CARMEN ARISTEGUI SALE DE W RADIO. 4. EL DESEMPEÑO DE LA CONDUCTORA.

En este ítem sistematizamos dieciocho comentarios, 10.05% de los 179 recopilados para este ejercicio, que dan cuenta del desempeño de Carmen Aristegui al frente del espacio matutino de W Radio.

Y Desfiladero saluda con el corazón en la mano a Carmen Aristegui, cuya expulsión de Televisa Radio confirma que el miedo de la derecha golpista a la verdad sigue y sigue y sigue creciendo
Jaime Avilés, “Desfiladero”, La Jornada, 5 de enero.

Cuando una periodista independiente, honesta y crítica como Carmen Aristegui hace un contrato para trabajar en la empresa W Radio, del grupo Televisa-PRISA, sabe, porque es una mujer inteligente, que la estación no es en realidad “su” estación, la cabina no es “su” cabina y el micrófono no es “su” micrófono. Sólo sus ideas son sus ideas. Juega un juego de lobos y corderos, y ella no es exactamente la parte fuerte. (A pesar de todo, vale la pena correr el riesgo.) Quizá su contrato hubiera durado más tiempo, pero en el camino se atravesó la campaña presidencial. A juicio del ganador oficial, seguía dando oxígeno a su adversario, que no aceptó el resultado de la votación y constituyó un “gobierno legítimo”. Con frecuencia aparecía Andrés Manuel López Obrador en el programa de Carmen y lo tomaba como sillón de siquiatra para descargar sus duras opiniones, aunque sin duda sabía que ponía en riesgo la estabilidad laboral de la conductora. Así son los políticos de todos los partidos: su negocio es el poder, lo demás es secundario. En resumen: la línea editorial no convenía a los intereses de Televisa, cuyo elenco de conductores está al servicio del calderonismo. Y no le tembló la mano para sacarla
Enrique Galván Ochoa, “Dinero”, La Jornada, 6 de enero.

Carmen Aristegui, como muchas figuras que usted conoce y admira tanto como yo, pertenece a otra escuela, pelea sola, no pueden jugar a hacerle la chamba a alguien más ni a doblar las manos para que el noticiario estelar se lleve las exclusivas que ella podría conseguir más rápido y mejor.
Lo que sucedió el viernes pasado en W Radio es más importante de lo que parece, fue un choque más entre lo corporativo y lo individual, algo que también tiene que ver con las batallas que usted y yo libramos todos los días, algo como para ponerse a pensar largo y tendido.
¿A poco no?
Álvaro Cueva, “Ojo por ojo”, Milenio, 6 de enero.

Sin duda, Carmen Aristegui ha sido en los últimos años, junto con otros periodistas y comunicadores, emblemática en el esfuerzo de hacer un periodismo distinto y ofrecer al público posiciones para la diversidad, la opinión y la expresión de la diferencia en nuestro país.
Hoy es fundamental para nuestra democracia comprender que, los medios de comunicación, si bien constituyen empresas del sector privado, de acuerdo con nuestra Carta Magna y nuestras demás leyes son empresas de un carácter muy especial: permiten dinamizar la economía; ampliar el espectro del llamado “mercado político”; contribuyen al esparcimiento y la diversión de las personas y, sobre todo, son los espacios más importantes para garantizar la libertad de expresión; en síntesis, cumplen con una función social irreemplazable. Empero, en el momento en que los medios renuncian a estas tareas pueden convertirse en aliados de intereses contrarios al interés público, al que, de acuerdo con nuestro marco jurídico, se deben.
Mario Luis Fuentes, Excélsior, 7 de enero.

Sabíamos desde hace meses que Televisa no gustaba ya de la posición de Aristegui, probablemente a partir de su crítica abierta y sin ambages a las leyes de Medios y de Telecomunicaciones. Y por ello no fue casual que desde 2006 se suspendiera la transmisión televisiva que la empresa hacía del programa radiofónico de Carmen, debido a “fallas técnicas” (que se prolongaron por meses, sin poder jamás ser superadas). Más tarde vino el respaldo de la conductora al golpe que la Suprema Corte propinó a la reforma mediática. Y recientemente defendió también la reforma electoral, con todo y el crucial asunto de los medios oficiales.
José Antonio Crespo, “Horizonte Político”, Excélsior, 7 de enero.

