CARMEN ARISTEGUI SALE DE W RADIO. 7. LAS IMPLICACIONES.

Los 26 comentarios que presentamos a continuación, 14.52% de los 170 sistematizados, reflexionan sobre las implicaciones que la salida de Carmen Aristegui tendrá para los medios electrónicos, con énfasis en su función informativa. En menor medida se trazan los escenarios para la comunicadora y se habla de su retorno al medio.

Al final, en el balance de lo ocurrido en esa estación radiofónica, no hay lógica ni editorial ni comercial. Las ventas no se incrementaron y, por el contrario, la salida de nombres conocidos de los noticieros provocaron también la cancelación de pautas publicitarias de grandes anunciantes que se fueron con Loret, con Shabot y seguramente se irán también tras la salida de Aristegui.
Editorialmente, la estación se debilita y los nombres con los que sustituyeron sus salidas no representan ninguna apuesta seria para competir y mantener el nivel de calidad, de pluralidad y de opinión que tenía la estación.
¿Por qué una empresa que tiene una barra de noticieros exitosa decide de pronto desmantelarla? ¿Cuál es el cálculo de despedir a conductores de renombre y que además le generaban a la empresa importantes ventas, para sustituirlos con espacios inocuos y conductores monótonos? ¿Cómo se decide fracturar, justo a punto de relanzarlo, al que dicen es su “programa estelar” y su “gran apuesta”? ¿Es totalmente casual que se deshagan de periodistas críticos y cancelen espacios donde se ejercía la crítica al sistema y al gobierno?
Lo que en un principio parecieron hechos aislados o producto de “torpezas”, “descuidos” o “impericias” de sus directivos, podrían cobrar otro sentido y configurar un patrón que apunta claramente a una estrategia de desmantelamiento deliberado de un proyecto radiofónico que se fue volviendo incómodo para algunos sectores sociales y del gobierno.
La pregunta está en el aire, el mismo por el que se transmite la señal radiofónica, pero ahora con un contenido casi inocuo, entretenido pero de poco peso; podría decirse, “cómodo” para los que les incomodaba. ¿Por qué desmantelaron la W?
Salvador García Soto, “Serpientes y Escaleras”, El Universal, 5 de enero.

Sea cual fuere el motivo, el silenciamiento de Carmen es un duro golpe para la salud del debate en el país. Los grupos de poder están empeñados en una suerte de operación cicatriz que intenta reducir las voces disidentes y generalizar las versiones de consenso, las verdades oficiales. Una falsa cultura terapéutica a la que se han sometido concesionarios de radio y televisión.
En una sociedad con ausencia endémica de credibilidad, en que la legitimidad de las instituciones y sus personeros está en crisis crónica, ministros de la Corte incluidos, la sólida reputación de Aristegui constituye un activo social
Jorge Zepeda Patterson, El Universal, 6 de enero.

En la actualidad, en medios, hay una tendencia global a privilegiar lo corporativo sobre lo individual.
¿Qué significa esto?
Que es preferible tener departamentos completos como Noticieros Televisa o Fuerza Informativa Azteca a sostener un racimo de esfuerzos de periodistas sueltos.
¿Por qué es preferible?
Porque abarata los costos, favorece la comercialización y permite que el poder se quede en las corporaciones, no en personas que podrían amenazar a sus jefes, hacer sus propios negocios o abandonar intempestivamente la chamba dejando a sus canales al borde de una crisis.
Álvaro Cueva, “Ojo por ojo”, Milenio, 6 de enero.

Carmen utilizó su credibilidad para recordarnos que en todo proyecto público en que hay ganadores, también hay perdedores; para hacernos ver que los consensos construidos falsamente conducen a la parálisis y eventualmente a la ruptura social; para airear los testimonios de las víctimas que el sistema pretende hacernos creer que no existen. Algo está pasando en México cuando voces como la de Carmen Aristegui y Gutiérrez Vivó, las de mayor audiencia, pierden micrófonos a manos de concesionarios que se pliegan al deseo de los poderosos. El resultado es que la opinión crítica está siendo desterrada dentro de las fronteras de nuestro país. Contemplamos el principio de una tiranía invisible a través del callado sometimiento de los medios
Jorge Zepeda Patterson, El Universal, 6 de enero.

