Los compatriotas que organizaron ese festejo calculan que aproximadamente 35 mil mexicanos abarrotaron ese día la calle 116, para bailar y cantar al ritmo de música duranguense, norteña y mariachi.
Pero así como estas banderas, que cuelgan por encima de los árboles y de un edificio a otro, el barrio está lleno de expresiones y costumbres que han traído los migrantes desde finales de los 80, cuando el lugar era dominado por los puertorriqueños.
“Todos somos Marcos”, se lee en un graffiti de la segunda avenida y la calle 117. Junto, una imagen de la Virgen de Guadalupe complementa este cuadro del neozapatismo neoyorquino, del México que no se olvida pero al que pocos pretenden regresar, al menos en el corto plazo.
Juan Cáceres, presidente de la organización Comunidad Mexicana del Centro de Nueva York, explica que la creación del “Little Mexico” fue un proceso muy difícil, que se pagó con insultos, golpes, asaltos y desprecio hacia los primeros connacionales que llegaron al lugar.
Proveniente de Tabasco, Juan Cáceres fue de los primeros migrantes. Hace 19 años dejó su tierra natal.
Él recuerda que cuando los mexicanos se asentaron en la calle 116, la zona era de las más inseguras en la urbe de hierro. La actividad económica era mínima, pues la mayoría de las accesorias o locales comerciales estaban abandonados.
“Cuando llegamos nos trajimos a vender los tamales, los elotes, los mangos y los nopales; nuestras costumbres se vinieron con nosotros”, dice el tabasqueño, fundador del periódico comunitario La Voz de México, que en su portada de noviembre presentó una gran fotografía del presidente electo de Estados Unidos, acompañada del título: “Obama, la esperanza de muchos migrantes”.
La esperanza es un término muy acuñado en este barrio mexicano; es el asidero de los connacionales que no se regresarán a su tierra a pesar de la discriminación y el desprecio. No habrá vuelta a casa por un buen tiempo, sin importar que aquí la crisis económica ya comienza a dejarlos en el desempleo o a mermar sus ingresos.
Para ellos es más soportable enfrentar la crisis aquí que del lado mexicano. “Si aquí está difícil, va a estar peor allá”, es la expresión común de los compatriotas que han hecho su vida en el barrio latino, donde las historias de sobrevivencia se multiplican en cada tienda, restaurante o puesto de comida callejero, en busca de un sueño americano que se diluye ante el escenario de recesión.
Alberto Cuenca enviado, El Universal, 30 de noviembre.
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