Carmen nació plural, atendiendo siempre a todas las voces, aunque se le acusa de lopezobradorista, eso, cuando a los demás, sus críticos, nadie les dice calderonistas —y hoy lo son más que nunca, como sucede con los que invariablemente están con el Presidente en turno sin objeciones ni críticas de por medio. Esos son los que a la larga terminan sin nombre en su historia profesional: son sólo instrumento del medio de comunicación en el que laboran (y claro que también en la izquierda se dan casos, pero en la derecha hay harta abundancia de lo que digo).
Pierden ellos, no Carmen. Y de momento perdemos los radioescuchas, pero no Aristegui.
Braulio Peralta, “La letra desobediente”, Milenio, 7 de enero.

Coincidí con Carmen Aristegui en Imevisión al principio de la década de los años 80. La recuerdo accesible, siempre sonriente; platicando, con conocimiento de causa, de los resultados del futbol con los chicos del staff. Hace poco la vi, transformada en una celebridad, conduciendo un evento de la organización Semillas en el auditorio del Museo de Antropología. La gente se arremolinaba para tomarse una foto con ella. Una bella joven se le acercó y le dijo que para las mujeres era un honor que ella, Carmen, las representara en los medios de comunicación. Lo relato porque me consta.
Juan Manuel Asai, “Códice”, Crónica, 8 de enero.

Hubo en aquella ocasión presencias de comunicadores que dolieron en el alma, y aunque varios de ellos tenían rostros adustos, ahí estuvieron, sometidos al ridículo que unas horas antes había urdido en su oficina, con las principales cabezas de la CIRT, el vicepresidente ejecutivo de Televisa, Bernardo Gómez, quien mostró interés en saber qué iba a hacer ante esa convocatoria Carmen Aristegui.
No era difícil predecirlo, no se presentó. Y aunque ahí estaban varios de sus colegas de W Radio y el mismísimo representante de Prisa en México, Javier Mérida, Aristegui no sólo no se prestó a que utilizaran su credibilidad, sino que una semana después escribió con todas sus letras en Reforma: “Trabajo en los medios. Soy periodista de la radio y la televisión. He seguido de cerca, como muchos otros, los acontecimientos más relevantes de este país en materia legislativa, política y social de los últimos años.
“Creo que frente a los insólitos acontecimientos que hemos presenciando millones de mexicanos en los últimos días, la abstención y el disimulo no tienen cabida. Me pronuncio, desde aquí, abiertamente a favor de la reforma electoral aprobada la noche del miércoles por el Senado de la República. Me pronuncio en contra del despliegue de fuerza e intimidación que se ha desatado en el más amplio espectro de los medios en el país en contra de los poderes establecidos, particularmente los del Congreso, por razones que distan mucho de las esgrimidas en esta pretendida cruzada libertaria. Me preocupa el tufillo golpista que percibo en algunos de mis colegas. No comparto en modo alguno la idea de que esta reforma constitucional ponga en riesgo ni mi libertad, ni la de ningún ciudadano de este país, para expresar opiniones de ningún tipo”.
Y esto es parte de lo que le cobran a Carmen Aristegui cuando deciden cancelarle su programa en W Radio y no renovarle contrato; esa conducta de independencia que la traducen en “individualismo”.
Javier Corral, El Universal, 8 de enero.

Estimo, aprecio a Carmen desde hace muchos años. Siempre la he considerado una periodista sagaz y que ha logrado un estilo de comunicación con su público basado en el abordaje directo de los temas. En lo personal, no he estado de acuerdo en la forma en que ha tratado Carmen varios de los asuntos de la agenda nacional en los últimos años. Pero me imagino que ella tampoco debe haber estado de acuerdo con este autor en muchas ocasiones y, en última instancia, lo que importa, si existen, como ocurre con Carmen, respeto, apertura y seriedad para exponer las opiniones, es el lector, el radioescucha, el televidente, con esa oferta de opiniones, el que puede formar, a través de ellas, su respectiva opinión
Jorge Fernández Menéndez, “Razones”, Excélsior, 8 de enero.

