CARMEN ARISTEGUI SALE DE W RADIO. 6. LOS TEMAS ABORDADOS.

Los catorce comentarios que presentamos, 7.82% de los 179 recopilados, dan cuenta de los temas que Carmen Aristegui abordaba cotidianamente en su espacio radiofónico. Temas que, de acuerdo con la información disponible, le imprimían un sello particular a su noticiero.

Algunos de esos temas fueron la cobertura informativa de las actividades realizadas por López Obrador, ya no como candidato a la Presidencia, sino en los meses posteriores a julio de 2006; las reformas a las leyes de radiodifusión y telecomunicaciones, conocidas como ley Televisa; la probable protección del cardenal Norberto Rivera a un sacerdote pederasta; la insistencia en que fuera aclarado el caso de la señora Ernestina Ascencio, muerta bajo circunstancias misteriosas en Zongolica, Veracruz; y la denuncia de abuso sexual contra niños en escuelas de Oaxaca.
En los noticiaros de Televisa Tv, temas como los tratados por Aristegui en su informativo radiofónico no recibieron atención ni espacio, de ahí que desde hace varios meses se comentara la posibilidad de que la periodista resultara incómoda también para el alto mando del consorcio y por lo tanto su permanencia en Televisa Radio pudiera estar en riesgo. Sin embargo, Aristegui parecía contar con el apoyo de Prisa; incluso, apenas en noviembre de 2006, recibió el premio Ondas que la Cadena Ser, de España, propiedad de Prisa, otorga a medios electrónicos de Iberoamérica. Como también los noticiarios de Televisa Tv recibieron el premio Ondas, el acto fue interpretado como un intento de Prisa por halagar a su socio comercial y simultáneamente apoyar a Aristegui.
Fernando Mejía Barquera, “Cambio de frecuencia”, Milenio, 5 de enero.

Carmen Aristegui construyó un espacio crítico, incómodo para los grupos de poder acostumbrados a negociar con los concesionarios y los conductores seudoperiodistas. Allí se dieron a conocer las grabaciones entre el góber precioso y Kamel Nacif; allí se dio voz a las denuncias en contra del cardenal Norberto Rivera por su defensa de sacerdotes pederastas; allí se ventiló la trágica muerte de la anciana de Zongolica cuando el resto de los noticieros decidieron abandonar el tema; allí se ventilaron las críticas sobre la ley Televisa.
Jorge Zepeda Patterson, El Universal, 6 de enero.

El viernes 4 de enero fue el último de Carmen en la W y podría llegar a recordarse como el día del malandrín. Me imagino la sonrisa de satisfacción de don Perverto, de la Reina del Bajío, del góber precioso, de la preciosidad de Oaxaca, de Kamel Nacif, de algunos ministros de la Suprema Corta... la lista de impunidades exhibida en ese programa es larga. Sería imperdonable omitir a los conductores de la competencia que habían perdido rating y fueron desplazados por Aristegui
Enrique Galván Ochoa, “Dinero”, La Jornada, 6 de enero.

El espacio radiofónico que conducía Carmen Aristegui cumplía precisamente esto: la posibilidad de que grupos, organizaciones de la sociedad civil e incluso personalidades políticas tuvieran cabida y pudieran expresar, opinar y denunciar temas de enorme relevancia para nuestro país: como el caso de Lydia Cacho, los abusos en contra de niñas y niños de Oaxaca, además de distintas propuestas y varios proyectos de ONG que tuvieron cabida ahí, con la oportunidad de llegar al público que seguía cotidianamente ese espacio.
Mario Luis Fuentes, Excélsior, 7 de enero.

La diferencia en el tratamiento de los asuntos y personajes públicos de primer nivel en los medios masivos es mínima. En unas estaciones, por recurrir a dos ejemplos usados en el caso de la W, Andrés Manuel López Obrador es un peligro para México que no debe ser escuchado, en otras un riesgo para la civilización occidental y en otras el Hugo Chávez de Macuspana. Por su parte, el cardenal Norberto Rivera es un querubín cachetón, el amigo de todos los niños, o un santo que más temprano que tarde trepará los altares. En el programa de Carmen, en contraste, López Obrador era escuchado y la conducta del cardenal cuestionada. No digo que tuviera razón en incomodar al cardenal o en brindarle amplios espacios al perredista, pero sí llenaba un vacío.
Juan Manuel Asai, “Códice”, Crónica, 8 de enero.