Una de las principales trabas que tuvieron que sortearse en el proceso de transición hacia nuestra democracia fue precisamente la del control que el Estado intentaba imponer a los medios de comunicación. Y en esa lógica, no puede dudarse que los medios jugaron un papel fundamental en la apertura de espacios políticos, la denuncia de los excesos del poder y la generación de pensamiento distinto.
Por ello, cada vez que se pierde un espacio de debate público, nuestra democracia pierde en calidad y representatividad. Esto es así porque, en sociedades masivas como la nuestra, los medios constituyen o deberían aspirar a constituir, la pluralidad de voces y posiciones existentes en nuestro entorno social.
Mario Luis Fuentes, Excélsior, 7 de enero.

Coincido por supuesto con los concesionarios mediáticos en que el gobierno, el Congreso, los partidos y las leyes deben respetar todas las opiniones, las posturas políticas, las convicciones ideológicas y las preferencias partidistas de conductores, analistas y ciudadanos que se expresen por conducto de las líneas ágata, los micrófonos y las pantallas. La democracia mediática no puede concebirse como “objetividad pura”, inexistente en asuntos sociales.
Es la pluralidad de posiciones lo que promueve la democracia, que incluye a conductores y analistas que van desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, siempre y cuando lo que digan sea expresión de sus genuinas convicciones, más que de la línea condicionada por sus patrones (la famosa autocensura), pues eso ya desvirtúa la importante función de los medios en nuestra hipotética democracia.
Pero la autenticidad es justo lo que escasea en nuestro espectro mediático, y eso es lo que representa Carmen Aristegui, más allá de que se pueda estar de acuerdo o no con sus posturas (yo no siempre lo estoy): pensamiento propio, congruencia, independencia de criterio y la indispensable denuncia de abusos e impunidades, sin lo cual no hay rendición de cuentas posible. Esperemos que ese enorme hueco informativo sea pronto restaurado en otra frecuencia, más libre y abierta. Por mi parte, para mí ha sido un gran honor haber colaborado desde el año 2000 con una periodista cuyo profesionalismo, honestidad y credibilidad están fuera de duda (al menos para quien sabe distinguir entre lo genuino y lo adulterado).
José Antonio Crespo, “Horizonte Político”, Excélsior, 7 de enero.

Más allá de W Radio Carmen Aristegui seguirá su ruta de periodista: es de ésas a las que no las representa el lugar en donde están sino lo que hacen con su trabajo. Por donde quiera que pasa no queda más que su apellido como sinónimo de prestigio. Y su nombre —del latín: verso o composición poética—, tiene además la particularidad de desenredarnos las ideas para tratar de entender el realismo sucio que nos tocó vivir.
Soy, como muchos, su admirador. Juro que son legiones y eso hará que pronto la veamos de nuevo en el camino ascendente. Carmen Aristegui fue, es y seguirá siendo un peso en la frágil balanza de la democracia en México en momentos cruciales; los últimos: las elecciones del 2 de julio de 2006 que algunos ya quisieran olvidar sin saber que la historia nunca para de buscar la verdad de los hechos. Ella no fue comparsa en aquellos momentos.
Braulio Peralta, “La letra desobediente”, Milenio, 7 de enero.

En un marco de polarización social como el que estamos viviendo, nada ayuda más que contar con más medios de comunicación; más espacios para la expresión de la diversidad y, así, al mismo tiempo, con mayores espacios para el encuentro y la resolución de controversias mediante el arma más poderosa de las democracias: el diálogo y el pensamiento crítico.
Debe esperarse que los medios de comunicación puedan asumir que su credibilidad está en función directa de la pluralidad y la diversidad a las que dan cabida. Y habrá que esperar también que Carmen Aristegui, junto con la enorme cantidad de periodistas que desempeñan su tarea con dignidad y probidad, sigan contando con espacios para la reflexión y con el fin de seguir dando voz a quienes padecen violaciones a sus derechos humanos más elementales.
Mario Luis Fuentes, Excélsior, 7 de enero.

