CARMEN ARISTEGUI SALE DE W RADIO. 3. TELEVISA-GRUPO PRISA.

Como se hizo notar en la Presentación, la alianza entre Televisa y el grupo español Prisa –misma que data de octubre del 2000- fue objeto de 34 comentarios, 18.99% de los 179 sistematizados para el tema: dicho sea de paso, el ítem más elevado de los nueve que comprende el ejercicio. Los columnistas y articulistas que seguimos cotidianamente se centran en este punto tanto para reflexionar sobre el desempeño de la alianza –y del Prisa en particular- como para contextualizar la salida de Carmen Aristegui.

En el momento de mayor éxito de la estación, cuando habían logrado construir una atractiva y escuchada barra informativa y de opinión, cambios internos comenzaron a provocar fracturas, rupturas y desprendimientos en su equipo de conductores y comentaristas.
A partir de la salida de Raúl Rodríguez de la dirección, ocurrida en septiembre de 2006, justo después de las complicadas elecciones presidenciales en México, comenzaron una serie de movimientos en la estación.
Paradójicamente, mientras Rodríguez era regresado a España y premiado con un alto cargo en el área de contenidos de la Cadena SER, por el éxito de Prisa en su primera incursión en la radio mexicana, el proyecto por el que lo premiaban comenzaba a tambalearse bajo la nueva dirección.
Salvador García Soto, “Serpientes y escaleras”, El Universal, 5 de enero.

Javier Mérida llegó unas semanas antes de la salida de Rodríguez, para recibir la dirección del Sistema Radiópolis. Originario de Andalucía, el directivo llegaba con el cartel de haber dirigido una de las cadenas regionales de SER en el sur de España, que había logrado un exitoso modelo de ventas comerciales.
De hecho, cuando Mérida se presentó con el cuerpo directivo de W, aseguró que el encargo de los altos mandos de Prisa era “hacer crecer las ventas de la estación y reestructurar la parte comercial”.
Con la nueva dirección llegaron también nuevas decisiones en el manejo interno de la estación, sobre todo en el área de noticieros. Como segundo de Mérida fue contratado el periodista mexicano Daniel Moreno, con trayectoria en prensa escrita.
Salvador García Soto, “Serpientes y escaleras”, El Universal, 5 de enero.

Prisa convenció a sus socios de la necesidad de ganar credibilidad y audiencia con una cobertura informativa independiente y plural, tal como lo consiguieron en otros países. El buque insignia del grupo, el periódico El País, se considera portador de una línea editorial de centro izquierda moderada, y tal fue el diseño de la barra informativa de la nueva W.
El noticiero de Carmen se convirtió en una poderosa ancla para W Radio. En pocos años ascendió posiciones entre más de una veintena de noticieros matutinos, el horario más disputado de la radio, y logró consolidarse en una segunda posición, apenas detrás del legendario Gutiérrez Vivó.
No fueron pocos los callos pisados por el estilo franco e incorruptible de la periodista. Pero los españoles tuvieron la capacidad de contener las molestias de Televisa, gracias a los resultados comerciales, de audiencia y de credibilidad alcanzados por Aristegui. Sin embargo, algo cambió en el segundo semestre de 2006.
Las razones que llevaron a retirar el apoyo a Carmen por parte de Prisa sólo pueden especularse, pero están a la vista. En septiembre del 2006, una vez confirmado el triunfo de Calderón, el Grupo Prisa, que alguna vez fue acusado de simpatizar con López Obrador, comenzó a hacer cambios de fondo. Regresaron a España a Raúl Rodríguez, quien fue responsable de la nueva W, y trajeron como director a Javier Mérida, un ejecutivo con orientación más comercial.
Jorge Zepeda Patterson, El Universal, 6 de enero.

A pesar de que W Radio (la legendaria XEW) representa una de las raíces más profundas de Televisa, es algo así como un apéndice incómodo para el consorcio de Emilio Azcárraga Jean.
Su administración le corresponde en parte a Televisa, pero también le corresponde, en un porcentaje impresionantemente alto, al grupo español Prisa.
¿Qué tiene esto de relevante?
Que, por un lado, es una herida abierta para muchas personas que quisieran que la XEW siguiera siendo ciento por ciento mexicana.
Y, por el otro, como las ganancias que deja esta estación no son en su totalidad para un mismo dueño, a la hora de los trancazos W Radio no es tan importante como Unicable, Esmas o TVyNovelas.
Álvaro Cueva, “Ojo por ojo”, Milenio, 6 de enero.

