CARMEN ARISTEGUI SALE DE W RADIO. 9. ¿Y LOS RADIOESCUCHAS?

Finalmente, los columnistas y articulistas que seguimos cotidianamente reflexionan sobre las repercusiones que la salida de Aristegui tendrá para los radioescuchas; una parte de las reflexiones se hace desde su experiencia, es decir, como parte de la audiencia del espacio informativo matutino. Otra parte se destina a comentar las reacciones vertidas a propósito del acontecimiento, mismas que se han vertido sobre todo a través de Internet. Este último tema fue objeto de 16 comentarios, un 8.46% de los 179 sistematizados.

No es el final de la carrera de Carmen. Mantiene dos espacios importantes: una sección en el diario Reforma y su espacio en la cadena CNN. Su salida de la W es otra experiencia, un nuevo episodio en la vida profesional de una periodista que optó por la independencia en vez de corromperse. Y no olvidemos que cuando una puerta se cierra es porque se van a abrir otras, y más anchas. Le quitaron sus cuatro horas de transmisión matutina en la W, pero no le quitaron su público. Ahí estaremos sus fans siguiéndola cuando sepamos en cuál estación de radio volverá a transmitir. Nunca lo aceptará Televisa, pero podrá inventar todo, menos audiencias. Y recordemos que la W era una estación que había perdido mucha y ahora la volverá a perder. No me cabe duda de que el día siguiente de Carmen Aristegui será soleado
Enrique Galván Ochoa, “Dinero”, La Jornada, 6 de enero.

Malas noticias primero. Como much@s, ando huérfana de noticiario matutino.
Era un noticiario con muy buenos resultados de audiencia y también comerciales (algo que le faltó a José Gutiérrez Vivó, por ejemplo), dirigido por una periodista llamada Carmen Aristegui con agenda plural y mucha credibilidad. Entonces, ¿por qué sale del aire y una estación de radio —la XEW— decide no renovarle el contrato?
¿No suena ilógico, como balazo al pie?
Sí, en principio.
Ahora, también hay que hacer otra dolorosa pregunta, por lo que retrata de los medios electrónicos ahora sí que “hoy por hoy”: ¿Es suficiente, para determinar su permanencia que un espacio sea escuchado o visto por millones de personas, que tenga convocatoria y credibilidad?
En un mundo ideal, claro. Y quizá sí se aplica para un programa pensado como “neutral”: de espectáculos, de la “barra femenina”… pero para un noticiario, ash, contesto con pesar que no. Aún no llegamos a ese punto y por lo visto la tendencia es ir hacia atrás. Al menos en medios electrónicos, porque la prensa escrita sigue siendo otro rollo
Katia D’Artigues, “Campos Elíseos”, El Universal, 7 de enero.

Se han manifestado miles de personas contra la decisión de sacar a Carmen de la radio. Se ve también que algunos pocos lo están celebrando, Televisa en primer lugar, porque el ejemplo de libertad, independencia, profundidad y consecuencia de la comunicadora es inadmisible para los propietarios que exigen uniformidad y sometimiento sin cortapisas a sus empleados.
También lo están celebrando algunos comunicadores y comunicadoras, supuestamente “colegas”, para quienes la competencia y la comparación con lo que podría llamarse el “ejemplo Aristegui” les producía un escozor insoportable. Algunas se frotan las manos con la ilusión de ocupar su lugar.
En comentarios hechos públicos se dice que quien más pierde es Televisa Radio. Es verdad, y si hay inteligencia en algún propietario de medios ya estará buscando a Carmen para incorporarla a su empresa, con la garantía de que la mejor comunicadora de medios electrónicos en el país le dará todos los dividendos que hoy pierden estos nuevos comerciantes ultramarinos.
Sin embargo, de ninguna manera debemos perder de vista el hecho de que este grupo español está imponiendo su “nuevo proyecto editorial” aplicable a sus dominios, en los que seguramente no quieren que se ponga el sol, por encima de los intereses de la mayoría de los mexicanos. Merecen una respuesta.
Aurelio Fernández, La Jornada, 7 de enero.

