Fidel Castro cumplió ayer 82 años, sometido a una rutina médica que transcurre oculta a los focos de la prensa, pero sin renunciar al liderazgo que ha ejercido durante casi medio siglo en Cuba, aunque su hermano Raúl presida el país y haya quienes aseguren que con su convalecencia llegó la hora de los cambios.
El aniversario fue titular en todos los medios locales, se esperó con fiestas públicas, generó elogios de los fidelistas, la maldición de opositores y también la indiferencia de cubanos de a pie, más abrumados por una cotidianidad compleja que partidarios de los onomásticos. Es la tercera ocasión desde 2006 que Castro pasa su cumpleaños calzando pantuflas, vistiendo pijama, con la delgadez habitual de los enfermos, en un país en calma pese a la hecatombe nacional que pronosticaron analistas con su ausencia diaria del poder. Según la información oficial disponible, hasta mediados de 2007 Fidel se dedicó enteramente a luchar por su vida tras varias intervenciones quirúrgicas y el segundo al mando, Raúl Castro, timoneó la nave. En febrero de 2008 renunció a un nuevo mandato presidencial que sugirió la hora de un relevo generacional en la máxima dirección del país, pero no ocurrió así, y desde su convalecencia propuso y dispuso de los hombres que hoy acompañan a su hermano. Fidel sigue siendo diputado a la Asamblea Nacional y su butaca en la presidencia nadie la ocupa, es “el eterno líder de la Revolución” y el primer secretario del Partido Comunista, al que se subordina el Estado y el gobierno, que el año próximo, además, se reunirá en congreso para aprobar el rumbo de la nación.
Desde su convalecencia, Castro ha criticado a ministros, calificó de “ingenuo” cualquier diálogo de iguales con EU, se adelantó al gobierno en pronunciamientos públicos y ya anunció hasta una reorganización del sistema deportivo nacional cuando terminen las olimpiadas.
El aniversario fue titular en todos los medios locales, se esperó con fiestas públicas, generó elogios de los fidelistas, la maldición de opositores y también la indiferencia de cubanos de a pie, más abrumados por una cotidianidad compleja que partidarios de los onomásticos. Es la tercera ocasión desde 2006 que Castro pasa su cumpleaños calzando pantuflas, vistiendo pijama, con la delgadez habitual de los enfermos, en un país en calma pese a la hecatombe nacional que pronosticaron analistas con su ausencia diaria del poder. Según la información oficial disponible, hasta mediados de 2007 Fidel se dedicó enteramente a luchar por su vida tras varias intervenciones quirúrgicas y el segundo al mando, Raúl Castro, timoneó la nave. En febrero de 2008 renunció a un nuevo mandato presidencial que sugirió la hora de un relevo generacional en la máxima dirección del país, pero no ocurrió así, y desde su convalecencia propuso y dispuso de los hombres que hoy acompañan a su hermano. Fidel sigue siendo diputado a la Asamblea Nacional y su butaca en la presidencia nadie la ocupa, es “el eterno líder de la Revolución” y el primer secretario del Partido Comunista, al que se subordina el Estado y el gobierno, que el año próximo, además, se reunirá en congreso para aprobar el rumbo de la nación.
Desde su convalecencia, Castro ha criticado a ministros, calificó de “ingenuo” cualquier diálogo de iguales con EU, se adelantó al gobierno en pronunciamientos públicos y ya anunció hasta una reorganización del sistema deportivo nacional cuando terminen las olimpiadas.
Manuel Juan Somoza en La Habana, Milenio, 14 de agosto.
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