Algunos colegas en diversos medios nos han adelantado información sobre este despido (Miguel Ángel Granados Chapa, Jenaro Villamil, Jorge Zepeda, Salvador García Soto), que suprime a una periodista que logró construir un espacio con notas informativas que incomodaban a intereses poderosos. La agenda noticiosa de Aristegui fue amplia y su tratamiento fue plural: en el espacio de Carmen pudimos enterarnos de las grabaciones entre el góber precioso y Kamel Nacif; del caso de Hildebrando, cuñado de Felipe Calderón, en los últimos días de la campaña electoral de 2006; de la muerte de la señora Ernestina Ascencio y las versiones no oficiales; de la protección que hizo el cardenal Norberto Rivera del cura pederasta Nicolás Aguilar, y de muchos otros expedientes conflictivos a los que se les daba un tratamiento amplio y consistente, de acuerdo con las exigencias de una sociedad compleja como la nuestra.
La independencia de Aristegui la llevó a tener una posición diferente del resto de sus colegas cuando la reforma electoral y el lamentable episodio de intimidación de los concesionarios ante los legisladores. La cotidianidad informativa de Aristegui se ajusta a su propia ética y eso la llevó a mantener posiciones propias. Eso no se perdona a pesar de que vaya de por medio el negocio.
Alberto Aziz Nassif, El Universal, 8 de enero.

Carmen se va porque su voz es un caso ejemplar de libertad de expresión y porque dio voz en libertad a ciudadanos de todo tipo que algo tenían que decir sobre temas candentes, algunos de los cuales la propia Carmen ha enumerado: “las elecciones presidenciales de 2006, el debate de la Ley de Radio y Televisión, la reforma electoral, los procesos judiciales contra el cardenal Norberto Rivera en Estados Unidos, los casos Zongolica y Lydia Cacho”. Recordó asimismo que en su emisión matutina se difundieron las llamadas telefónicas de los inefables Kamel Nacif y Mario Marín, y el reconocimiento que hiciera al trabajo de la Suprema Corte “donde puso por delante el tema del servicio público de los medios de comunicación y su sentido fundamental” para una vida democrática en México.
José Blanco, La Jornada, 8 de enero.

Es cierto que la periodista no ha declarado aún si su salida tiene que ver, efectivamente, con un acto de censura. No obstante, basta con hacer una recapitulación de los temas "incómodos" que había tratado Carmen especialmente en los últimos dos años (desafuero, fraude electoral, el caso Lydia Cacho, el dictamen de la Suprema Corte de Justicia respecto al góber precioso, la grabación telefónica de éste con Kamel Nacif, el caso de la indígena Ernestina Ascensio, presunta víctima de violación tumultuaria, las denuncias contra el sacerdote Nicolás Aguilar, protegido del cardenal Norberto Rivera, etcétera, etcétera) y con evaluar las extrañas salidas de la W tanto de Carlos Loret de Mola, de Ezra Shabot y de los integrantes del espléndido programa El Weso, Christian Ahumada y Salvador García, para concluir que, junto con ellos, la partida de Carmen, también se trató de una demostración de puritita ¡cen-su-ra!
Guadalupe Loaeza, Reforma, 8 de enero.

Carmen y su equipo las libraron en la cobertura libre de episodios clave y a favor del seguimiento riguroso de muchos temas que en otros medios resultaron efímeros: Ernestina Ascencio, la protección de la Iglesia Católica a sacerdotes pederastas y la complicidad de Marín y Nacif contra Lydia Cacho. Además, abrió micrófono a Andrés Manuel López Obrador y desde ahí lo cuestionó; también dio voz tanto a críticos como a defensores de la Ley Televisa y propuso a los intelectuales un debate a fondo en torno a la reforma electoral y los verdaderos obstáculos a la libertad de expresión en México.
Adriana Malvido, “Cambio y fuera”, Milenio, 9 de enero.

La salida de Carmen Aristegui de W Radio priva a esa radiodifusora de una voz influyente, pero sobre todo deja a la sociedad mexicana sin un importante canal para expresar sus desacuerdos e inconformidades. Carmen es una comunicadora que seguramente resulta irritante para quienes están en el gobierno federal y para no pocos poderes fácticos, beneficiarios del desbarajuste en que se halla el país.
En buena política, es aconsejable no cerrar espacios a quienes disienten porque importa prestar oídos a los que saben decir no, a quienes expresan la irritación de amplias colectividades. Una sociedad sin respiraderos puede asfixiarse; una ciudadanía sin puntos de referencia comunes tiende a disgregarse, a negarse a sí misma y a quienes dicen representarla.
Humberto Musachio, Excélsior, 10 de enero.