A Carmen, sin embargo, no se le despide únicamente por lo que ha hecho, sino, de manera primordial, por lo que podría representar en el próximo futuro, que ya se configura desde los centros decisorios de dentro y fuera del país. Y esto es lo interesante de un movimiento que bien puede ser llamado de acción preventiva empresarial.
En efecto, sobre la evaluación que se hace de su trayectoria pesan sus propias posturas, enfoques y agenda sobre espinosos temas. Todos ya bien examinados por distintos articulistas y actores de la vida pública. Muchos de los cuales, por no decir que todos ellos, incómodos para las derechas y distanciados de la línea oficial. En ese segmento ideológico y programático, crecientemente conservador y hasta reaccionario, Aristegui hizo muchos enemigos jurados y otros tantos celosos rivales que no podían menos que reaccionar en defensa de sus posiciones y de sus inocultables ambiciones. Al mismo tiempo, y por contraste necesario, se acercó a otro segmento del mercado radiofónico. Uno, muy vasto, que se ha dejado de lado por aquellos afiliados a la oficialidad: el del centro y la izquierda nacionales. Así se da esa confluencia, antes mencionada, que determinó su airosa y digna salida. El costo para con los autores de tan inicua medida preventiva es sustancial. Pero los intereses que se defienden por parte de esas tres fuerzas en movimiento es, también, inmenso: el petróleo y, más ampliamente, el control de los negocios con la energía de México.
Luis Linares Zapata, La Jornada, 9 de enero.

Sinceramente, son muchas más las veces que he disentido de las opiniones de Carmen Aristegui que las que he coincidido con ellas. Me gustaba más la Carmen liberal que la Carmen lopezobradorista. Me gustaba más la Carmen que moderó el primer debate presidencial (en 1994) que la Carmen que supuso que poseer el padrón electoral constituía un delito en ese ámbito, siendo que todos los partidos tienen el derecho, por ley, a una copia. Su desempeño en la campaña le valió que muchos la llamaran, incluso, “la comandanta Aristegui”, en clara alusión a su preferencia política personal. ¿Se vale opinar? Por supuesto que se vale. Es más: en una democracia resulta absolutamente necesario (y beneficioso) que los comunicadores dejen a un lado la cachucha de la supuesta “objetividad” periodística, porque ésta, simplemente, no existe. Pero, en todo caso, no se vale convertir en noticia algo que simplemente es una opinión. Son cosas distintas. Carmen ha sido controvertida, provocadora, fundamentalista a veces, sí, pero imprescindible. Igual que muchos de mis colegas periodistas en la radio, la televisión, el periodismo escrito. A Carmen Aristegui se le va a extrañar (y ojalá no por mucho tiempo), incluso si el desacuerdo ocupara siempre mi ánimo como colega y radioescucha. Pero, como diría la cita (muy citable en este caso) de Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.
Yuriria Sierra, “Nudo gordiano”, Excélsior, 9 de enero.

Un matiz indispensable. Carmen no era una representante "orgánica" del centro-izquierda; lo que hacía era darle una gran atención a los asuntos que inquietan a este sector concentrándose, para ello, en asuntos paradigmáticos. Existen, por supuesto, otros conductores haciendo lo mismo. La diferencia está en el tamaño de la plataforma. La ahora desempleada tenía a su disposición 20 horas a la semana en una estación, la W Radio, que llega a todos los rincones del país envuelta en el halo de la tradición y sintetizando, de manera simbólica, el México de hoy y el de antaño. Entre las seis y las diez de la mañana escuchábamos dramones mucho más inquietantes por reales que las lacrimosas telenovelas que llenan las tardes y las noches mexicanas. Su impacto era enorme, sus consecuencias medibles.
Cada noche Carmen cerraba la pinza con media hora en el influyente CNN en español. Si la periodista adquirió tanto protagonismo fue por sus méritos y porque no había quien la acompañara en las grandes ligas. El brillo alimentó la inquina de quienes vieron afectados sus intereses... y la convirtieron en un peligro para el México de los poderes fácticos.
Sergio Aguayo Quesada, Reforma, 9 de enero.