Quizá el verdadero cambio de fondo fue la contratación por parte del Grupo Prisa de Juan Ignacio Zavala, cuñado de Felipe Calderón y vocero de su campaña presidencial. En su momento, se asumió que la contratación del hermano de la primera dama tenía como propósito apuntalar las relaciones públicas del grupo español con el nuevo gobierno, de cara a sus intereses comerciales en el ámbito editorial. El origen del imperio de la familia Polanco, principales accionistas de Prisa, se remonta a Santillana, la poderosa editorial de libros de texto. En gran medida el éxito de esta editorial ha residido en su capacidad para mantener relaciones cercanas con los gobiernos latinoamericanos (y sus compras en el sector educativo) y México no es la excepción. La incorporación de Zavala parecía un simple gesto de buena voluntad hacia el Presidente, quien por razones de parentesco estaba condenado a dejar fuera del gabinete a uno de sus hombres claves.
Nadie creía que Zavala habría de tener injerencia en los contenidos informativos del grupo. Sin embargo, fue él quien reclutó al periodista Daniel Moreno como segundo de a bordo de la W, a quien se le encargaron las modificaciones en materia de información. Carlos Loret abandonó pocas semanas más tarde el noticiero del mediodía en búsqueda de mayor independencia (Moreno insiste en que fue un tema de dinero); dos elementos del programa El Weso fueron separados de éste por su línea crítica; y finalmente se dio por terminado el contrato con Aristegui. Ironías de la vida, Daniel Moreno, responsable del desmantelamiento del aparato crítico de la W, había salido meses antes de la dirección del periódico Excélsior, por oponerse a las presiones comerciales en la línea editorial del diario. Razones muy similares a las que llevan a Aristegui a salir de la W
Jorge Zepeda Patterson, El Universal, 6 de enero.

No tengo argumentos como para decir que el gobierno le pidió a W Radio la cabeza de Carmen Aristegui, pero me queda claro que a pesar de la inmensa popularidad de esta periodista, no cualquiera la recibiría con los brazos abiertos.
¿Por qué?
No por su valentía, sino porque algunas marcas no verían con buenos ojos su presencia y en esta industria, más que las autoridades, los que mandan son los anunciantes.
Pero, por otro lado, le decía que yo creo que no hubo censura. Hubo algo que batallamos para manejar en la comunicación del siglo XXI: lo corporativo.
Álvaro Cueva, “Ojo por ojo”, Milenio, 6 de enero.

A primera vista, el alineamiento de Prisa con su socio mexicano parece una mala decisión de negocios, pues ninguna empresa se deshace de uno de sus activos principales (lo que es admitido por la X, que reconoce "la dedicación y profesionalismo" de la conductora a la que despide, lo mismo que agradece su "trabajo y calidad profesional"). Sin embargo, tal vez se trata de una decisión estratégica, encaminada a fortalecer la posición del consorcio de la familia Polanco ante el gobierno mexicano, en la misma dirección que lo llevó a contratar los servicios de José Ignacio Zavala, cuñado del presidente Calderón. En la oficina presidencial generaba irritación creciente la conducta de la comunicadora, de la que torpemente se esperaba una actitud solidaria como si el antiguo partido de oposición, que necesitó y obtuvo de ella espacios para su desarrollo, fuera el mismo partido que hoy está en el poder.
Miguel Ángel Granados Chapa, “Plaza Pública”, Reforma, 6 de enero.

Pensé y comenté la idea de titular este artículo así: ¡Por qué no te callas, Carmen! Pero la referencia con el personaje Hugo Chávez es del todo inaceptable. Sin embargo, hay muchas cosas en común entre el comportamiento de Juan Carlos de Borbón en la cumbre Iberoamericana de Chile al tratar de callar los parloteos –bastante sustentados, por otro lado, pero desagradablemente presentados– de Chávez, y la determinación del grupo español Prisa para no dar continuidad al contrato de Carmen Aristegui en la W Radio.
En ambos casos se manifiesta claramente la renovada intención hegemonista de los representantes del Estado español sobre América Latina, que ya algunos califican como francamente neocolonialista. No importa si al país lo gobierna el Partido Popular o el Socialista y su coalición, en cualquier caso se representan los intereses del gran capital hispano. Controlan algo así como 40 por ciento de la actividad bancaria mexicana y pretenden sin lugar a dudas apropiarse de parte de la generación de energía eléctrica, del petróleo y hasta del agua; por eso fue Rodríguez Zapatero uno de los primeros en reconocer a Calderón como presidente, antes aun que el tribunal electoral de nuestro país. López Obrador manifestaba una oposición al desarrollo de sus propósitos económicos. Su rey Juan Carlos de Borbón es el jefe del Estado español, seguramente “por la gracia de Dios” porque nadie ha votado nunca por él ni tal cosa se plantea, y cualquier manifestación en su contra recibe las protestas más airadas de los grandes partidos. (Y recordando una de Sabina: “es que tiene gracia, ¿esto es democracia?”)
Aurelio Fernández, La Jornada, 7 de enero.