En México no tienen arraigo las posiciones independientes en los medios masivos de información. Sin embargo, y como resultado de la pérdida del monopolio del poder político del PRI y del empuje democrático global, la libertad informativa creció. Ahora bien, la polarización creada a raíz de las elecciones del 2006 y del debilitamiento relativo de la Presidencia y del Estado mismo ha llevado a que tanto "Los Pinos" como los grandes intereses que le respaldan hayan vuelto a ver con interés una vieja política priista: la de limitar las opciones en materia de información masiva.
A Televisa debió de haberle molestado, y mucho, la crítica de Carmen Aristegui al contenido de las leyes de telecomunicaciones y de radio y televisión (la llamada "Ley Televisa") que perpetuaban el duopolio en esa área en detrimento del interés general. La empresa televisiva también debió resentir las razones esgrimidas por la periodista en apoyo a los cambios sustantivos contenidos en el dictamen de la Suprema Corte (SCJN) en torno a la mencionada ley y en apoyo a una reforma electoral que redujo las posibilidades de gasto en televisión de los partidos políticos. A la Iglesia Católica no debió de hacerle mucha gracia la insistencia de Hoy por Hoy en abordar el tema de los curas pederastas. Obviamente, para el gobernador de Puebla el que Carmen sacara al aire su conversación telefónica con el empresario textilero Kamel Nacif fue un duro golpe, pues puso al descubierto la conspiración urdida por ambos personajes para perjudicar a la periodista Lydia Cacho por haber revelado la existencia de redes muy específicas de explotación sexual infantil. El gobierno de Oaxaca tampoco debió de ser indiferente a la cobertura que Carmen dio al conflicto del 2006 en ese estado.
Lorenzo Meyer, “Agenda ciudadana”, Reforma, 10 de enero.

LA LIBERTAD CON LA que contaba Carmen para decidir la agenda de su programa generó controversia. El tratamiento que le dio al caso de la muerte de Ernestina Ascencio, por ejemplo, fue uno de ellos con el que yo no estuve de acuerdo. Hay quienes la ubican como una periodista incondicional de AMLO porque las entrevistas que le hacía esporádicamente al ex candidato presidencial no eran del todo aguerridas, como otras que practicaba con particular agudeza, pero no me parece un argumento suficientemente sólido como para situarla entre los periodistas orgánicos con los que indiscutiblemente cuenta este personaje. Por el contrario, me pareció muy atinada la incorporación de un reportero que le daba seguimiento a las actividades del cacique, porque prácticamente ningún medio electrónico con la cobertura de la W lo hacía y eso también se llama censura. Dicho de otra manera, nos simpaticen o no las correrías del “legítimo”, es un hecho que se le ha silenciado por cuanto a cámaras y micrófonos se refiere a pesar de ser un personaje político de vital importancia en México. Claro que hay muchos que lo quieren sentar en el banquillo de los acusados y tirarle a matar, pero el cacique no es tonto. Además de que las entrevistas en cabina no son lo mismo y son menos rendidoras que la cobertura de campo.
David Gutiérrez Fuentes, “Perro Mundo”, Crónica, 10 de enero.

Y obsesionada con llamar a las cosas por su nombre. Marcial Maciel, pederasta. Mario Marín, confabulado. Arturo Montiel, corrupto. Elección del 2006, polarizante. Ley Televisa, vergonzosa. Suprema Corte, inconsistente. Palabras certeras, palabras duras, palabras incómodas. Palabras cuyo objetivo es generar un debate político genuino sobre los temas que afectan el presente y el futuro de México. Palabras necesarias en tiempos como éstos, cuando la corriente corre hacia una suave conformidad. Cuando el disenso se confunde con la subversión. Cuando las creencias de una persona pueden ser motivo de sospecha, como lo advirtió el titán del periodismo Edward R. Murrow ante el advenimiento del macartismo. Cuando desde distintas dependencias del gobierno de Felipe Calderón emanan señales preocupantes de cerrazón y censura, tan parecidas a las de los viejos tiempos. Cuando los espacios públicos se vuelven más homogéneos y por ello menos democráticos.
Denise Dresser, Reforma, 10 de enero.

La posición de Hoy por Hoy en torno a la votación mayoritaria en la SCJN que se negó a ver en lo sucedido a la señora Cacho una violación grave a sus garantías debió molestar a la mayoría de los ministros. Al airear las actividades durante el proceso electoral de la empresa de otro cuñado de Felipe Calderón en materia de información con valor electoral, la periodista tocó temas que el PAN hubiera preferido mantener fuera de la atención del público. "Los Pinos" y la Secretaría de la Defensa no debieron ver con buenos ojos el cuestionamiento de Carmen Aristegui en relación con la supuesta agresión de militares de una anciana indígena en Veracruz.
La lista de información presentada en Hoy por Hoy que resultó incómoda para autoridades e intereses económicamente poderosos puede seguir. Y es justamente esa lista la que da la medida en que Aristegui cumplió con el marco ético del periodista. Hoy por hoy, lo que ganan Televisa, Prisa y los intereses a los que ambas sirven al silenciar a Carmen, lo pierde la incierta democracia mexicana.
Lorenzo Meyer, “Agenda ciudadana”, Reforma, 10 de enero.

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