Germán Martínez Cázares; un mes en la dirigencia del PAN: 3. FELIPE CALDERÓN.

El papel del Presidente Calderón en el proceso que condujo a Martínez Cázares a la presidencia de Acción Nacional es uno de los aspectos más controvertidos, sobre todo a partir de octubre, cuando el nuevo líder nacional blanquiazul fue el único que registró su candidatura. Los siguientes 24 comentarios, 16.55% de los 145 sistematizados, dan cuenta del tema desde diversos puntos de vista, entre los que sobresale una comparación con los escenarios priístas.

Lo que pone en evidencia el acto de hoy, que el propio Calderón acude a encabezar y a atestiguar, es que está en marcha un intento y una estrategia para restablecer la Presidencia todopoderosa de las últimas épocas del PRI.
Si bien no hay condiciones, y eso lo saben bien los panistas, para pensar en un regreso de la Presidencia imperial y omnímoda, la idea es volver al menos al fortalecimiento de la figura presidencial y restituirle, vía reformas constitucionales, una serie de facultades y atribuciones —de las escritas y las no escritas— al titular del Ejecutivo federal, que fue perdiendo con el avance de la democracia y el fortalecimiento de los poderes Legislativo y Judicial.
Porque si bien a Calderón hay que reconocerle su labor para revaluar la imagen de la investidura presidencial, a la que volvió a darle seriedad y nivel después del vergonzoso deterioro en el que la dejó Vicente Fox, por encima de eso hay algo que empezó a mostrarse públicamente el 1 de septiembre pasado, con la criticada fiesta en Palacio Nacional tras el escueto informe en el Congreso, y que ha ido tomado forma de estrategia política por parte del PAN y el gobierno.
Salvador García Soto, “Serpientes y Escaleras”, El Universal, 8 de diciembre.

Y mientras tanto, Germán Martínez se convirtió ayer en el nuevo presidente del PAN, en una asamblea nacional durante la cual los consejeros convocados para elegir a su nuevo “jefe nacional” no tuvieron más alternativa que la del michoacano, el otro amigo del Presidente. En sus primeras declaraciones, Martínez trató de acabar con la imagen de que es producto del “dedazo presidencial”, al estilo del viejo PRI, pero lo cierto es que todos saben que su dirigencia y la nula competencia obedeció a que el grupo de Calderón buscaba recuperar el control del partido, luego de una década en la que los panistas llamados “tradicionales” literalmente fueron echados de la jefatura del partido por los grupos de la ultraderecha vinculada con El Yunque
Ricardo Alemán, “Itinerario Político”, El Universal, 9 de diciembre.

En los últimos días, efectivamente, el michoacano recorrió el país entero en busca de votos con los que, se llegó a afirmar, contaba de antemano soportando la pesada carga que sobre sus espaldas colocaron, la noche misma de su destape como candidato, el poderoso asesor y el secretario del jefe del Ejecutivo, Juan Camilo Mouriño y César Nava, cuando intentaron dejar en claro, o al menos eso se pensó entonces, de dónde había salido su nominación.
Se habló entonces, y así lo reseñamos en diversas ocasiones, de la “peligrosa cercanía” gobierno-partido que se prefiguraba en el futuro del blanquiazul, la cual pone en entredicho la ejemplar relación de independencia y respeto mantenida entre ambas instancias, en contraste con aquella “sana distancia…” que, en el caso de su gobierno con el priismo, definió Ernesto Zedillo y que, en su primera comparecencia ante el panismo, ya como Presidente, Felipe Calderón trocó en “sana cercanía…”
Enrique Aranda Pedroza, “De naturaleza política”, Excélsior, 9 de diciembre.

Resultará difícil, si no es que imposible, que Germán Martínez logre superar el lastre de ser visto como un mero gerente del partido azul, ya que en esa lógica el verdadero dirigente despacha en la casa presidencial de Los Pinos. Y el asunto no tendría nada de extraordinario —el hecho de que el Presidente pretenda tener el control de su partido, como ocurre en todas o casi todas las democracias del mundo— si no fuera porque en sus más de 60 años de vida, una de las denuncias fundamentales del PAN fue el “secuestro” que operaban los presidentes del PRI. De ahí nació lo que fue más que un grito de campaña, una suerte de “tara” del sistema: el “partido del Presidente”. El PAN de Martínez Cázares ya es visto como eso, como el partido de Calderón
Ricardo Alemán, “Itinerario Político”, El Universal, 9 de diciembre.