Para Carmen, a quien se espera ver pronto en otra frecuencia además de su programa Aristegui de CNN en español, la coyuntura ha sido una vuelta al ruedo dominada por los aplausos, si bien no han faltado los pitos que, como les ocurre a las grandes figuras del toreo (en este caso del micrófono), sirven bien para subrayar la grandeza. En el momento final de su programa del viernes, su voz fue sustituida por la de Joan Manuel Serrat, con los Cantares, de Antonio Machado: "Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar...".
Eduardo Huchim, Reforma, 7 de enero.

No tengo la fe ciega de los pejelagartos. No le hace bien a Carmen esa gente que protesta por su salida en W Radio. No son sus mejores críticos. Y no le benefician. Pero más allá de eso, la pasión periodística de la Aristegui está al margen de admiraciones acríticas. Bastaría con revisar en su información los aciertos y errores y, sin duda, gana el acertijo de su inteligencia.
Carmen —y su equipo— tiene el arrojo suficiente para construir su propio emporio periodístico, ese que han venido perdiendo los periodistas de cepa frente al mundo globalizado. ¿Se acabaron los proyectos periodísticos basados en la ética y dirección de una persona —estilo Manuel Becerra Acosta, Scherer García o Carlos Payán—? Creo que no. Creo que Aristegui es la única que puede levantar cabeza en este mundo donde el mercado es el patrón, ahora, para medir el valor de la información.
Braulio Peralta, “La letra desobediente”, Milenio, 7 de enero.

Con la salida de la periodista se afecta también la poca credibilidad lograda por Televisa en sus noticiarios —lo cual ya a nadie sorprende—, así como la creencia de que la inversión extranjera en los medios es positiva porque la sociedad mexicana gana espacios de libertad y pluralidad. La presencia del grupo español Prisa en México, que tan buenas expectativas generó, es ahora cuestionada fuertemente porque, en efecto, pesó más el poder del dinero que los intereses de sus audiencias. Fue así como se prefirió sacrificar a Carmen Aristegui para evitar más diferencias de carácter editorial y de contenidos con Televisa
Gabriel Sosa Plata, “Telecom y medios”, El Universal, 8 de enero.

Con estos casos nos damos cuenta de que la capa de protección a la democracia mexicana es todavía demasiado delgada y con mucha frecuencia se rompe. Cuando se trata de los discursos oficiales, con los que todos los días la clase política habla de México como un país democrático, no alcanzan los adjetivos para pontificar que somos una democracia, pero cuando se trata de hechos reales, se demuestra lo contrario.
Sin duda, defender espacios como el que creó Carmen Aristegui al frente de Hoy por Hoy es defender una de las áreas más vitales y estratégicas de nuestra maltrecha democracia: la de la libertad de expresión, esos escasos territorios de crítica y pluralidad en los medios masivos de comunicación. Cada vez que un espacio de este tipo se suprime todos perdemos, porque se cierra una ventana de información
Alberto Aziz Nassif, El Universal, 8 de enero.

Que la primera oferta a Carmen Aristegui llegó de Grupo Radio Centro para que ocupe el espacio que hoy tiene Sergio Sarmiento.
¿Será?
“Trascendió”, Milenio, 8 de enero.

El proyecto informativo encabezado por Carmen Aristegui puede desarrollarse en otro grupo radiofónico. Es necesario que por el bien de la radio misma sea retomado. La comunicadora se va en el mejor momento de su trabajo en este medio y con elevados ratings. Se encontraba a fines de 2007 en la lista de los tres conductores de noticias más escuchados de la radio. ¿Qué empresarios radiofónicos podrían abrirle los espacios? Muy pocos, dado que la mayoría actúan y piensan como los dueños de Televisa y Prisa: ¿Carlos Quiñones de Radio 13? ¿Joaquín Vargas de MVS Radio? ¿el mismo José Gutiérrez Vivó en Radio Monitor?
Como se destaca en el comunicado de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMEDI), “la cancelación del noticiero de Carmen Aristegui ratifica la necesidad de que México cuente con una legislación moderna para la radiodifusión y las telecomunicaciones, que sea capaz de propiciar la pluralidad de contenidos, acotar la concentración mediática y garantizar el respeto a las audiencias”. De ahí la importancia de que el Congreso mexicano retome cuanto antes los trabajos para la reforma al marco legal de los medios
Gabriel Sosa Plata, “Telecom y medios”, El Universal, 8 de enero.

