Persiste racismo entre los cubanos

LA HABANA.- Aunque el Gobierno declaró por ley haber solucionado el problema en 1962, la discriminación racial no se ha resuelto en Cuba y, por el contrario, se está convirtiendo en un nuevo elemento de presión para el régimen de Raúl Castro.

Cuestionar la integración racial fue casi tabú por décadas, hasta que una reciente investigación encargada por el Gobierno al Instituto de Antropología demostró que los negros en la Isla viven en las peores casas, ocupan los trabajos con los sueldos más bajos, reciben menos remesas y acceden con más dificultades al sector emergente de la economía.

Aunque en el país también hay blancos pobres, es difícil encontrar el mayor grado de bienestar entre mestizos, y más entre negros.

Los barrios marginales y las cárceles cubanas están ocupados principalmente por negros; contrario a lo que sucede en las universidades o en las esferas más altas del poder.

Algunos investigadores advierten que el racismo comienza a ser una forma solapada de enfrentamiento social, un escape a la frustrada realidad de justicia social y económica que no se alcanzó.

"Haber proclamado en 1962 que la discriminación racial y el racismo estaban resueltos fue un error de idealismo y de voluntarismo político. Se olvidaba que los puntos de partida de negros, blancos y mestizos para hacer uso de las oportunidades que la Revolución ponía frente a ellos no habían sido los mismos", dijo a REFORMA el politólogo Esteban Morales, autor de varios ensayos sobre el tema.

De hecho, en 1959, previo a que el Ejército Rebelde derrocara al dictador Fulgencio Batista, había asientos separados para negros en los parques y en el transporte público. Incluso, el Contry Club de La Habana le negó la membresía al Presidente por ser mulato.

"Debemos admitir que los estereotipos raciales, los prejuicios y el racismo sobreviven en la sociedad cubana, y que la situación social y económica heredada y aún no superada los alimenta", explicó Morales.

"No se puede obviar que el blanco llegó a Cuba como colonizador o por voluntad propia, con un proyecto personal de mejorar su vida, y el negro vino a la fuerza, convertido en esclavo. Son puntos de partida diferentes", añadió.

La Cofradía de la Negritud, un proyecto ciudadano dirigido a concienciar a la sociedad sobre el tema, considera imposible un avance sostenido contra la desigualdad racial sin una política que tome en cuenta la "desventaja históricamente acumulada" por la población negra.

La Isla fue la última colonia española en abolir la esclavitud y décadas de discriminación no se erradican fácilmente. Además, la crisis económica que sufrió el país en los 90 profundizó el fenómeno, aunque trate públicamente de ocultarse, valoraron expertos.

"La sociedad cubana no está acostumbrada a hablar sinceramente del tema. Somos herederos de una educación que tiene componentes racistas y reconocerlo es sólo el primer paso para mejorar", admitió el antropólogo Rodrigo Espina, participante del panel La Cuestión Racial en Nuestras Ciencias Sociales, celebrado recientemente en La Habana.

Para Eduardo Torres, director de la Biblioteca Nacional, el tratamiento del problema es escaso.

En ese sentido, Fernando Martínez Heredia, propuso reestructurar el sistema educativo.

La mayoría de los habaneros mulatos y negros entrevistados por REFORMA admite que la Revolución cubana creó un marco legal favorable a la integración, pero opinan que los dirigentes no hicieron lo necesario para eliminar los prejuicios sociales.

"Este país educa a las personas para que sean blancas. Si haces algo bien te dicen que los has hecho como los blancos y la calle está llena de bromas y adjetivos peyorativos hacia los negros", declaró Norky Pérez, estudiante de Sociología.

Los especialistas destacan la necesidad de que el debate llegue al Parlamento, ya que se calcula que más de 60 por ciento de la población cubana, de 11.2 millones, es "no blanca". Es decir, la mayoría de los habitantes de Cuba son personas negras y mestizas, pese a que, en el último censo, 66 por ciento se registró como blanco.

Yolanda Martínez corresponsal, Reforma, 26 de abril.

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