La oposición y algunos columnistas y articulistas se han dado a la tarea de criticar la llegada de Germán Martínez a la presidencia de Acción Nacional con el facilón argumento de que se trata de la reedición del dedazo que fue práctica común en el PRI-gobierno durante siete décadas. Miopes unos y cínicos otros, el caso es que evaden buscar origen de la repetición de ese fenómeno político.
¿Por qué? Pues debido a que, ocupados ahora desde el Congreso en someter al IFE o atentar contra las libertades de los ciudadanos y de los medios de información, todos los partidos políticos, con su ya natural pequeñez y mezquindad, han dejado de lado la necesidad de fortalecer a la Presidencia, luego que se hicieran evidentes las debilidades de una institución cuya eficacia estaba fundamentada en su facultades metaconstitucionales.
Esa es la razón por la que Felipe Calderón, pragmático como es, tomó la decisión de hacerse del control de su partido y contar así con una herramienta más para dialogar y negociar con un cierto rango de soltura con la oposición, condición fundamental para gobernar el país; la misma razón por la cual el tiempo de Santiago Creel y Héctor Larios como coordinadores de los senadores y diputados panistas está contado.
En este contexto, no deja de sorprender que en el PRD y el PRI surjan voces airadas que gritan “¡dedazo!” y “¡autoritarismo!”
Néstor Ojeda, “Vuelta prohibida”, Milenio, 9 de diciembre.

La advertencia la hizo Carlos Abascal, exsecretario de Gobernación y miembro del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, quien en torno a la llegada, sin contrincante alguno, de Germán Martínez Cázares a la dirigencia nacional del albiazul, expresó: "Acción Nacional se prostituiría si se convierte en un apéndice del poder político."
Y lo cierto es que este riesgo es mayúsculo, sobre todo cuando, por instrucciones del presidente Felipe Calderón, Martínez Cázares dejó su cargo de secretario de la Función Pública para hacerse, con el pleno aval de Los Pinos, del liderazgo panista.
Alejandro Ramos Esquivel, “Redes de poder”, El Financiero, 10 de diciembre.

Un año después de haber llegado a la Presidencia de la República, finalmente Felipe Calderón tomó posesión del Partido Acción Nacional. No fue fácil. Tuvo que desplazar de la dirigencia a un grupo que no lo quería, que lo trató con desdén desde hace años, que lo describía como un señor chaparrito, pelón y de lentes que llegó a Los Pinos gracias a que ellos, Fox, Espino, Abascal y Sahagún se hicieron cargo del trabajo sucio.
Controlar el partido es crucial en el proyecto político de Calderón, que no concluye en el 2012. Un cambio era necesario, pero a Felipe se le pasó la mano. No sólo presionó para que la sustitución se realizara, sino que mandó a uno de los chicos de su staff a dirigirlo. Los panistas resintieron la imposición y dejaron que el elegido, Germán Martínez, corriera solo y arribara al mando con la bendición de Felipe y Margarita, quien por cierto, se hizo presente en el proceso de manera inquietante.
Los analistas afines al gobierno dicen en sus espacios que Germán Martínez es el hombre idóneo para el cargo. Tal vez. Lo cierto es que su campaña fue gris, sin ideas nuevas a pesar de que sostiene que se formó al lado de Carlos Castillo Peraza. Hasta el momento, sin embargo, su único mérito visible es que en las buenas y las malas ha sido cuate de Felipe. La lealtad no es poca cosa. Ya veremos si con eso le alcanza.
Juan Manuel Asai, “Códice”, Crónica, 10 de diciembre.

Juan José Rodríguez Prats, quien no asistió a la entronización del michoacano Germán Martínez Cázares, en forma oportuna daba a conocer los peligros de poner al Partido de Acción Nacional al servicio de la Presidencia de la República y denunciaba que desde ahí crearon toda la estructura para que llegara sin contratiempos, como sucedió al final. Esos políticos opositores, algunos cercanos a Carlos Abascal, insisten en que es peligrosa la cercanía entre Germán y Felipe Calderón.
Ubaldo Díaz, “Escenario Político”, Crónica, 10 de diciembre.