Tomando en cuenta mi absoluta orfandad que me provoca el no poder escuchar en la radio el programa de Carmen, tres cosas me consuelan. En primer lugar pensar en lo feliz que ha de estar Emilio ahora que su mamá puede llevarlo, todas las mañanas, al colegio; imaginar a la madre y al hijo tan contentos me reconforta. En segundo, que todas las noches podré seguir viendo, como suelo hacer, a la periodista por el canal de CNN, incluso dos veces, tanto en la emisión de las 10:00, como la de las 11:30 pm. Y en tercer lugar, volverme adicta al noticiario de Radio 13, de Javier Solórzano y de Ricardo Rocha, dos de los periodistas con más cre-di-bi-li-dad.
No cabe duda, sin Carmen Aristegui, en tan sólo unas horas, Hoy por hoy se convirtió simplemente en Ayer por ayer...
Guadalupe Loaeza, Reforma, 8 de enero.

Las versiones de su “salida” son varias y corren los chismes sobre las implicaciones que pudiera haber tenido el gobierno, no sólo federal, sino también los estatales, en la toma de esa decisión con todos aquellos gobernadores involucrados en casos de pederastia, abuso de poder, encierro ilegal de periodistas, etcétera. Específicamente, los involucrados en el caso Lydia Cacho. ¿Habrán recuperado los políticos la posibilidad de presionar a los medios de comunicación para forzar la salida de programas o comunicadores? No lo creo, pero sería la más perversa consecuencia de la supuesta “reforma electoral” que aprobaron recientemente los legisladores de nuestro país
Yuriria Sierra, “Nudo gordiano”; Excélsior, 9 de enero.

Sería imposible asegurar que en la cancelación del contrato se movió alguna mano de Los Pinos; tampoco puede negarse que el equipo del Presidente puede tener la mano pesada con los periodistas incómodos y lo confirma la experiencia de otro comunicador independiente, José Gutiérrez Vivó. Renacen, como herencia del 2006, las dudas sobre el compromiso de Felipe Calderón con la democracia. El Presidente no puede imponer su voluntad a un concesionario de medios pero sí puede influir sobre sus decisiones. Pero pronto sabremos si algún concesionario de medios electrónicos importantes extiende una invitación a Carmen o si la castigan por un buen tiempo. Por lo pronto, el centro-izquierda ve reducida su presencia en los espacios privilegiados de los grandes medios electrónicos.
Imposible dejar el tema sin referirse al peso del factor externo en nuestra transición. Una novedad de los últimos años es la creciente presencia española en el hemisferio. De España han venido empresarios honestos y emprendedores... y corsarios dispuestos a todo con tal de obtener la ganancia fácil. También han venido políticos sensibles y respetuosos y patanes arrogantes como José María Aznar quien, en el 2006, se plantó en un México polarizado por una elección competida, lodosa y dudosa para decirnos que debíamos votar por el candidato afín al Partido Popular español.
Sergio Aguayo Quesada, Reforma, 9 de enero.

El asunto ha cobrado visos de escándalo nacional. La senadora Yeidckol Polevnsky subirá hoy el tema a la tribuna de la Comisión Permanente. En un punto de acuerdo que va a someter al pleno propone que se haga un amplio reconocimiento a la labor periodística de Aristegui y pide a la empresa una explicación clara de los motivos por los que no se renovó el contrato a la conductora. “Tenemos todas las pautas para afirmar que su salida tiene que ver con la postura que asumió frente a la reforma electoral”, afirma Polevnsky.
Francisco Garfias, “Arsenal”, Excélsior, 9 de enero.

