuando yo recibo a los seis meses de su secuestro la primera prueba de vida que la guerrilla envía, él muy vehementemente me dice que vive por esos mensajes.

"Durante su cautiverio, Óscar fue muy entregado a su poesía y la primera poesía que hace la hace entorno a cómo él esperaba ansiosamente el momento en que la radio pasaba mi mensaje".


Es la voz de Martha voz del radio, es su voz en la inmensidad de la selva. En un pequeño puntito, con su camiseta raída y su sueño desvelado, gozando cada palabra y cada gramo de energía que se pierde en cada pila, está el destinatario del mensaje.

"Lizcanito de mi amor: las penas y dificultades son experiencias que nos fortalecen y nos preparan para superar obstáculos en la vida. Es en la adversidad que hallamos la fortaleza; en la enfermedad, que apreciamos el don de la salud; y en el agotamiento, que valoramos la importancia del descanso. Sí, mi amor, en estos 31 meses de ausencia, de no tenerte, de no verte, es cuando hemos sentido en lo más profundo de nuestro corazón que sin ti somos como un barco a la deriva, que luchamos contra todas las tempestades, que a veces sentimos que naufragamos, pero otras veces aprovechamos la inmensidad del mar para seguir navegando hasta encontrarte. Todos estamos bien. Te amo. Te extraño. Te beso".


En aquella época de duros momentos, parecía que no podría haber más sufrimientos para la familia, pero los hubo. Un día cualquiera, a seis años del secuestro de Óscar, su hijo menor, Juan Carlos, viajaba por la carretera en un auto con unos amigos cuando fue interceptado por un grupo del Ejército Popular de Liberación (EPL). Los bajaron y los secuestraron, pero no para pedir intercambio de prisioneros, sino el pago de dinero.

"Ocurrió al azar, porque la guerrilla solía aplicar operativos que se les conocía como 'pesca milagrosa'. Consistía en salir a las carreteras y parar a cualquier vehículo y secuestrar a sus ocupantes. El de mi hijo menor, desafortunadamente, fue uno de esos casos. Lo mantuvieron cautivo por tres meses.

"Es en aquellos momentos, al enterarse en la selva de la situación, en los que mi esposo comienza a llamarme 'Mi Barquerita'. Él dice que yo conduje ese barco durante todo ese tiempo... y que yo no lo dejé naufragar".


Y, ¡vaya travesía que tuvo que guiar!: su marido cautivo por años en la selva, enfermo; su hijo menor, en manos de una banda de plagiarios. Tenía que ser fuerte y no flaquear. Tenía que aferrarse a la menor insinuación de esperanza, de amor, de vida.

"La fe, y el tener una actitud positiva, fue lo que me mantuvo fuerte y lo que me hizo sobreponerme a tantas dificultades. Fueron tres meses muy difíciles, pero a la vez nunca perdí la esperanza de volver a recuperar a mi hijo, de volver a recuperar a mi esposo..."

Después de su secuestro, Juan Carlos organizó junto con Jenny Mendieta, hija de un coronel en poder de las FARC, el movimiento "Hijos de secuestrados" que buscaba por todos los medios mantener latente la lucha por sus seres queridos ante el Gobierno, el pueblo colombiano y la organización guerrillera.

Pero Martha, sus hijos y toda su familia tuvieron otra prueba: dejaron de tener noticias de Óscar durante tres años. Igual no lo abandonaron ni un sábado en la radio, ni un día en los mensajes por Internet en la página del movimiento, ni en sus pensamientos.

"Desafortunadamente, mi esposo fue el primero pero no el único político secuestrado. Se empezaron a sumar muchos otros por lo que hubo más familias que tuvieron que afrontar la ausencia de sus esposos, de sus padres, de sus hermanos.

"Entonces, a nivel de familia nos tocó unirnos y conformar un grupo cuya misión era sensibilizar al pueblo colombiano y pedirle al gobierno que iniciara un diálogo con la guerrilla para efectos de lograr la liberación de nuestros seres queridos. Esa comunión nos ayudó a soportar, en el caso nuestro, tres difíciles años, sin tener información sobre la suerte que Óscar había corrido. Entonces, mi misión se centró en estar pidiendo constantemente a las FARC para que nos dieran una prueba de vida de él y de nuestros seres queridos. Se volvió un llamado casi diario, pidiéndoles, suplicándoles por favor que nos enviaran alguna señal. Al final, enviaron un video y pudimos constatar que seguía con vida".


La mañana del 23 de octubre de 2008, Martha estaba en el campo. Le había servido para respirar. Estaba muy presionada por las noticias que habían llegado, cada vez con más asiduidad, acerca de la mala salud de su marido, que casi no comía, que tenía problemas estomacales...


"Cuando sentíamos que se nos cerraba el mundo, un domingo en la mañana, yo me encontraba en el campo y me alcanza a entrar una llamada al celular. Era una amiga, a quien mi hijo había llamado, para decirme: '¡Óscar ha sido liberado!'...

"Inicialmente, pensé que era el Ejército el que lo había sacado. Pero luego me entero que ¡él se les había escapado a las FARC! ¡Fue algo maravilloso!


"Donde yo estaba no tenía acceso a la televisión, entonces no tuve oportunidad de ver esas primeras imágenes que fueron tan dramáticas donde Óscar se veía tan mal, tan desmejorado, con la ropa hecha harapos, al borde de no poder caminar, con el pelo y la barba larga... Yo no tuve acceso de inmediato a esas imágenes que me hubieran impactado mucho. Solamente lo podía oír a través del radio... y oírlo repetir: '¡Me fugué! ¡Me fugué!... ¡Estoy libre!'
"Mi primera reacción fue arrodillarme y levantar los ojos al cielo y decir: "¡Gracias! ¡Me lo devolviste!
Homero Fernández, Reforma, 16 de febrero.

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