El sueño americano, frustrado en manos de secuestradores

Con desesperanza y frustración a cuestas, el migrante hondureño José Rastar Hernández relata su experiencia del secuestro que le obligó a desistir a continuar el viaje hacia Estados Unidos.

Al añejo problema de pobreza familiar, que pretendía paliar con el trabajo que desempeñaría en Houston, Texas, ahora se suma la aflicción del pago del préstamo realizado por su familia para rescatarlo de manos del cártel de Los Zetas.

Su resentimiento crece contra las autoridades al considerar que existe complicidad de las policías con el crimen organizado para que impunemente secuestren a migrantes.

“Son lo mismo y están juntos en todo. En Rodríguez Clara, a un policía le pagamos 200 pesos cada uno de los que esperábamos el tren. Igual en las patrullas se llevan a los migrantes para venderlos a los secuestradores”, relata.

Explica que los plagiarios, con toda la facilidad del mundo, obligan a familiares de las víctimas —en el país que se encuentren— a depositarles el rescate y lo cobran sin ningún obstáculo en cualquier sucursal de Western Union en México.

El migrante hondureño viajaba con su esposa y dejaron a sus dos hijos con los abuelos, en La Ceiba, departamento de La Atlántida.

Por cada uno de ellos, las familias tuvieron que depositar 36 mil Lempiras, casi 4 mil dólares para pagarle a los secuestradores.

José recuerda que a su mamá los criminales la torturaban sicológicamente al exigirle el dinero, amenazando que iban a cortarle “oreja por oreja”, si se tardaban en pagar.

El indocumentado cree que no lo mataron de milagro y por la intervención de Dios. “Somos cristianos y en mi tierra estaban orando por mí”.

En Honduras para poder conseguir el dinero empeñaron las escrituras de su casa y por lo pronto tienen que pagar 3 mil lempiras de intereses de manera mensual.

La pareja de centroamericanos canceló el viaje en Medias Aguas, Veracruz, cerca de Tierra Blanca, donde los interceptó una célula de Los Zetas, organización delictiva que controlan la ruta del ferrocarril desde Tabasco, Chiapas, Veracruz, hasta la frontera con Estados Unidos.

Zona de la impunidad

Endeudados por el préstamo para el pago de su rescate, José y su mujer regresaron al municipio fronterizo de Tenosique, donde están refugiados en la Casa del Migrante de la parroquia Cristo Resucitado.

La falta de coordinación entre autoridades mexicanas con centroamericanas impide perseguir bilateralmente a las bandas de secuestradores, que cuentan con impunidad para delinquir en las rutas del tren, utilizado por los ilegales centroamericanos en su tránsito hacia EU.

Afirma que en Honduras sus familiares tienen el comprobante de los depósitos, nombre del destinatario, monto pagado y fecha. Sólo restaría a las autoridades investigar la sucursal de Veracruz donde fue cobrado.

La forma de operar de las empresas de envíos de dinero, ubicadas en cualquier tienda de autoservicio y oficinas de telégrafos, da un amplio margen de operación a los secuestradores de migrantes, ya que tienen la facilidad de cobrar con sólo presentar identificación en cualquier sucursal del país.

“Mi mamá tiene los teléfonos a donde le marcaron y enviaron mensajes desde Veracruz”, afirma el indocumentado, quien está en la Casa del Migrante de la parroquia Cristo Resucitado de Tenosique, a donde retornó después del plagio que sufrió y por donde pasó en diciembre y esperó seis días el tren.

José junto con su esposa, habían llegado a Medias Aguas, Veracruz, sin gran problema, y pernoctaban en ese lugar en espera del ferrocarril para continuar la travesía iniciada el 19 de diciembre del año pasado.

La noche del 31 de diciembre, cuando esperaban cerca de las vías del ferrocarril, fueron secuestrados por una banda integrada por tres mexicanos, dos hondureños, dos guatemaltecos y otro de nacionalidad desconocida, explica.

Relata que lo primero a lo que los sometieron los secuestrados fue a una revisión de sus pertenencias en busca de números telefónicos de Estados Unidos que llevaran anotados. Sin embargo, José llevaba escrito el de su mamá, la señora María Hilda, a quien los secuestrados llamaron a Honduras para exigirle el rescate.

José ya había estado en Houston, Texas, donde laboró de carpintero, pero fue detenido y deportado en abril del año pasado. Ahora sólo llegó a México y regresa como una víctima más del crimen organizado.
Roberto Barboza corresponsal, El Universal, 5 de febrero.

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