LA SALIDA de Carmen Aristegui de La W merece más de una lectura, pues se trata de la conductora de mayor prestigio en los medios electrónicos, cuya postura progresista y crítica genera críticas en grupos específicos dentro y fuera del gobierno, que, sin embargo, nunca han parecido incomodarse ante tanto conductor oficialista y venal. La W es administrada por el grupo español Prisa, que durante meses no sólo aguantó vara frente a presiones diversas, sino que promovió y presumió con plena justicia a Aristegui, al grado de postularla en noviembre de 2006 para el premio Ondas en España, auspiciado por Cadena Ser, el emporio radiofónico del propio Prisa. El hilo se rompió por ese extremo, pero la tensión central parece provenir de las desavenencias de Prisa con su socio mexicano, Televisa, y también de una aparente redefinición de la propia Prisa sobre su forma de operar negocios tras la muerte de don Jesús de Polanco.
Roberto Rock, “Expedientes abiertos”, El Universal, 7 de enero.

A pesar de la credibilidad y del alto nivel de audiencia, los directivos de Televisa no ocultaron, en público y en privado, su descontento con la autonomía editorial de Aristegui, sobre todo a partir de la cobertura realizada a la polémica Ley Televisa. El acoso al espacio informativo de la periodista se inició poco después de que se aprobara este ordenamiento que la Suprema Corte de Justicia de la Nación consideró anticonstitucional en sus puntos medulares. Por “problemas técnicos” se sacó de la señal televisiva de Sky, propiedad de Televisa, el noticiario de Aristegui. Nunca se restableció la señal. A finales de 2006 se incrementaron los rumores sobre el posible divorcio entre W Radio y Aristegui. Informes internos de la empresa, revelan que intercedió en ese momento el periodista José Luis Cebrián, directivo de Prisa, quien les advirtió a sus socios de Televisa: “Si tocan a Carmen, tocan a Prisa”. El distanciamiento fue público y abierto a raíz de la discusión de la reforma electoral. En su colaboración editorial para el periódico Reforma, Aristegui expresó públicamente su desacuerdo con los argumentos de sus colegas, quienes consideraban que estas reformas constituían una amenaza para la libertad de expresión. La suspensión de su contrato coincide, paradójicamente, con la difusión de spots en WRadio, en los que se reproducen declaraciones de la periodista que habla del renacimiento de la legendaria estación radiofónica.
Laura Estrada, “Sin afán de molestar”, Crónica, 7 de enero.

Si durante todo ese tiempo se mantuvo el espacio de Aristegui, no fue tanto por el respeto de Televisa a la pluralidad de opiniones ni a la libertad de expresión, que tanto dice preocuparle, sino a que el otro socio de XEW, el grupo español Prisa, la quiso mantener. Aunque llegó ya el momento en que Prisa cedió a las presiones de Televisa (y espero que sólo de Televisa). Esta televisora opera de manera tal que contrata a comunicadores con cierta credibilidad, pero imponiendo sus lineamientos editoriales (con lo que la empresa termina por beneficiarse temporalmente de la credibilidad del conductor en cuestión, hasta que ésta se agota). No funcionó así con Aristegui ni a lo largo del programa Círculo Rojo emisión con Javier Solórzano, suspendida bajo un argumento inverosímil ni durante su estancia en W Radio. En otras palabras, “hágase la libertad de expresión si acaso en las estaciones de mi compadre”
José Antonio Crespo, “Horizonte Político”, Excélsior, 7 de enero.

Porque también —ni modo de obviarlo— la W es manejada por PRISA (irónicamente el consorcio de comunicación que dirige El País), quien contrató los servicios, al inicio del sexenio, de nada menos que Juan Ignacio Zavala, hombre cercanísimo —y no sólo por ser su cuñado— a Felipe Calderón.
En fin. Elegante, Carmen decidió no dar entrevistas, anunciar con voz entrecortada que su plan para hoy, lunes en la mañana, era llevar a su querido Emilio a la escuela y escribir un artículo sobre la libertad de expresión. Por si se lo perdió, el último párrafo, más claro, imposible:
—Los intereses económicos, de negocios, políticos o de cualquier otra índole no deben, bajo ninguna circunstancia, interferir en el libre flujo de la comunicación entre emisores y receptores. Cuando esto ocurre la víctima principal es, por supuesto, la propia sociedad. La libertad de expresión es reconocida en el mundo entero como un derecho humano fundamental. De su sano ejercicio depende la viabilidad y funcionamiento de una vida democrática. La pelea por ella debe ser irrenunciable. Los intelectuales están obligados a darla
Katia D’Artigues, “Campos Elíseos”, El Universal, 7 de enero.