Felipe Calderón al fin ha podido tomar el control formal del Partido Acción Nacional. En la presidencia del comité nacional impuso a su amigo y compañero de correrías políticas, Germán Martínez; en la secretaría general pretende instalar a su compadre Guillermo Anaya, e hizo que el aparentemente indómito Manuel Espino pronunciara políticamente de hinojos un discurso de despedida en el que llamó a cerrar filas en torno al unigénito Martínez
Julio Hernández López, “Astillero”, La Jornada, 10 de diciembre.

Germán Martínez es un hombre designado e impuesto. El beneplácito o la aceptación de todos los panistas no significa ausencia de imposición. Lo metieron con calzador, pero primero dieron el tamaño del pié y el zapato. Si no, no hubiese entrado.
Pero en función de esa nueva forma de hacer las cosas, estas palabras del señor Martínez suenan entre la sorna y la ironía:
“En los próximos años, de cara sobre todo a los procesos electorales de 2009, tendremos que demostrar que somos capaces de trascender nuestras diferencias; que sabemos competir en buena lid entre nosotros y aceptar los resultados que nos son adversos; que estamos en aptitud de construir razonadamente una posición común, y que podemos encaminar generosamente nuestra acción colectiva”.
—“… (demostrar) que sabemos competir en buena lid entre nosotros”, dijo en un momento de su entusiasta discurso del sábado anterior.
Y cualquiera —sin ánimo de joder, pues— se puede preguntar a sí mismo (nadie más le va a contestar), ¿competir desde la unanimidad vertical de una decisión tomada por el Presidente? ¿Buena lid? ¿Cuál, si no hubo lid?
Rafael Cardona, “El cristalazo”, Crónica, 10 de diciembre.

Al margen de las autoproclamadas declaraciones de independencia política y personal de Martínez Cázares, lo que ocurrió en el PAN fue una réplica burda -un dedazo más que evidente- del viejo modelo priista, en que el presidente de la República era amo y señor en su partido.
Todo indica que Calderón aspira a lo mismo, controlar al mismo tiempo al gobierno y al panismo, que en este proceso de sucesión en el liderazgo del mismo, se sometió al designio presidencial para revivir, en la práctica, el modelo priista de partido de Estado.
Los objetivos de Calderón al parecer son varios, según los ha dejado ver el propio presidente de la República: primero hacer que su generación, la que él llama "ganadora", se mantenga en el poder por varios sexenios y, segundo, convertirse en el eje de lo que define como proceso de cambio democrático para el país.
En estos propósitos, Calderón establece un paralelismo -voluntario o no- con el expresidente Carlos Salinas de Gortari, quien en su momento se propuso metas similares, con los lamentables resultados ya conocidos.
Desde un enfoque más histórico, el michoacano replica lo hecho hace más de 70 años por Plutarco Elías Calles, quien dio origen al modelo partido-gobierno que rigió el país durante siete décadas y que instauró un sistema profundamente autoritario, que concluyó con el triunfo del panista Vicente Fox en el año 2000, con lo que se dio paso a la alternancia en el poder.
Alejandro Ramos Esquivel, “Redes de poder”, El Financiero, 10 de diciembre.

El PAN es calderonista hasta las cachas. Todo indica que no habrá distancias entre Felipe Calderón y su nuevo líder, Germán Martínez Cázares.
La visión presidencialista del manejo del poder público era necesaria para responder a los desafíos recientes, pero los diversos problemas se han acomodado: combate al narcotráfico, reprobación desde la oposición, “fuego amigo” entre panistas.
Felipe Calderón le ganó el juego a Manuel Espino este fin de semana, como estaba previsto.
Juan Arvizu, “Vitral Político”, El Gráfico, 10 de diciembre.

Tan fuerte es el fierro de Los Pinos en la zalea política de Martínez (como en los viejos tiempos del PRI: el partido-gobierno), que el “doctrinario” Germán creyó imprescindible iniciar su gestión con alocuciones en las que quiso aparentar distancia e independencia del clarísimo dedazo felipista que al ser tan fuerte y evidente inhibió cualquier otra postulación, sabedores todos los panistas de que había un candidato oficial y que la maquinaria oficial trabajaba en su favor (aun así, en una mínima muestra de protesta anónima, 11 de 341 votos fueron anulados en la sesión electoral del consejo nacional panista). El sucesor de Manuel Espino tiene una fijación de bravuconería intelectual en presunta “defensa” de quien lo hizo secretario federal de la función pública (cargo que desempeñó con extrema improductividad), aspirante único al liderazgo panista y, ahora, secretario de Estado de acción nacional: “¡Éste es tu partido, presidente Felipe Calderón!”, dijo el día de su asunción. Además, ha llamado a recuperar la plaza pública “que algunos de nuestros adversarios han llenado de odio y demagogia”, hizo parábolas de retoños priístas que pretenden convertirse en bosque de impunidad, y criticó al partido del “tropel” en Catedral
Julio Hernández López, “Astillero”, La Jornada, 10 de diciembre.

