Una reunión de dos días de autoridades cubanas y empresarios estadunidenses del ramo, desembocó este jueves en una insólita sesión de trabajo sobre una potencial “avalancha” de visitantes de Estados Unidos a Cuba, escenario que muchos creen que está cerca y que contrasta con la caída reciente en los ingresos de la industria turística en la isla.
“No hay limitantes para que cadenas hoteleras extranjeras, incluidas las de Estados Unidos, puedan administrar un hotel” en Cuba, dijo Marrero. Las firmas estadunidenses no pueden comerciar con la isla, pero la situación puede cambiar para las turísticas si el Congreso aprueba la libertad de viaje para sus ciudadanos, aunque persista el bloqueo económico.
Analistas consideran que los viajes de estadunidenses a Cuba son el “flanco más débil” del bloqueo, porque generarían una demanda en cascada de vuelos regulares, servicios bancarios y telefónicos y uso del dólar, y tendrían otros impactos como el gasto personal de los visitantes.
El turismo cubano creció en 2009 tres por ciento en visitantes, pero tuvo 11 por ciento de ingresos menos, como resultado de la crisis mundial, según reportes oficiales.
En una llamada telefónica desde Washington a la sesión, el senador demócrata Byron Dorgan, activo partidario de la libertad de viaje a Cuba, pero que dejará su asiento este año, dijo que la actual prohibición es una “política injusta”, sin resultados en los propósitos del bloqueo de cambiar el sistema político cubano, mientras que la apertura promovería “la democracia y los derechos humanos”.
Pero Dorgan advirtió que la discusión en el Congreso puede dificultarse por el arresto del estadunidense Allan Gross, en diciembre pasado, a quien La Habana considera virtualmente un espía, aunque aún no le formula cargos penales, por distribuir entre particulares en la isla equipo de comunicaciones por cuenta de Washington.
Un “gesto humanitario” como la liberación de Gross “impulsaría” el caso de los viajes en el Capitolio, agregó Dorgan.
Marrero recordó que la ley cubana no distingue nacionalidades al recibir inversión extranjera, pero su precisión sobre la apertura a las cadenas hoteleras estadunidenses ilustra con mayor nitidez el trato que daría la isla a un sector que fue de los primeros intervenidos tras la revolución de 1959.
Esta es la segunda vez en siete años que se realiza un encuentro como este, al que asisten cerca de medio centenar de operadores turísticos estadunidenses, que ya trabajan o se interesan en el mercado cubano.
Pero esta es además una cita simbólica, porque otra con similares participantes, aunque de la industria petrolera, quedó interrumpida en la ciudad de México en 2006, cuando el hotel Sheraton expulsó a la delegación cubana, aplicando el embargo en forma extraterritorial. Ahora todo transcurre sin contratiempos en Cancún, en un hotel de propiedad española.
Ante cuestionamientos de los ejecutivos, el ministro reconoció que “no pocas veces se ha puesto en duda la capacidad” de la isla para enfrentar el momento del boom y aludió a las diversas estimaciones que circulan sobre flujos de entre 600 mil y más de un millón de estadunidenses en la isla en un primer año de libertad de viaje.
Un millón sería 40 por ciento del flujo actual. ¿Dónde dormirían, si en la temporada alta no hay cupo en los hoteles de La Habana?, preguntó un operador turístico. Marrero explicó que no toda la capacidad instalada del país está comercializada plenamente y apuntó que una demanda mayor se puede distribuir a lo largo del año.
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