El cierre de uno de los espacios más plurales en la radio, ha generado, como es comprensible, una enorme molestia. Decenas de cartas y correos electrónicos han sido enviados a diversos diarios de la capital para manifestar su rechazo por la salida de Carmen Aristegui. El foro organizado por EL UNIVERSAL online a propósito de este tema, recibió hasta ayer por la mañana más de 1380 comentarios, la mayoría en contra de la decisión de Televisa Radio, y la página había recibido a casi 21 mil visitantes, en poco más de cuatro días.
En internet el caso Aristegui es discutido y analizado ampliamente. Decenas de blogs comentan el tema. En Yahoo Respuestas, donde se lanza una pregunta y los mismos usuarios la responden, tenía hasta ayer preguntas como las siguientes: “Carmen Aristegui ¿censura o simplemente cambio de planes?”, “¿Cuáles fueron los motivos reales de la salida Carmen Aristegui?”, “¿Les parece bien que hayan corrido a Carmen Aristegui por no manejar la misma línea editorial de Televisa?”, entre otras
Gabriel Sosa Plata, “Telecom y medios”, El Universal, 8 de enero.

Un dato del interés que generó la salida de Aristegui lo hallé en el portal de Reforma.com. La noticia fue puesta ahí a las 9:16 de la mañana del viernes, y cuatro horas después el número de comentarios -favorables y desfavorables a Carmen- había rebasado los 200. Sus malquerientes le reprochaban precisamente una de sus virtudes: el haber dado voz a quienes se les negaba en otros medios electrónicos, el principal de ellos Andrés Manuel López Obrador.
Con una asombrosa capacidad de distorsión e intolerancia, hubo quienes vieron en el periodismo de Carmen una parcialidad reprochable -ella que tanto cuidaba de tener las dos o más versiones en casos litigiosos- y una obsesión por ciertos temas como el de la pederastia, cuando la incidencia de este asunto en sitios cumbres del poder público y de la Iglesia Católica debería obsesionar a la sociedad toda. Me pregunto si esos críticos conocerán los traumas que sufren las víctimas -niñas y niños- de tal infamia, pero lo que sí conocen sin duda es el noticiario de Aristegui, es decir, lo denuestan pero lo escuchaban.
Eduardo Huchim, Reforma, 7 de enero.

Los que salen perdiendo, reitero, son los radioescuchas. La UNESCO describía la saludable democratización de los medios bajo la sentencia: un mundo, múltiples voces. En el espectro hay múltiples estaciones, pero sólo un discurso. Padecemos una uniformidad que exaspera. El mérito de Carmen, me parece, era abordar algunos asuntos de la agenda nacional desde el otro lado de la acera. Proporcionaba puntos de vista diferentes al discurso dominante.
Juan Manuel Asai, “Códice”, Crónica, 8 de enero.

La calidad de una democracia tiene que ver con la pluralidad de la información, con la diversidad de las opciones informativas, con la tolerancia de los intereses hacia la crítica; en suma, tiene que ver con todo lo que no tenemos en México y que hizo posible suprimir este espacio. Lamentamos la pérdida de Carmen en Hoy por Hoy, pero esperamos que pronto pueda encontrar un nuevo espacio radiofónico, además del que mantiene en CNN en español
Alberto Aziz Nassif, El Universal, 8 de enero.

Jamás este pueblo inteligente y noble caerá en las redes malévolas de los bandos siniestros que se han apoderado del gobierno con “malas mañas” y que de igual forma arrebatan al pueblo lo poco de bueno que dejaban existir por amor a su ansiado rating, o como llamen a la afluencia masiva de “escuchas” que día tras día se sentían representados por esa noble mujer, llena de amor al prójimo y aferrada a sus valiosos ideales que se llama Carmen Aristegui.
Ella está erguida, en el sitial honroso de sus convicciones, mientras que los otros, los que le querían imponer insultantes “compatibilidades”, mientras sigan “echando tierra a los asuntos”, cavan su tumba y serán conocidos como enterradores, como odiosos representantes del mal, serán llamados, no cabe duda, los sepultureros
Rosario Ibarra, El Universal, 8 de enero.

Wikipedia, la enciclopedia libre disponible en internet en la que los cibernautas enriquecen sus contenidos, ya tenía incluida este fin de semana la información de la salida de Aristegui de W Radio, retomando algunas de sus declaraciones vertidas en su último noticiario del 4 de enero. También ya había un blog dedicado exclusivamente al tema (http://censurahoyporhoy.blogspot.com) “para solidarizarse con Carmen Aristegui y para repudiar a los dueños y directivos de W Radio que clausuraron el programa Hoy por hoy”. La intensa participación social en estos espacios obliga a la comunicadora a hacer públicas las observaciones, intentos de censura o políticas editoriales que la empresa le exigía para renovar el contrato.
A su vez, Televisa Radio y en especial Prisa deben aclarar, por el más elemental respeto a sus públicos, cuál es su proyecto radiofónico en México y su “modelo de organización y trabajo”, específicamente en el rubro informativo, que hoy parece estar en su nivel más bajo de aceptación y credibilidad
Gabriel Sosa Plata, “Telecom y medios”, El Universal, 8 de enero.