A más de un año de su atropellada jura de oficina, y a uno y medio del fraude que lo encaramó en el puesto, Felipe Calderón logra, por fin, el control de su partido: el PAN de las familias que lo han mangoneado a su albedrío y deleite, los así llamados doctrinarios. Mediante un acto del añejo autoritarismo priísta, expulsó a los yunqueros que lo disputaban con rezos y denuestos, aunque, por lo que se ve, algunos remanentes merodearán por los puestos de jerarquía. Felipe formó ya, para su sosiego, el temible equipo de confianza que requiere una vez que la ilegitimidad de su origen la siente superada. La polarización social quedó atrás, afirmó. Hecho difundido por él con ecos en multitud de sus apoyadores con acceso irrestricto a los medios masivos de comunicación.
Otro michoacano que lo ha acompañado en su corta carrera será el amanuense principal a cargo de la tarea partidaria. Dos jóvenes panistas, con los que formará un triunvirato de recambio generacional, le operarán las urgencias de la precaria gobernabilidad que hoy se vive en México. Poco parece importar que el método a emplear sea el de las muchas pruebas y los caros errores. No hay que escatimar reconocimiento a este proclamado logro para él y para los inexpertos seguidores que lo rodean en Los Pinos: esa rala palomilla a quien le ha entregado, por gracia propia, sustantivas tajadas de las prerrogativas del Ejecutivo federal. Ahora podrá ensayar otras concertacesiones, adicionales a las que presume haber conseguido. Ahora podrá hacer el sereno recuento de sus ya lejanos padecimientos. En la distancia de la anécdota quedó la alarma cuando, según narración de autor, entrevió la posibilidad de que un perredista atrevido se fugara de San Lázaro con la bandera presidencial (Fox, una vez más, se había desatendido de su misión de custodio del lábaro patrio).
Luis Linares Zapata, La Jornada, 12 de diciembre.

Esta Navidad, ya le dieron al michoacano un digno presente: la democrática elección de Germán Martínez.
Jairo Calixto Albarrán, “Política cero”, Milenio, 13 de diciembre.

Con la llegada de Germán Martínez como candidato único a la dirigencia del PAN se entregó, al mismo tiempo, el control absoluto del partido a Los Pinos, como en los años dorados del PRI. Sin independencia ni autocrítica. Bajo la línea dictada por el Presidente. “Lo que no quiere Calderón es un partido que lo esté criticando”, define la prestigiada politóloga Soledad Loaeza
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 13 de diciembre.

Con Germán Martínez Cázares como líder del PAN, el presidente Calderón tendrá un respaldo inestimable, inobjetable. Errático, quien crea que en algún lugar el partido no debe apoyar a quien llevó al poder.
Oscar Mario Beteta, “En petit comité”, Milenio, 13 de diciembre.

El presidente Calderón abrió un espacio en su agenda de trabajo para asistir, junto con su esposa, Margarita Zavala, a un brindis navideño y de fin de año con diputados del PAN en un hotel del centro histórico. Gran parte del tiempo convivió con su paisano y ahora presidente de Acción Nacional, Germán Martínez. Como casi siempre en este tipo de reuniones, estuvieron presentes sus más cercanos: Juan Camilo Mouriño, jefe de la Oficina de la Presidencia, y su secretario particular, César Nava
“Bajo reserva”, El Universal, 15 de diciembre.

En realidad, el Presidente está intentando reproducir el viejo esquema del PRI, en el cual el primer mandatario era el líder real del partido y podía arbitrar conflictos y elegir candidatos. El proyecto puede parecer alcanzable y, por encima de todo, pragmático. El único problema es que el priísmo lo construyó en décadas de ejercer el gobierno y mediante una disciplina interna basada en la eficacia electoral del partido. Como aspiración puede ser válida, pero Calderón y Martínez cometen un error si creen que pueden reproducirlo en el corto plazo y con la misma eficacia.
Pero quizá el verdadero peligro se encuentre en que realmente pueda alcanzar el control de la Cámara de Diputados porque entonces no habrá ningún impedimento para que el Ejecutivo imponga cualquier medida que juzgue adecuada, en especial en los terrenos económico y social. El priísmo, como estilo político, es demasiado atractivo como para que el nuevo panismo no lo trate de incorporar. Pero habría que reconocer que para que funcione se necesita ser priísta y no sólo ensayarlo
Rogelio Hernández Rodríguez, El Universal, 15 de diciembre.