El despliegue de los españoles por medio del grupo de comunicación Prisa en América Latina es consistente en años recientes. Este consorcio, dueño del diario El País (en su momento ariete de la transición democrática en esa nación), de la Editorial Santillana, de varias estaciones de radio y televisión en España, incursionó hace algunos años comprando estaciones de radio en Colombia, Chile, Panamá, Argentina, Miami y otros países de este lado del mundo y se ostentan como “la mayor red de radio panamericana”. En México adquirió un cadáver llamado Televisa Radio, la célebre W, que ya nadie escuchaba, y la W FM. Actualmente cuenta con 71 estaciones. Lo hizo mediante un convenio anómalo al menos por dos conceptos: primero, porque se trata de una división de acciones de 50 por ciento exactamente entre Televisa y Prisa; y lo segundo, aún peor, que no se trata de la incorporación de “capital pasivo”, esto es, sin que tenga el control de la empresa, sino, precisamente, todo lo contrario: son ellos los que dirigen Televisa Radio. Sin empacho, los funcionarios españoles entregan tarjetas de presentación ostentándose como directivos de la firma.
Es verdad que este hecho impidió que Televisa echara desde hace casi dos años a Carmen de la estación, precisamente porque el convenio establece que son los súbditos del señor Borbón quienes deciden tal cosa. Pero el comportamiento reciente en contra de Aristegui, que es en contra de la única voz en la radio de alcance más o menos nacional que se mantuvo en una invariable línea de pluralidad y crítica consecuente frente a los graves acontecimientos que han ocurrido en México, obliga hoy a exigir una explicación de este hecho y a realizar las movilizaciones necesarias para expresar nuestro descontento.
Aurelio Fernández, La Jornada, 7 de enero.

Los más burdos dicen que se trata de un ajuste de cuentas de Televisa. Quien trabaje en esto sabrá también que Televisa no mete las manos en los noticieros de la W. Ni le importan. Asimismo, y sin una prueba, se acusa a Prisa de reprimir a Aristegui con métodos franquistas para ganar una mejor posición de negocios en México.
Me sorprendió que en esa previsible intemperie de mala leche y mentiras, alguien que sale del aire en el momento más exitoso de su carrera optara por despedirse con un mensaje tan ambiguo. Carmen fue incierta el viernes.
Daría una gran nota si contara que Prisa le pidió ya no tocar el tema de la ley Televisa, o elogiar o destruir a tal o cual personaje. Pero si sólo se trató de un choque con la burocracia de la W, cuesta entender por qué Carmen ha preferido tomar el camino de la confusión informativa y no el de la claridad periodística.
Ciro Gómez Leyva, “La historia en breve”, Milenio, 7 de enero.

Un tema que quedó en suspenso en 2007 fue la alianza de Radiópolis, que dirige Javier Mérida, y Radiorama, de Enrique Pereda. El contrato de comercialización y explotación de unas cien estaciones de esta última venció a mediados de año y la relación se mantenía con una prórroga que venció en diciembre. Hay indicios de que podría ampliarse el convenio. Y es que la postura crítica que Radiópolis asumió frente al gobierno federal impedía a Radiorama, un grupo históricamente institucional, vender publicidad, lo que enrareció la sociedad
Darío Celis, “Tiempo de negocios”, Excélsior, 9 de enero.

Qué lejos se ve en todo esto el grupo Prisa que alguna vez nos hizo pensar en abrir en México algún porcentaje a la inversión extranjera en medios. Pionero en los compromisos éticos con sus lectores y audiencias en España, podría ser referente defensa de valores frente a las presiones internas. De su Libro de Estilo —elaborado por primera vez en 1977— sacarían la fuerza de la convicción para imponerse a las mezquindades de lo efímero. Lucharían por no “convertir los medios de comunicación en armas del tráfico de influencias”, como expresó Joaquín Estefanía, el director de El País que ensanchó ese código ético. Pero se rajaron todititos, como el peor de los nuestros
Javier Corral, El Universal, 8 de enero.

Tener mejores relaciones con el grupo en el poder redunda en negocios más prósperos. La contratación de Juan Ignacio Zavala y el despido de Carmen, son, en el caso de la W, dos caras de la misma moneda. Además, no podemos olvidar que los empresarios de los medios están heridos por los cambios en las reglas de la competencia electoral y no se tentarán el corazón para defender sus intereses, que casi nunca coinciden con el interés de la audiencia.
Juan Manuel Asai, “Códice”, Crónica, 8 de enero.

Ya salió el primer pariente incómodo del sexenio. Ahora resulta que el presidente Felipe Calderón es el cuñado incómodo de Juan Ignacio Zavala, directivo del Grupo Prisa. ¿A qué viene este asunto?, se preguntará usted. Don Juan Ignacio se deslindó de la salida de la periodista Carmen Aristegui de W Radio.
“Trabajo en Prisa pero en El País, pero en nada que tenga que ver en el asunto editorial. Sólo soy de la parte comercial y de marketing. No tengo nada que ver con Prisa-Radio”, argumentó en declaraciones a medios de comunicación. Todo, todo es consecuencia de tener un cuñado incómodo en Los Pinos, nos comentan
“Bajo reserva”, El Universal, 8 de enero.

Algunos se han preguntado: ¿cómo es posible que la empresa Televisa y su socio, el grupo español Prisa, dueños de la concesión de la W Radio, hayan preferido perder dinero y desmantelar una exitosa barra de programación noticiosa? Sin saber con certeza la respuesta, podemos lanzar como hipótesis que es de tal magnitud la ganancia de esos grupos económicos, que bien se pueden dar el lujo de mover algunas piezas, con lo que pierden dinero pero logran ajustar cuentas frente a la irreverencia que significa ejercer el periodismo con independencia de los intereses corporativos. Quizá en la lógica de los dueños de Televisa eso no tiene precio.
Sin embargo, es una vergüenza que el grupo Prisa, que ha defendido una política de comunicación abierta y acorde a la democratización española, haya cedido en este caso. Desafortunadamente, todo indica que la defensa que hicieron los españoles de Aristegui en otros momentos terminó ante la presión de sus socios mexicanos
Alberto Aziz Nassif, El Universal, 8 de enero.