En los últimos dos años, la primera cosa que hacía al abrir los ojos era voltearme hacia donde se encuentra mi pequeño radio Sony, oprimir un botón y dejarme llevar por las noticias y los análisis que diariamente hacía Aristegui con un excepcional espíritu de independencia. Debo confesar que ésta era la única razón por la que me despertaba tan temprano, antes de las siete de la mañana. Con esas tres horas de noticias ya no sentía necesidad de leer, compulsivamente, los periódicos como acostumbraba hacerlo. Para las diez de la mañana que terminaba el noticiario Hoy por hoy me consideraba lista para enfrentar un país rebasado por todo tipo de problemas; desde los que tenían que ver con el crimen organizado, hasta aquellos que hablaban de las más recientes denuncias de los Fox. Algo que me maravillaba de la forma en que Carmen daba las noticias aparte de su objetividad era el respeto que siempre le manifestaba a su amplísimo auditorio. Nunca le sentí un tono paternalista, impositivo, ni mucho menos amarillista. Cuando se equivocaba, de inmediato reconocía su error; siempre estaba abierta para darle voz a aquellos que exigían una réplica respecto ya sea a denuncias o a dichos emitidos por algunos políticos; cuando analizaba un tema político o social, procuraba ir, invariablemente, hasta sus últimas consecuencias sin importarle el tiempo que le tomara; me gustaba que de vez en cuando recurriera al humor como solía hacerlo con el analista de deportes o bien cuando se echaba sus carcajadas; admiraba la agilidad y la inteligencia con la que conducía su sección política con Denise Dresser, José Antonio Crespo y Lorenzo Meyer; me conmovía su sincera empatía cuando entrevistaba a las madres de los niños violados de Oaxaca; admiraba el profesionalismo y la libertad que le permitían entrevistar a López Obrador y a otros representantes de la izquierda mexicana, sabiendo que esto le ocasionaría muchas críticas de un cierto sector de la sociedad mexicana; muchas veces le aplaudí su postura ética y honesta respecto a la Ley Televisa, totalmente contraria a muchos de sus colegas; me gustaban los largos diálogos que sostenía con San Juana respecto a sus investigaciones alrededor de los sacerdotes pedófilos; pero de todo lo anterior lo que más me llamaba la atención de Carmen era que en un país donde reina el fatalismo, el conformismo y el arribismo, ella fuera tan valiente. Por más que colaborara en una empresa como Televisa o Prisa, dos consorcios poderosísimos, jamás hizo a un lado sus convicciones, jamás optó por una actitud acomodaticia y jamás se contaminó por una línea editorial contraria a la suya propia. Pienso que esto en un o una periodista vale oro.
Guadalupe Loaeza, Reforma, 8 de enero.

Lo que parece ocurrir en W es algo que muy pronto veremos en otros consorcios de radio, varios de los cuales están penando porque desde hace años tienen egresos superiores a los ingresos y, ahora, privados por ley de la facturación por publicidad electoral, afrontan una perspectiva que no resulta halagüeña.
Hoy están pagando los costos de una política que les ha resultado ruinosa: embarcados desde hace años en una verdadera guerra por la audiencia de los noticieros, en la idea de que eso genera automáticamente más publicidad, han llegado a pagar cantidades de escándalo a conductores que en muy pocos casos tienen la rentabilidad que se les supone. Es el caso de muchos personajes con sueldos de cientos de miles o aun más de medio millón de pesos al mes, mientras que los reporteros y el personal de tropa ganan miserias, lo que explica la pobreza de la información y el hecho de que el conductor tenga que llenar su espacio, no con noticias, sino con comentarios y opiniones sobre el alza de la tortilla, el ADN o la fisión nuclear.
Humberto Musachio, Excélsior, 10 de enero.

