Sin embargo, dicho planteamiento fue invalidado por especialistas en economía, quienes señalaron que para obtener más ingresos el gobierno debe enfocar su estrategia en la oligarquía empresarial, con la eliminación de regímenes especiales y de la figura de consolidación, que les permite diferir ingresos e impuestos entre varias empresas de un mismo consorcio.
“Un peso no vale lo mismo para un pobre que para un rico. No es lo mismo que gran parte de la población tenga que gastar casi la mitad de sus ingresos en lo básico para comer, que el 15 o el 17 por ciento que gastan para tal rubro quienes más tienen”, aseveró Roberto Escalante, director de la Facultad de Economía de la UNAM.
Calificó de “equivocado” y “regresivo” el llamado impuesto antipobreza propuesto por el gobierno de Felipe Calderón, al considerar que “se quiere sacar sangre a las piedras. Hay que sacársela a quien está gordito y robusto, no a los pobres”.
Ángel Buendía Tirado, presidente del Colegio Nacional de Economistas (CNE), manifestó que “en un país de miserables como México, el gasto de los pobres en alimentos y medicinas es infinitamente mayor que el de la oligarquía. No se trata de quién gasta más o menos, se trata de cuál proporción del gasto se destina a alimentos y medicinas”.
David Colmenares, economista, consultor en temas fiscales y ex presidente del CNE, explicó que aunque quienes pagan más impuestos son los sectores más altos porque consumen más, en términos de ingresos el nuevo impuesto les “pegará” más a los pobres, por lo que insistir en aplicarlo es “meterle gasolina al fuego”.
Al respecto, estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) precisan que el gasto promedio en alimentos y bebidas de la población creció de 29.4 a 33.6 por ciento respecto a sus ingresos entre 2006 y 2008, pero en el caso de los hogares más pobres llegó casi a 40 por ciento, más del doble de lo que destinan para el mismo fin las familias más ricas.
El organismo divide en 10 grupos o deciles a la población, a partir de su nivel de ingresos, y en 2008 el primer decil, correspondiente a los mexicanos más pobres, gastó 38.4 por ciento de sus recursos en alimentos y bebidas (no se incluyen medicinas), porcentaje que aumentó respecto a 35.7 por ciento registrado en 2006, cuando inició la presente administración, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del Inegi.
En tanto, en los hogares del último decil (los más ricos) el gasto en alimentos y bebidas se ubicó en 16.2 por ciento en 2008 –último año reportado por el Inegi–, cuando en 2006 fue de 13.8 por ciento respecto al total de sus ingresos.
Aunado a lo anterior, el Inegi reporta que la situación se ha agravado más para las familias de escasos recursos pues sus ingresos cayeron 8 por ciento desde 2006. En ese año, una persona de los hogares del primer decil obtuvo mil 498 pesos por trimestre, pero en 2008 sus percepciones se redujeron a mil 377 pesos; es decir una diferencia de 121 pesos menos.
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