La idea, avanzada por Ciro Gómez Leyva en uno de sus condensados artículos, de reducir el asunto a un diferendo entre una conductora y los burócratas que manejan la estación (W), es simplista, por decir lo menos. Si ése fuera el caso, los dos sujetos mencionados por la crítica ya hubieran tenido que dejar esa estación por el daño ocasionado a la imagen y objetivos de sus patrones. A Calderón por inducir su salida a través de su cuñado, aun cuando éste niegue su directa participación. A Televisa por cobrar venganzas indebidas y torpes.
Aristegui no asistió al descomunal acto de fuerza de los concesionarios frente al Senado y sostuvo posturas independientes y diferenciadas en cuanto a la ley de medios, dando cabida a disidentes para informar mejor a la ciudadanía. Y, sobre todo, ha afectado la imagen imperial que tanto las empresas españolas como su gobierno se van labrando y donde Prisa es factor primordial.
Luis Linares Zapata, La Jornada, 9 de enero.

En días recientes he pensado mucho en aquel poema de José Emilio Pacheco que dice: "no amo a mi patria. Su fulgor abstracto es inasible. Pero (aunque suene mal) daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques, desiertos, fortalezas, una ciudad desecha, gris monstruosa, varias figuras de su historia, montañas -y tres o cuatro ríos". José Emilio tiene su lista de lo mejor de México y yo la mía; esa lista que es combustible y motor, estandarte y bandera. Esa enumeración para seguir creyendo que lo difícil se hace con rapidez pero lo imposible toma un poco más de tiempo. Las razones por las cuales vale la pena no perder la fe en este país maltrecho y abandonar la lucha compartida por cambiar su faz. Y entre esos motivos, la sonrisa de Carmen Aristegui.
Esa sonrisa franca, abierta, luminosa, fresca, generosa. La sonrisa de alguien que entiende al periodismo como profesión enraizada en una posición moral. De alguien que mira a México tal como es y no puede evitar juzgarlo. De alguien abocada a construir un país donde también quepan los pobres. De alguien convencida de que la libertad existe, aunque tantos se empeñen en coartarla. Escéptica ante la autoridad, insaciable ante la información, imbuida por las ganas de empujar los límites de lo posible, comprometida con llevar la nota hasta sus últimas consecuencias, defensora del debate en todas sus formas. Empeñada en confrontar al poder con la verdad.
Denise Dresser, Reforma, 10 de enero.

En México, más del 60 por ciento del público tiene como única fuente de información una televisión dominada por un duopolio abiertamente parcial en favor de los intereses creados, del statu quo. En el otro extremo está la prensa escrita, donde se encuentran las noticias detalladas y un arco iris de interpretaciones, pero que sólo es consultada por una auténtica minoría. En semejante situación, la radio aparece como el único medio masivo donde un periodismo independiente puede intentar neutralizar la feroz y sistemática parcialidad informativa de la televisión, de ahí la importancia de espacios como el que acaba de cerrarse en W Radio.
Televisa y Televisión Azteca elaboran una gama de noticieros que, históricamente, han estado al servicio de ellas mismas, del gobierno y de los intereses de las grandes concentraciones de capital. Una buena parte de la radio sigue o se somete al modelo dominante en la televisión y apenas un puñado de equipos en ese espacio se han sustraído a esa manipulación. Es dentro de esa minoría que Carmen Aristegui destacó. Y pudo hacerlo desde instalaciones que no le pertenecían -desde Televisa- porque contó con el apoyo de Prisa, dueña de la mitad de las acciones de Radiópolis. Pero ese apoyo se acabó y el grupo español entregó la cabeza de la conductora a quien la había deseado de tiempo atrás: a su socio mexicano, decisión que no debió desagradar a un gobierno cuya base política es débil y se siente amenazado por la información presentada en un contexto independiente y crítico.
Lorenzo Meyer, “Agenda ciudadana”, Reforma, 10 de enero.