Por otro lado, el portal de Hotmail invitó a sus usuarios a opinar sobre la salida de Aristegui de W Radio. Hay un número imponente de comentarios, la gran mayoría reflejando irritación por lo que sienten una regresión en materia de libertad de expresión, y una provocación más a las izquierdas y a los auténticos liberales, de cualquier color. Pero más me llamaron la atención algunos comentarios de ciudadanos que celebran la salida de Carmen, por motivos que reflejan todo menos un espíritu democrático. Es la intolerancia ideológica en su máxima expresión. Alguien dice, por ejemplo: “Desde que (Carmen) se volvió admiradora del Peje, dejó de ser objetiva; todo lo ve de color amarillo”. Sí, eso de entrevistar al Peje dos veces desde la elección, es sacrilegio. Hay que silenciarlo por completo. Otro ciudadano festeja la salida de Carmen, pues “es una más del montón de conductoras vendidas al PRD”. ¿Le paga el PRD? No, que se sepa. Otro más celebra: “Una periodista menos que atenta contra la sociedad, pues (su) tarea es calentar las cabezas a los ridículos idealistas, a los seguidores de AMLO… ¡ya basta!” Cierto, Carmen es un peligro para el México impune. Y otro más: “Que se vaya a hacerle eco a Chávez y Castro”. Muy democrático, sin duda. “Un verdadero periodista, ante todo, debe ser imparcial y no tener ninguna preferencia”, comenta alguien. De ser así, entonces habría que cerrar la mayoría de los espacios, pues también los hay donde “todo se ve de color azul”, pero sobre todo prevalecen aquellos donde el color predominante cambia cada sexenio (por ejemplo, ya casi nadie ve las cosas a través del prisma tricolor, desde cuando el PRI perdió la Presidencia). A estos ciudadanos no les basta con poder cambiar el cuadrante para buscar un espacio compatible con sus ideas. No, hay que acallar las voces discordantes
José Antonio Crespo, “Horizonte Político”, Excélsior, 11 de enero.

En la semana, Carmen Aristegui nos ha separado de conciertos venideros como el evento Oye!, así como de la enunciación de nuevas series radiofónicas; sin embargo, más allá de que el hecho justifica la recurrencia de su publicación, es nodal que ahora ubiquemos un suceso más trascendente que la salida misma de Aristegui de Hoy por hoy, esto es la participación del público en blogs de la internet, realizando mesas que se cuentan por miles de visitantes sobre el mismo tenor, así como se han sucedido las recurrentes llamadas de protesta de los radioescuchas de Carmen Aristegui a otros programas de radio que podríamos decir, son compatibles con la línea editorial de esta periodista.
Claudia Segura, “La ventana ciega”, Milenio, 11 de enero.

Viene después la duda generalizada sobre la integridad de los periodistas: “Aristegui es periodista (luego) responde a intereses específicos. Todos sabemos que el medio periodístico… es de los más corruptos... Otra vendrá, y cuando haga su capitalito la quitarán, pero no porque no quiera seguir línea”. En la misma lógica, otro dice: “Los comunicadores son parte del poder. No hagamos ídolos de la gente que está detrás de un micrófono”. Estos ciudadanos, como seguramente muchos otros, tasan con el mismo rasero a todos los periodistas. Todos corruptos, todos acomodaticios, todos vendidos, “verdaderos prostitutos y prostitutas de la comunicación”, dicen algunos. Desde luego que hay corrupción, oportunismo y falta de probidad en este ámbito. Quién lo duda. Pero, por fortuna, no todos los comunicadores caen en ello. Y, felizmente, hay también muchos ciudadanos capaces de distinguir entre peras y manzanas
José Antonio Crespo, “Horizonte Político”, Excélsior, 11 de enero.

Escuchar a Ramón Pieza en Grupo Radio Centro, lo mismo que a Francisco Rodríguez en Radio Capital, a Javier Solórzano en Radio Trece o incluso, percibir a Jorge Saldaña en ABC Radio, todos respondiendo a las expresiones de repudio y de denuncia por la salida de Carmen, nos lleva a un fenómeno que poderosamente puede ser ejemplo del futuro de la radio digital o es quizá ya ejemplo de la actual radio interactiva virtual; claro que movilizaciones de protesta organizadas por radioescuchas han sucedido varias como en el cierre de Radioactivo 98.5 con la destrucción de radios de Grupo Imagen hace poco más de dos años, o el Con-XELA, que fue una agrupación de audiencia e intelectuales que realizaron acciones de boicot y resistencia civil por el cierre de la única emisora privada de música sinfónica. No menos ruidosa ha sido la solidaridad de la sociedad civil ante el cierre de aquel CNI Canal 40 en 2003 y la más resiente, la caída de Gutiérrez Vivó el 29 de junio del 2007.
Claudia Segura, “La ventana ciega”, Milenio, 11 de enero.

Tal vez el daño se lleva a cabo, se cierra el espacio radial, pero los radioescuchas están tomando posiciones críticas, se interesan por marcar desacuerdos a la ‘Ley Televisa’, a las reformas electorales que atañen a la radio y la televisión. La pregunta aquí sería: ¿si aún creen los concesionarios y los políticos que la audiencia se quedará atónita ante los cambios arbitrarios de programas radiofónicos y ante el cierre injustificado de emisoras con géneros poco usuales como las estaciones alternativas para niños o jóvenes?
Claudia Segura, “La ventana ciega”, Milenio, 11 de enero.

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