Resulta, eso sí, un poco irónico que, con los niveles de popularidad y el rating alto que tenía el programa, hayan deseado cambiar y arriesgarse para llevar a cabo la acción (dando pretextos económicos, según los cuales, en la emisora, de 2006 a 2007, se perdieron 24 millones de pesos por concepto de faltas en contratos de publicidad y gastos de operación). Todo nos indicaría que Carmen optó por irse, a pesar de que no lo dejó del todo claro en la emisión en la que se despidió de su audiencia. Pero, de cualquier forma, la Comisión Especial de Seguimiento a las Agresiones a Periodistas y Medios de Comunicación de la Cámara de Diputados ya realizó la invitación para que Carmen Aristegui diga, frente a los legisladores, si realmente fue censurada o su salida se debió, como suele suceder con frecuencia en este negocio y la misma Carmen lo dijo, aun cuando con ambigüedades a una incompatibilidad editorial con sus, hasta hace unos días, empleadores. Sobre todo, en estos tiempos, cuando el tema de la libertad de expresión ha estado en la mira luego de la aprobación de la famosa “reforma electoral”…
Yuriria Sierra, “Nudo gordiano”; Excélsior, 9 de enero.

Molestos. ¿Realmente alguien en este medio se puede decir sorprendido por la salida de Carmen Aristegui de Televisa Radio? La verdadera pregunta es: ¿cómo pudo durar tanto esa situación?
Susana Moscatel, “El recuento de los daños”, El Universal, 10 de enero.

Por si algo faltara, en algunas radiodifusoras —no es el caso de W— se deja la venta de publicidad en manos de los conductores o no se fiscaliza con el indispensable celo el cobro a trasmano de entrevistas y comentarios gratos a políticos y empresarios. Muchos conductores tienen como exigencia contar con una redacción propia —era el caso de W—, lo que ocasiona una absurda duplicidad en los gastos.
En fin, que más allá de la muy lamentable salida de Carmen Aristegui y el costo que le representa a W en términos de credibilidad, tras de la puerta acechan numerosos problemas que los conglomerados de la radio tendrán que resolver. Todo indica que presenciaremos el abandono del modelo informativo, ya muy empobrecido, para volver a la payola y las intrascendencias de la peor radio comercial.
Humberto Musachio, Excélsior, 10 de enero.

Reaparece así, en un momento marcado por la disputa sobre las telecomunicaciones y las obsesiones contra la reforma electoral, el tema de fondo subyacente: ¿a quién toca ejercer la libertad de expresión? ¿Al periodista que dirige un espacio informativo, a la empresa que lo contrata? ¿A ambos? ¿Bajo qué reglas? Y lo más importante: ¿cuáles son los derechos de las audiencias ante los ríos de información emitidos y/o reiterados que para muchos son la única ventana al mundo?
En suma, ¿cómo hacer compatibles la lógica comercial del máximo beneficio con el “interés publico”, el pluralismo, la diversidad sin incurrir en la uniformidad de los contenidos? Para fortuna nuestra, la gran mayoría de estas cuestiones ya han sido abordadas por un nutrido contingente de especialistas provenientes de todos los foros, incluidos, los magistrados de la Suprema Corte y, por supuesto los profesionales e investigadores, numerosos legisladores, así como las agrupaciones académicas y civiles que desde hace años entienden que el futuro del régimen democrático mexicano es inseparable del modo como se respondan legal y prácticamente dichas cuestiones.
Hoy sabemos que la democracia “sin adjetivos” es una quimera: la sociedad está cruzada de intereses que imponen los fines del Estado o los condicionan. La desigualdad hace reír a los dueños del dinero cuando se les exige cumplir con la ley, pues sólo ellos pueden ponerse en los zapatos del ciudadano imaginario que puebla nuestras abstracciones jurídicas. ¿Libertad de expresión? El razonamiento empresarial es claro: la libertad de expresión es un derecho natural que me permite decir y hacer lo que quiera con mi propiedad, comprar publicidad en los espacios dedicados a la contienda electoral, a ser por un instante el partido que niego para otros como opción institucional. Y ése es un derecho absoluto. Pero, ¿es que hay otros para ellos?
¿Puede la sociedad aspirar a la democracia bajo este pernicioso esquema?
Adolfo Sánchez Rebolledo, La Jornada, 10 de enero.

