El PRD seguirá como el gigante más pequeño

Dentro de ese partido, el de la Revolución Democrática, más que en ningún otro, son días de política intensa en cientos de frentes, para negociar o ganar candidaturas y posiciones sin lastimarse demasiado. Las reuniones se multiplican y son prolongadísimas. Cada expresión interna saca sus cuentas, hace ajustes y vuelve a la brega.

Al terminar 2008, el nuevo Consejo Nacional del PRD, donde concurre la mayoría de corrientes, aprobó su estrategia electoral. El objetivo mayor es “consolidarse electoralmente”, al imponerse como el tercer partido gigante, en una distribución de votos de tres tercios.

Pero dos meses después, tal expectativa se ha reducido.

Hoy, las estimaciones convergen en que sólo pueden ganar de 65 a 70 distritos; obtener al menos 20 y quizá hasta 25 por ciento de los votos para así totalizar entre 95 y 115 diputados federales. En ese escenario perderán su lugar como segunda fuerza política en la Cámara de Diputados.

Consolidación como partido

En aquel primer documento de estrategia electoral (sorpresivamente avalado casi por consenso de todos los grupos, después de nueve meses de escalar sus conflictos) la primera conclusión que los acercó fue reconocer la presencia nacional de su partido, “nuestras fortalezas”, escribieron. Y el recuento de cargos lo refleja: seis gobernadores, 26 senadores, 127 diputados federales, 230 diputados locales, 346 presidentes municipales, más de mil regidores. Y, junto a ellos decenas de miles de puestos de mando, de asesores, operadores y auxiliares.

Aparte, el PRD emplea un nutrido ejército de directivos de partido, tanto del nacional como en estados y muchos municipios, todos con presupuesto propio.

El mejor indicador de su tamaño son los recursos de que dispondrá el PRD en este año electoral; aunque recortados respecto a 2006, serán de 673 millones 255 mil pesos y para las campañas federales serán de 137 millones.

“A casi 20 años de su fundación, el PRD se ha consolidado como una fuerza política fundamental y necesaria”, se evaluaba en aquel texto. “Nadie puede excluirnos ya de las decisiones nacionales que afecten al país. Somos ya opción de gobierno”, resaltaba también Jesús Ortega al tomar posesión como presidente nacional. En aquella definición de estrategia, todo indicaba que las corrientes se estaban comprometiendo a cumplir con requisitos indispensables para revalidarse como ese tercer gran partido nacional, afrontando la debilidad mayor, que es su división interna.

“Resulta imperativo cerrar ese ciclo e iniciar una etapa diferente” se anotó y aprobó también en aquella reunión.

Bipolares

Las corrientes perredistas parecían haber acordado cumplir varios requisitos para llegar con el mínimo de unidad al proceso electoral: lograr un pacto interno de no agresión y cooperación; impulsar el más amplio frente político electoral de las izquierdas; proponer a los mejores candidatos internos y externos; contar con el apoyo de su líder más destacado, Andrés Manuel López Obrador, y disponer de todos los recursos financieros posibles para movilizar a un ejército electoral de 964 mandos y 30 mil brigadistas, según sus planes.

Pero cuando todavía faltan unos 120 días para los comicios federales y otras seis elecciones concurrentes, tal estrategia ha sufrido ajustes porque el PRD sigue apareciendo públicamente con dos rostros. Están incumpliendo con los requisitos autoimpuestos:

Según los acuerdos, hechos públicos, del Consejo Nacional y de la Comisión Política las corrientes no han podido firmar el pacto político interno.

El otro gran requisito de formar la “gran alianza electoral de la izquierda” se bifurcó a dos frentes:

En uno, el Partido del Trabajo y Convergencia, apoyados por la corriente perredista de los Civicos han conjuntado a varias expresiones políticas de las izquierdas sin registro y se apoyan mutuamente en las movilizaciones de Andrés Manuel López Obrador donde están volcados también los integrantes de Izquierda Democrática Nacional, la segunda corriente en importancia.

En el otro polo, la dirección institucional del PRD ha logrado convenios con dirigentes de movimientos sociales y sindicales: organizaciones campesinas, la Unión Nacional de Trabajadores y con movimientos de ruptura del PT y Convergencia.

Los 70 distritos

Todo eso explica que en estos días sean tantas, frecuentes y prolongadas las reuniones de negociación de las corrientes entre sí. Afrontan dos frentes electorales de izquierda; se repartieron los mejores pre-candidatos de las izquierdas; el líder popular hace campaña para la otra coalición; y sus recursos financieros se mermaron en 360 millones por las deudas heredadas, y 130 millones por las multas del Instituto Federal Electoral.

Este 15 de marzo vendrá la otra etapa, primero de prueba a su magra cohesión por las elecciones primarias para elegir candidatos a diputados federales, locales y jefes delegacionales en el Distrito Federal. Luego, las últimas definiciones para ultimar las candidaturas ganadoras en 65 a 70 distritos, donde calculan tener el voto más duro.

Todos sus escenarios coinciden en que serán diputados federales 24 de la capital, 10 del Estado de México, ocho de Michoacán, seis de Chiapas, seis de Guerrero, tres de Zacatecas, y dos en cada otra entidad con presencia probada: Baja California Sur, Oaxaca, Morelos, Nayarit, Quintana Roo, Tabasco y Veracruz.

Ese es el PRD de marzo de 2009.
Rogelio Hernández López, Milenio, 16 de marzo.

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