El programa radiofónico de Carmen Aristegui en la antigua XEW se colocó, por voluntad propia, en un sitio de obligado quiebre según la lógica del modelo de gobierno vigente. En ese punto coinciden tres diferentes conjuntos de voluminosos intereses y particulares visiones que forman parte integral del poder en México. Los tres contrarios no sólo a mucho de los contenidos, sino también a las orientaciones que la conductora imprimió en su actuación difusiva.
Por un lado, y como segmento primordial, está la actitud entreguista que abrazan con insólita fe y conveniencias el Presidente del oficialismo y sus grandes patronos. Las marcadas carencias de legitimidad de Calderón, aunadas a su pobre desempeño durante el pasado año, lo tornan por demás sensible a las diferentes opiniones, en especial aquéllas con amplia recepción entre el público. En otro de los vértices se apilan los sentires y los negocios del consorcio Televisa. Por experiencia acumulada se sabe que en esa empresa las antipatías para con todos aquellos que no le son fieles hasta la ignominia son argumentos cruciales para evaluar los futuros de personas y programas. Y, por último, la estrategia imperial de las empresas españolas y su gobierno para con los consumidores y usuarios de sus antiguas colonias en América. Una tripleta de masivos intereses frente a una sola mujer, por más que ésta haya mostrado la capacidad operativa suficiente (rating) para atraer, alrededor de sus enfoques, apertura y diversas voces, al amplio auditorio de ciudadanos que le respondió.
Luis Linares Zapata, La Jornada, 9 de enero.

Con la información proporcionada por Prisa, carece de lógica empresarial su decisión de no renovar el contrato de Carmen. Su programa tenía un rating al alza y Prisa no aclara en qué consiste el "modelo editorial" con el cual era incompatible la periodista. Ante el hermetismo se justifica una interpretación que construí con fuentes confiables pero que está sujeta a correcciones.
La propuesta de Prisa sí modificaba la libertad editorial que había disfrutado la periodista. Por ejemplo, transfería a otras instancias la generación de la información. Tampoco hubo disposición para extender el tiempo y poder modificar el acuerdo vigente. Es entonces posible razonar que Prisa dejó de defenderla frente a las presiones de Televisa porque, tal vez, entraron en juego consideraciones comerciales más amplias. Eso explicaría ese comunicado tan escueto y contradictorio que difundieron el 4 de enero y que han complementado con llamadas de un directivo de la empresa a periodistas selectos durante las cuales se busca desacreditar a la periodista.
Sergio Aguayo Quesada, Reforma, 9 de enero.

La actuación estelar de las empresas españolas en Latinoamérica es un fenómeno de reciente conformación. En Argentina, en Nicaragua, en Venezuela, en Bolivia y Ecuador han dejado una estela de abusos, atropellos y trampas inocultables. Baste recordar la inscripción, como de su propiedad, que Repsol hizo en la bolsa de valores de Nueva York de las reservas de gas bolivianas. Mucho del enfrentamiento entre el rey, Ortega y Chávez obedece a este tipo de fricciones en distintos renglones de negocios.
En realidad, Prisa y sus andanzas difusivas en estas regiones la han convertido no sólo en un agente de sus propios intereses (El País, Santillana), sino en un ariete de respaldo y promoción para la nueva colonización. Actividad que concretan numerosas empresas, en primer término las energéticas, campo donde han concentrado sus ambiciones, aunque no de manera exclusiva. Las telecomunicaciones y la banca son otras de ellas a cual más estratégicas para el futuro desarrollo del país receptor y ante el cual ejercen las debidas presiones, siempre aunadas al oficialismo en turno.
En todas estas actividades empresariales la buena disposición, la simpatía, los intereses cruzados y las complicidades con las autoridades son cruciales. De ahí que mantener relaciones fluidas y aceptadas por las mayorías se convierte en un objetivo trascendente. Varias empresas españolas han incursionado ya en el gas mexicano (Burgos) y otras esperan hacerlo ahora que la administración de Calderón (junto con el priísmo entreguista) abra oportunidades en las diversas áreas de Pemex hasta hoy reservadas para el Estado.
Luis Linares Zapata, La Jornada, 9 de enero.

