La estrategia de PFPcontra el hampa no convence a Hillary

Había visto cuerdas, perros, droga, rifles, capuchas, artefactos explosivos y simulacros de rescate. Pero cuando llegó al hangar, donde fueron cubiertos con mantas los vetustos helicópteros, Hillary Clinton no parecía del todo convencida de la estrategia utilizada por la Policía Federal en contra del terrorismo.

Se limitaba a sonreír o a consentir con ligeros movimientos los mil proyectos de Genaro García Luna, del embelesado secretario.

De la poca fascinación de Clinton se percató Eduardo Laris, coordinador de Apoyo Táctico Aéreo de la Policía Federal Preventiva (PFP): Apostó primero por mostrar a la visitante tableros escritos en inglés con los planes futuros de la corporación, pero al final, en un recurso desesperado, intentó convencerla con palabras.

“Estamos preparados, tenemos capacidades para enfrentar a la delincuencia y creemos que los resultados se van a dar muy pronto”, le prometió.

La dama de rojo esbozó un último rictus en el Centro de Mando de la PFP, en Iztapalapa, y se fue como llegó: custodiada —aun dentro de las instalaciones policíacas— por una comitiva de 16 vehículos, incluidas camionetas blindadas y ambulancias.

Ni un solo discurso. El show se redujo a saludos distantes, a recorridos imaginados y a labia secretarial.

La funcionaria estadunidense llegó al Centro de Mando a las 9:23 de la mañana, ya cuando la legión reporteril había sido amurallada por elementos del Estado Mayor y del equipo de seguridad del gobierno estadunidense.

Mucho antes habían movido sus colas La Wendy, El Valentín y El Memón —un pastor alemán, un belga y un labrador, respectivamente—, los canes designados para rastrear las mochilas y objetos de quienes presenciarían el saludo entre Hillary y Genaro. La foto anhelada perseguida.

La visita se prolongó acaso 50 minutos.

Clinton apareció ante los medios sólo dos veces: una, la de los besos y apapachos congelados por las cámaras, duró 30 segundos; la otra, no más de siete minutos, que el coordinador Laris y el oficial mayor Sergio Montaño gastaron en el intento de cautivarla con una antología de programas y bosquejos.

No funcionó.

Por lo demás, la secretaria se perdió en los laberintos policíacos: en compañía de García Luna conoció la estación principal, el edificio administrativo, el centro de operaciones de Plataforma México, el helipuerto y la zona de adiestramiento del Grupo de Operaciones Especiales (Gopes), donde, en su honor, se ejecutaron ejercicios a rappel, operativos de detección de drogas y armas y maniobras de liberación a rehenes en poder de grupos terroristas.

En la ilusión, nadie dudó del éxito policial: hubo detenidos, cargas aseguradas de droga y armamento, bombas desactivadas y “tarzanes” de soga en soga, dominantes frente a los grandes narcotraficantes y secuestradores.

La reacción de Hillary no fue más allá de saludos papales.

Genaro la volvió a besar a las 10:16 de la mañana. Para entonces se habían soltado ocho perros más, alistados para la despedida, para el adiós a una visita muda al Centro de Mando.
Daniel Blancas Madrigal, Crónica, 27 de marzo.

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