Cuarta conclusión. El engranaje político actual contrasta con el de hace seis años. El gobierno del presidente Fox no presumía de los logros que hoy sí exhibe Felipe Calderón; el PRI, a diferencia de hoy, sí tenía un liderazgo nacional (lo que sucedió después ya se sabe); el PRD no dudaba sobre su posición entorno a la de López Obrador; el PAN, aunque estable, no despuntaba por la indiferencia que existía entre gobierno y partido, a diferencia de lo que puede suceder ahora con la jefatura de Germán Martínez.
Con realidades y con conclusiones valiosas termina el año 2007. Y aunque no exento de vicisitudes ha sido un año positivo para México.
Rogelio Carbajal Tejada, Crónica, 17 de diciembre.

La imposición de Germán Martínez al frente de Acción Nacional muestra que las prioridades del Presidente están cambiando. Los acuerdos con el PRI para sacar las reformas y obtener niveles manejables de gobernabilidad, dejarán su lugar al posicionamiento panista para la elección federal intermedia. Felipe pavimentó el camino por el que transitará su partido con el desplazamiento de Manuel Espino y el brutal desgaste mediático de la pareja Fox-Sahagún. La banda dobló las manos. Calderón tiene control del partido y se hará sentir en las estrategias de proselitismo, en la selección de candidatos y en los amarres con los patrocinadores de la iniciativa privada.
Juan Manuel Asai, “Códice”, Crónica, 27 de diciembre.

La elección de Germán Martínez a la presidencia del Partido Acción Nacional no fue únicamente un proceso de renovación del liderazgo partidista, sino que fue una operación de rescate del partido de manos de los foxistas que encabeza Manuel Espino. El hecho de que sólo se hubiera presentado un candidato en esta elección interna es una prueba de que este grupo era minoritario dentro de la misma organización y de que su fuerza dependía directamente del apoyo que recibía de la Presidencia de la República. La capacidad de Espino de mantenerse al frente del partido llegó a su fin el mismo día que se terminó el mandato de Vicente Fox. / Este episodio pone al descubierto la inevitable relación de dependencia que se desarrolla entre el jefe del Ejecutivo y su partido. En un régimen presidencial, como el mexicano, los destinos de ambos están vinculados; y los equilibrios entre ellos son asimétricos. Más allá de lo que quiera o desee el líder del partido, no podrá impedir que el peso de la Presidencia de la República –así fuera inercial– se le imponga; y tampoco podrá dejar de cumplir la función central que hoy le corresponde: apoyar al gobierno del presidente Calderón, y más allá de lo que éste juzgue conveniente o deseable, casi por reflejo condicionado esperará que su partido lo apoye y recurrirá a él para promover sus políticas de gobierno. Así que el fantasma que los panistas querían conjurar, volverse un nuevo PRI, un mero instrumento de la voluntad de Los Pinos, ha vuelto a levantarse como hace siete años, pero ahora con mucho más fuerza y por muchas razones, entre ellas porque a diferencia de Vicente Fox, Felipe Calderón cuenta con el respaldo de la dirigencia y de la base del partido, de la estructura toda de la organización. Calderón es uno de los suyos, Fox nunca lo fue realmente.
Soledad Loaeza, La Jornada, 27 de diciembre.

La familia panista aprovechó el viaje urgente de los mandatarios, para juntarse a comer. El Presidente tuvo el cubierto principal y el secundario fue para su amigo, hoy líder nacional del partido, Germán Martínez Cázares. El resto de los comensales, ayer en Los Pinos, fueron los gobernadores estatales emanados de Acción Nacional, en su primer encuentro del año con el jefe del Ejecutivo
“Frentes Políticos”, Excélsior, 10 de enero.

Que hablando de puertas cerradas, nadie quiso comentar algo sobre la comida de ayer en Los Pinos, a la que asistieron los gobernadores del PAN y el presidente del partido Germán Martínez. Ni siquiera que haya sido muy cordial o cosas por el estilo. Al pan, pan…
“Trascendió”, Milenio, 10 de enero.

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