A pesar de haber apoyado los siete dictámenes aprobados por la Cámara de Diputados el martes 28 de octubre, el economista considera que no se ha avanzado en la constitución de un verdadero sector energético.
"Existe un tramo de estudio, de reflexión y de discusión legislativa que apenas visualizamos. Está planteado, pero hay que sistematizarlo y convertirlo en ejercicio profesional y político permanente", dice el investigador de la UNAM en entrevista.
¿Faltan las 12 palabras en el artículo 60 de la Ley de Pemex?
Éramos partidarios de que esa prohibición fuera explícita y no hubo acuerdo, pero el que no se haya incorporado no quiere decir que el Gobierno o Pemex tengan carta blanca para hacerlo.
A diferencia de lo que pasa con los ciudadanos, para quienes lo que no está prohibido está permitido, para el Estado lo único que está permitido es lo que está establecido en la ley.
No creo que un párrafo como ese fuera dañino o nocivo a la reforma, reforzaría la perspectiva de industria nacional estatal plenamente integrada, pero el hecho de que no esté no vulnera en lo esencial la reforma.
¿Se conjura cualquier posibilidad de privatización?
Cualquier posibilidad no, porque el ingenio no tiene límites, y hay intereses mexicanos y extranjeros convencidos de que lo mejor que le puede pasar a la industria petrolera es que se abra, que se asocie, que deje de ser una industria estatal encargada exclusivamente de la exploración y la explotación.
Ellos seguirán pujando por eso y buscarán resquicios; y habrá funcionarios que, también convencidos de esto o simplemente interesados, busquen resquicios o tuerzan los mandatos de ley.
Lo que se requiere es una auténtica vigilancia, un ejercicio sistemático de observación y mucha transparencia.
¿Cuál es su balance de la reforma?
Después de los primeros desencuentros por la abrupta presentación de la iniciativa de Calderón y de la movilización social que propició, entramos en una fase poco acostumbrada por la política mexicana, que es la de montar un debate en forma en el que participe gente con diferentes posiciones. Eso me parece un signo alentador.
Se logró abrir un periodo de espera en el cual el Frente Amplio Progresista y el Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo convocaron a un grupo plural que se abocó a elaborar una propuesta. De ahí surgió un periodo en el que las comisiones trabajaron y se pudo llegar a una serie de acuerdos.
En lo que se refiere a la reforma, se definió adecuadamente el régimen de contratos, se cerró paso a la idea de hacer refinerías de propiedad privada, se evitó esa extraña figura de filiales y se avanzó en la conformación del consejo de administración, aunque no se logró reducir ni revisar la manera como participan los trabajadores en el consejo.
¿A quién se debe el logro del diálogo?
La reacción convertida en movilización social y política, que fue satanizada, demostró que puede ser un factor constructivo en todo proceso político. La movilización fue muy importante para plantear necesidad de un debate abierto. Luego, con rapidez, los órganos directivos del Senado y algunos miembros de los grupos parlamentarios reaccionaron con mucha sensibilidad y contrapropusieron el debate. Hubo un encuentro muy afortunado entre movilización social, reclamo político y sensibilidad de los legisladores.
El diagnóstico de Sener decía que Pemex estaba mal por la baja de reservas y la importación de gasolinas. Con la reforma, ¿como se resuelve esto?
El primer punto se tiene que ir resolviendo ya: explorar donde se tiene cierta certeza de que hay petróleo, y que no es tan difícil y riesgoso como podría ser en aguas profundas; si la hipótesis resulta cierta, podríamos ir revirtiendo la tendencia a la baja de las reservas probadas, y si esto es así, podremos prepararnos para ir a aguas profundas.
En lo segundo, este gobierno se comprometió con la idea de que no había recursos para hacer refinerías, y ya se autocriticó porque mandó a hacer una refinería.
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