Se podrá pensar que eso no es posible. Existen experiencias que resultan aleccionadoras: la de La Jornada y la del propio Grupo Prisa que han resultado no sólo comercialmente exitosas, sino políticamente fundamentales en la vida de sus países. Lo que hace falta es un grupo capaz de encabezar una iniciativa que con audacia e inteligencia proponga un proyecto informativo de gran envergadura, que se construya con la participación accionaria de pares, en el número y la capacidad financiera necesaria para su desarrollo.
Hará falta que el gobierno federal entienda la importancia política de este proyecto y que le dé una concesión, justo como la que tienen Televisa-Prisa y los otros concesionarios. Si esto se lograse conjuntar, la salida de Carmen Aristegui de W Radio resultaría muy positiva, al expandir la oferta informativa, incorporando nuevos empresarios. De otro modo, seguiremos lamentando la pérdida de una opinión que le importa al país.
Orlando Delgado Selley, La Jornada, 10 de enero.

Es un secreto a voces que Felipe Calderón ha criticado y critica a Carmen Aristegui, por lo que debe estar de plácemes ante su salida. Él y otros celebrarán el silenciamiento de la "Comandanta Carmen" y el periodismo militante del cual se le acusa. Pero se equivocarán al hacerlo. Ningún gobierno debe existir sin críticos que acoten su actuación o sin contrapesos que lo contengan. El asunto de Carmen Aristegui revela por qué la estructura de los medios en México es tan disfuncional y debe ser revisada a través de una nueva legislación. Su sacrificio debe ser acicate para la acción y motivo para la reflexión. Porque la voz de Carmen Aristegui provee un apoyo crítico al proceso de construcción democrática. El espacio de Carmen Aristegui es una válvula de escape necesaria ante las presiones sociales que arrecian. El programa de Carmen Aristegui alberga la pluralidad combativa a la cual México debe acostumbrarse. Y bueno, su sonrisa es una razón más para seguir amando a la patria.
Denise Dresser, Reforma, 10 de enero.

Los empresarios de los medios masivos de comunicaron además de hacer negocio tienen la obligación de prestar, con ese bien público concesionado, servicios a la comunidad. Uno de esos servicios; vital por cierto, es el de la información periodística. Desgraciadamente las corporaciones han tomado por costumbre usar los noticieros como arma política y establecer criterios editoriales que tienden mucho más a favorecer los bolsillos e intereses de los dueños del medio que las necesidades de la sociedad. No se puede, ni debe, silenciar así, nomás, de un plumazo, a quien se ha destacado tanto y de manera tan brillante y consistente en su labor periodística como Carmen Aristegui. No se puede, ni se debe callar, a quien, además, ha servido al mismo tiempo a la empresa que la contrató como al público que la escucha. No se puede, digo, hacer algo así —aunque se hace frecuente e impunemente— sin atentar contra la naturaleza misma de la responsabilidad que implica operar una concesión.
Epigmenio Ibarra, Milenio, 11 de enero.

La guillotina cayó sobre los asistentes editoriales de Carmen Aristegui. No pasó ni una semana desde que se apagaron los micrófonos de la periodista, cuando los nuevos directivos de W Radio informaron al personal más cercano a ella que sacara sus pertenencias de la estación, nos comentan.
El caso de Aristegui ha generado dos visiones en sectores de la sociedad, articulistas y columnistas. Unos apuntan hacia un acto de censura de los propietarios de la radiodifusora y otros consideran la necesidad de que la periodista ofrezca una explicación transparente de su salida, una razón menos ambigua
“Bajo reserva”, El Universal, 11 de enero.

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