Viaje al corazóndel chavismo

CARACAS.— Sus intrincadas calles, cada vez más llenas de basura en sus esquinas, fueron hasta no hace mucho un bastión inexpugnable del chavismo. El Petare, un gigantesco barrio, capital del municipio Sucre, pertenece al estado de Miranda, pero es la ciudad dormitorio por excelencia de Caracas.
Esas características llevan a los venezolanos a creer, en vísperas del referéndum, que “quien gana el Petare gana la elección”. Hugo Chávez ganó aquí una contienda tras otra, salvo en 2007, cuando muchos chavistas dijeron “no”, y en las últimas elecciones regionales, cuando el empresario Carlos Ocaríz se alzó con una rutilante victoria. Ahora, todos los ojos parecen puestos en estos 167 kilómetros cuadrados habitados por poco más de un millón de personas, para quienes la pobreza es un lugar común.

Las paredes, repletas de publicidad electoral, alternan carteles del oficialismo y de la oposición. Algo increíble hasta hace algunos años en un lugar donde todo era “rojo y rojito”, gracias a los programas sociales del gobierno que, si bien lograron atemperar los problemas alimentarios, no logran acabar con la exclusión social ni con la pobreza estructural. “Me cansé de tanta gritería, de tanta elección, de tanto ambiente amenazante. Hay muchos problemas que no se solucionan y creo que hace falta enviar un mensaje hacia arriba para que el presidente entienda”, asegura Jonas Baltasar, un tendero de 53 años que alguna vez, como sus vecinos del sector 6 del barrio José Félix Rivas, confió en Chávez.

A pocos metros, calle abajo, en la puerta del módulo de Barrio Adentro (la atención sanitaria de primer grado), vecino del Mercal (el mercado a bajo costo), Gina Fierro es una chavista que no se redime. “Aquí estamos por un ‘sí’, cerrado y grandote. No podemos perdernos a este presidente tan bello, tan intelectual, que es la reencarnación de Simón Bolívar”.

Gina, está rodeada de mujeres, madres y chavistas, que acaban de acudir a la instalación de la mesa electoral que funcionará en la biblioteca. “Hemos logrado muchas cosas con Chávez. La última es que nos repararon la cancha (básquet y futbol) y mis hijos más grandes pudieron terminar la escuela primaria, después que yo no pude mandarlos a su edad. Por eso defendemos este socialismo nacional”.

Dentro del Mercal las góndolas están semivacías. “Estos días hubo algo más porque estamos en elecciones, pero ya nos acostumbramos a la escasez”, se queja Mirleny Varela, quien descuenta la victoria de Chávez porque “él manda aquí y en el país”, en sintonía con algunas encuestas fiables que le darían al gobierno una leve ventaja.

En la puerta todo es un rojizo “sí”, mientras que a pocos metros suena la canción del “no”. Lo más singular del Petare por estos días es la transformación que sufrió en los últimos meses a golpe de polarización. Chavismo y oposición parecen dispuestos a convivir pacíficamente. “Esto era todo nuestro, pero acá hay mucho traidor y mucho colombiano mal agradecido que se va con la oposición por los reales”, se enoja Jilchen Revalillo, quien se autodefine como “jefa de las madres del barrio” y quien luce una reluciente gorra roja del “sí va”.

Donde la campaña de un lado y otro del espinel político transcurre en paz y en tranquilidad, en medio de los montones de basura —un problema sin resolver en muchas barriadas de Caracas— en una zona en la que cuatro o cinco jóvenes mueren por las balas de la delincuencia cada fin de semana, según los datos que aporta la socióloga Gloria Perdomo, de la ONG Luz y Vida, quien trabaja con la niñez en situación de calle en el Petare.

Así, a diferencia del pasado inmediato cuando el Petare era monocolor, hoy se asemeja al corazón partido del chavismo.

José Vales enviado, El Universal, 14 de febrero.

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