El centro-izquierda mexicano colocó a Prisa en la categoría de los españoles buenos; eran una especie de herederos del legendario y admirado exilio republicano. La extrapolación se justificaba porque Prisa es un referente de ética editorial que remite a Jesús de Polanco y a El País y a Santillana y a otras empresas que han tomado riesgos para defender a una democracia racional, moderna, civilizadora. En mis colaboraciones para El País o en mis tratos con dos sellos de Santillana (Aguilar y Taurus) he constatado y disfrutado del respeto y el profesionalismo. La defensa que Prisa hizo de Carmen durante varios años confirmaba que en México replicarían los mismos códigos de su relación con el poder.
El desenlace del affaire Carmen y el hermetismo con el cual se han manejado provocaron una comprensible sacudida. Tal vez Prisa se inclinó por la lógica mercantil y puso a un lado las necesidades de una democracia sin consolidar. Tiene todo el derecho a hacerlo aunque tal vez está cometiendo un error de largo plazo; después de todo, la izquierda es una realidad política en México. Pero ya habrá tiempo para regresar a los retos y dilemas creados por la reconquista española de América.
De nuestro Congreso depende ahora que este asunto no se convierta en el "escándalo de la semana". En la trayectoria de Carmen Aristegui se condensan los retos que deberán atender si se deciden a hacer una Ley de Medios. Por ahora, en el centro-izquierda estamos de luto y duelo por esa vuelta de tuerca que extiende la vigorosa polarización desencadenada en el 2006.
Sergio Aguayo Quesada, Reforma, 9 de enero.

La penetración de los españoles en la Comisión Federal de Electricidad ya es abrumadora (recuérdese la causa eficiente de las inundaciones en Tabasco). Prisa no es ajena a toda la embestida que se dará para forzar la participación del capital privado en Pemex, sobre todo el internacional, donde los españoles, por sus propias e ingentes necesidades, ambicionan una tajada considerable del suculento pastel. Por eso en la XEW, y en el resto de Latinoamérica, han diseñado un ejercicio editorial sometido a sus designios y no permitirán que los conductores tengan independencia alguna. Los que sustituyan a Carmen sabrán a qué atenerse y la audiencia también.
Por eso sale Aristegui de la XEW. A la ya firme audiencia que tenía había que unirle lo que podría adicionarse si, con sus micrófonos abiertos, diera cabida a la inconformidad que sobrevendrá cuando se cambien las reglas constitucionales o se alteren leyes secundarias para la entrega de la joya productiva nacional. Un panorama tan difícil de digerir por el poder, que se opta por esa medida preventiva que, como todos esos experimentos represivos, tendrá sus inevitables consecuencias y, a pesar de todo, un final inesperado.
Luis Linares Zapata, La Jornada, 9 de enero.

El convenio de Prisa y Televisa tenía relevancia específica porque significaba un desembolso de 60 millones de dólares por parte del consorcio encabezado por Jesús de Polanco —50 de ellos para comprar la mitad de la propiedad accionaria de las 17 estaciones de radio que Televisa tenía en México y otros 10 millones de dólares para una ampliación de capital—. En virtud de esa transacción, Televisa se encargaría de administrar las finanzas de su división radiofónica en tanto que Prisa sería responsable de los contenidos de tales emisoras.
Además, ese acuerdo que firmaron De Polanco y Emilio Azcárraga Jean, significaba la formalización de una alianza para la cual ambas empresas habían interpuesto numerosos regateos. Desde tiempo atrás, Televisa tenía un evidente interés para invertir en España pero se había acercado sobre todo a corporaciones mediáticas identificadas con grupos políticamente conservadores. Durante varios años el representante de Televisa en ese país había sido Luis María Ansón, director de ABC, diario conocido por sus posiciones de derechas.
Cuando Televisa advirtió que la filiación política de esos socios podía obstaculizar sus negocios en España, emprendió un viraje que culminaría aquella noche del 14 de octubre. No era una rectificación fácil porque ocurría en contra de la opinión del gobierno del Partido Popular, encabezado por el presidente José María Aznar.
El gobierno español hubiera preferido que Televisa se aliara con alguna de las empresas de medios cercanas al PP y no con el Grupo Prisa, cuya simpatía con el Partido Socialista Obrero Español se manifestaba cotidianamente en medios como el diario El País. Pero en el acercamiento de Televisa y Prisa fueron definitivas las gestiones de dos personajes sólo en apariencia disímbolos.
Raúl Trejo Delarbre, “Sociedad y poder”, Crónica, 10 de enero.

Se acusa a Televisa de la salida de Carmen Aristegui de W. Por supuesto que puede ser cierto si atendemos a la dilatada tradición de complicidades inconfesables entre los medios y el poder político y, sobre todo, si recordamos que la conveniencia de la televisión comercial ha estado siempre al lado del poder. Pero hasta ahora se trata solamente de una hipótesis.
Para empezar, porque las decisiones editoriales no están en manos de Televisa, consorcio al que pertenece W Radio, sino del grupo editor del diario madrileño El País. Por supuesto, el Grupo Prisa tiene fuertes intereses en México, pero por su diversidad de inversiones aquí y en otras partes y su capacidad de respuesta mediática en el ámbito internacional no se halla tan atado a los tradicionales lazos de conveniencia entre los medios mexicanos y el gobierno en turno y, lo más importante: dispone de una capacidad de maniobra que no tienen otros conglomerados de medios.
Lo anterior es válido pese a que la presencia del Grupo Prisa puede tildarse de ilegal, pues la ley previene que la propiedad de los medios debe ser sólo mexicana. Por eso, para darle vuelta a esa disposición e incorporar capital y firmas extranjeros a sus negocios, se ideó la figura de empresas operadoras de medios, lo que para el caso es lo mismo, pues son intereses foráneos los que determinan los contenidos y la orientación de las estaciones. Pero a nuestra clase política eso no parece importarle.
Humberto Musachio, Excélsior, 10 de enero.