El éxito de Carmen es que no era una simple lectora de contenidos cocinados de manera centralizada en una jefatura de redacción o información para homologar y por lo tanto controlar lo que sale al aire. Es justamente ese modelito que se ha ido imponiendo de manera lenta en varias emisoras lo que ha repercutido en un panorama informativo árido, maniqueo y con muchos nombres en el cuadrante pero vestidos con el mismo uniforme, aunque algunos más gritones.
Carmen tenía el control de su programa. Con mesurados contrapesos, ella gozaba de la capacidad para decidir a quienes invitaba o cuestionaba. Además de estar al tanto de los contenidos que salían al aire. Esto que han dado en llamar “starsystem”, no es más que el trabajo periodístico responsable y sigue operando en otras radiodifusoras con la mala fortuna para los radioescuchas de quienes gozan de este privilegio, no lo saben aprovechar para abrir el abanico de lo que se transmite.
David Gutiérrez Fuentes, “Perro Mundo”, Crónica, 10 de enero.

Lo que le ha ocurrido a Carmen Aristegui la trasciende; su futuro será una prueba para la democracia mexicana y su caso un síntoma de aquello que la aprisiona. La polarización política que aún persiste y que tanto los panistas como los lópezobradoristas se empeñan en perpetuar. Las ofrendas políticas que los medios parecen estar dispuestos a ofrecerle al Presidente y a quienes lo rodean. El servilismo de tantos que se acomodan para quedar bien con Los Pinos y sus habitantes. La falsa ingenuidad de comentaristas que niegan los vericuetos políticos de esta historia. Y los problemas estructurales que todo ello revela: un sistema político que con demasiada frecuencia sigue operando conforme a las prácticas del pasado. Ese pasado hecho presente donde la concentración del poder -político, económico, mediático- lleva a su abuso.
Porque en palabras de E.B. White: "cuando hay muchos dueños, cada uno persiguiendo su propia versión de la verdad, nosotros podemos arribar a la verdad y albergarnos en su luz". Es sólo cuando hay un manojo de dueños que la verdad se vuelve elusiva y la luz palidece, como está ocurriendo hoy y como el caso de Carmen Aristegui ha evidenciado. La concentración mediática en México le da demasiado poder a quienes lo ejercen de mala manera. A la alianza Prisa-Televisa que sacrifica -con criterios poco claros- a una conductora garante del éxito comercial. A los directivos de la W que desmantelan -sin la menor lógica empresarial- a la estación en su momento de mayor éxito. A todos aquellos que argumentan -de forma tramposa- la "incompatibilidad editorial" con una periodista a la cual nunca le aclaran los motivos de la desavenencia. A los que dicen -de manera desinformada o deshonesta- que el despido de Carmen se trata de una decisión corporativa-apolítica, e ignoran las señales acumuladas de que no fue así.
Denise Dresser, Reforma, 10 de enero.

No es trivial en este país y en estos tiempos, y peor todavía en medio del intenso debate sobre las amenazas a la libertad de expresión, tomar la decisión empresarial de cercenar de esta manera un espacio informativo. Las razones corporativas, el éxito en otros países del modelo editorial que se pretende poner en práctica, la negativa aparente de Carmen a plegarse a esos criterios, no son ni suficientes ni creíbles ni mucho menos satisfactorias para los muchos ciudadanos que habíamos constituido en torno a ese programa, a fuerza de avidez informativa, costumbre y puntualidad, una verdadera comunidad. Hay espacios en los medios de comunicación, como el de Carmen Aristegui, que se tornan imprescindibles, cobran vida propia y se vuelven de alguna manera una especie de patrimonio de la sociedad. El concesionario debe estar consciente de esto y actuar en consecuencia. No puede simplemente sacar el sable y cortar cabezas.
Epigmenio Ibarra, Milenio, 11 de enero.

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