Su experiencia combatiendo en Angola le dejó un impresionante hueco en la espalda y una quemadura producidas por un proyectil calibre 30.
Luego estudió en la academia de paracaidistas de la URSS, donde dice que vio "muchas perversiones de aquel régimen" que lo desencantaron. Y donde sufrió un accidente con un gas inmovilizador que le desató una epilepsia por la que le dieron la baja militar.
Entonces el guerrero cambió de tercio, se licenció de psicología y llegó a dirigente de la Unión de Jóvenes Comunistas.
Le discutió al mismo Fidel Castro, delante de prensa local y extranjera, explica.
Pero su caída en desgracia, según cuenta, fue en 1989, cuando se opuso al fusilamiento del General Arnaldo Ochoa, jefe de las tropas cubanas en Angola y héroe de la República, acusado de traición a la patria y ajusticiado en uno de los episodios más controvertidos de la Revolución.
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