Al comprar la mitad de Televisa Radio, el Grupo Prisa quería apuntalar el crecimiento en América Latina que había iniciado poco antes al adquirir una porción de Radio Caracol en Colombia, entre otras inversiones en la radio del nuevo continente. También esperaba tener, desde México, una punta de lanza para incursionar en el mercado de la radio en español en Estados Unidos.
Con tal afán, los directivos de Prisa entendieron el respaldo del presidente Fox como un aval para desplegar ese y otros negocios en México. En el terreno de la radio estaban muy interesados en contratar a José Gutiérrez Vivó, quien para entonces ya había roto con el Grupo Radio Centro.
Quizá llevados por ese entusiasmo, los empresarios españoles cometieron un error jurídico y otro de índole profesional.
Raúl Trejo Delarbre, “Sociedad y poder”, Crónica, 10 de enero.

En realidad, la firma española ha mostrado inteligencia, pues por una parte permitía algunas expresiones no oficialistas y al mismo tiempo le había dado un jugoso empleo de 35 mil dólares mensuales al cuñado incómodo de Felipe Calderón, lo que sirve de amortiguador ante las reales o probables presiones gubernamentales, pues lo cierto es que el ocupante de Los Pinos debe a los empresarios españoles un favor que se renueva cada quincena.
Se especula que estamos ante un caso de censura e incluso de un atentado a la libre expresión. No lo ha confirmado la propia Carmen Aristegui y hace algunas semanas ya habían salido de W otros dos conductores de noticieros: Carlos Loret de Mola, que sigue trabajando en el Canal 2 de Televisa, y Ezra Shabot, a quien el PAN ha propuesto para presidir el IFE. Si hubo censura, por lo menos habría que coincidir en que se aplica contra todo el espectro ideológico.
Humberto Musachio, Excélsior, 10 de enero.

El primero, (error jurídico) consistió en la ilegalidad del acuerdo que suscribieron con Televisa porque la Ley Federal de Radio y Televisión establece que las empresas de radiodifusión solamente pueden ser propiedad de ciudadanos mexicanos. La operación suscrita aquel 14 de octubre se pertrechaba en un subterfugio pretendidamente legal, que es la llamada inversión neutra establecida en la Ley de Inversiones Extranjeras para socios no mexicanos que tienen derecho a recibir utilidades pero no a participar en las decisiones de las empresas en donde se pone en práctica ese régimen. Y aunque disfrazada como tal, ha resultado clarísimo que la que tiene Prisa en Televisa Radio no es en manera alguna inversión neutra.
Desde el acuerdo suscrito por el ahora fallecido Jesús de Polanco y Emilio Azcárraga Jean, quedaba establecido que la parte española estaría a cargo de la programación de las estaciones de radio y de todas las decisiones inherentes a ella. Esa trasgresión jurídica solamente pudo ser dispensada gracias al beneplácito del presidente Fox al acuerdo entre Prisa y Televisa.
Raúl Trejo Delarbre, “Sociedad y poder”, Crónica, 10 de enero.

Arrancamos un año difícil en frentes fundamentales con una nota que da cuenta de la salida de Carmen Aristegui de la conducción de un escuchado noticiero radiofónico. Los directivos de W Radio –ni más ni menos Televisa y el grupo español Prisa, que es dueño del diario El País junto con muchas otras empresas editoriales y de comunicación en el mundo entero– han explicado que esa salida se debe a que la periodista no aceptó el cambio de modelo noticioso: de uno basado en una conducción que estelariza a otro en el que lo estelar es la propia noticia. Para muchos de quienes la escuchaban el asunto implica un cambio de enfoque: es claramente un acto de censura a una opinión informativa fundamental.
El asunto tiene claramente dos aristas: el derecho de información y el derecho de una empresa para decidir quién conduce uno de sus espacios radiofónicos. Estos dos derechos, sin embargo, se ejercen en un espacio que no es propiedad privada, sino pública.
El artículo 27 constitucional establece que el Estado tiene la propiedad originaria de las tierras y aguas y su dominio es inalienable e imprescriptible, y en el artículo primero de la Ley Federal de Radio y Televisión se amplía el dominio del espacio territorial al “medio en el que se propagan las ondas electromagnéticas”. El espacio en el que circulan las señales de radio y televisión es, en consecuencia, de dominio exclusivo de la nación y es, por lo tanto, un bien público.
Sin embargo, el Estado puede permitir a entes privados el uso de ese espacio con fines comerciales, esto es, puede concesionar la señal. Naturalmente, la manera específica en que los concesionarios administran las empresas que crean, así como los contenidos informativos que difunden, son de su entera responsabilidad, siempre que se ajusten a lo que establece la ley. De esta manera, los concesionarios han administrado sus empresas y tomado decisiones de todo tipo, sin que ello involucre al propio Estado ni a los ciudadanos. El caso Aristegui se sale de este espacio de decisión empresarial, por la naturaleza de su función y porque es una voz que importa y que, por ello, debe mantenerse al aire
Orlando Delgado Selley, La Jornada, 10 de enero.

El error profesional, resultado en parte de la ignorancia pero también de cierta soberbia, consistió en suponer que las radiodifusoras que manejaría en México, así como en otros países de América Latina, podrían tener contenidos similares, o incluso idénticos, aderezados con algunos espacios de programación local. Los directivos de Prisa imaginaron que los radioescuchas en Colombia, Chile, México o Panamá, entre otros países, recibirían alborozados los programas producidos en España, o con cartabones análogos a los que desarrollaba allí la Cadena Ser, que es el brazo radiofónico original de ese consorcio. Pero los programas de pretensiones continentales, o incluso trasatlánticas, fueron un fracaso rotundo —aunque no sonoro porque tuvieron escasa audiencia.
Y es que la gente de Prisa terminaría constatando que en Colombia prefieren contenidos locales, de la misma manera que en México tiene más éxito la radio hecha por y para mexicanos. No se trata de chovinismo mediático sino de la cercanía cultural y social que distingue a la radio.
Raúl Trejo Delarbre, “Sociedad y poder”, Crónica, 10 de enero.

El arte de gobernar mi estimado, significa rectificar. Agitado, por decir lo menos, ha comenzado este divertido mes. Los cobros de facturas pendientes saturan ya las ventanillas de pago. La original salida de Carmen Aristegui de la tristemente célebre W que ha desencadenado una magnífica reacción de solidaridad en cadena, no ha ameritado comentarios, líneas, mensajes o comunicados whatsoever de parte del achispado Gymboree y su jefecito en Los Pinos. Y para entretenidasexplicaciones, con el simpático comunicado del grupo Prisa ( por darle flit) el juego del tío Lolo es ya una marca registrada de exitosa exportación.
El nuevo ejecutivo de Prisa, Javier Mérida, contrario a su antecesor, el talentoso Raúl Rodríguez, lo que ha mostrado es una prisa pero por agradar a Televisa y a su mal paso le dio prisa y hoy es un alegre títere manejado por otra estupenda marioneta, su dotado tocayo, este de apellido Tejado Dondé, que le opera a Bernardo Gómez, poderoso ejecutivo quien desafió al Legislativo en agitadas épocas de la reforma electoral, que desencadenó la maravillosa reacción de la oligarquía de medios y que terminó de darle el último empujón a la puerta de salida de la sagaz conductora.
Hasta ahí vamos bien, ¿no?
Marcela Gómez Zalce, “A puerta cerrada”, Milenio, 10 de enero.

La cancelación —lamentable y cuestionable— del noticiero de Aristegui no fue una determinación administrativa sino política. Fue una decisión del Grupo Prisa, independientemente de las complacencias, anuencias o alianzas que pueda haber buscado con ella. Se trata de una decisión que no es distinta a otras que, también por conveniencias de negocios, ha tomado ese consorcio en México y otros sitios de América Latina. Incluso en España, ahora mismo, después de que el actual gobierno ha tenido reticencias con la expansión de algunos negocios de ese consorcio, los espacios periodísticos de Prisa tratan al presidente José Luis Rodríguez Zapatero con una severidad que no se les conoció en años anteriores.
Raúl Trejo Delarbre, “Sociedad y poder”, Crónica, 10 de enero.

“A mí que me esculquen”, dice Juan Ignacio Zavala y, en efecto, de eso se trata. De exigir a la administración de la XEW, de exigir a Prisa, que rinda cuentas de sus actos. Es la hora de saber por qué artes un medio de comunicación es operado por una empresa extranjera. La Constitución, se supone y no tengo noticias de que haya sido modificada, establece el control nacional sobre el espacio radioeléctrico. Las empresas españolas son expertas —ahí está el caso de Francisco Gil y Telefónica— en encontrar fórmulas jurídicas para sacarle la vuelta a estas disposiciones. Esta situación irregular, por decir lo menos, los coloca en una condición de vulnerabilidad permanente ante el poder y los hace proclives a prestarle favores. Favores, como cortarle la cabeza a Carmen. Por más que se hable ahora de la “reconquista” y el gobierno doble la cerviz ante las empresas españolas empeñadas en esta innoble tarea, no nos toca a nosotros hacer lo mismo. Va pues para Carmen y su equipo, de parte de Verónica también, un abrazo solidario.
Epigmenio Ibarra, Milenio, 11 de enero.

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