Última llamada para el comunismo cubano


SAN JOSÉ.— La enorme y pesada burocracia del gobernante y omnipresente Partido Comunista de Cuba (PCC) se sentará a el 28 de enero en su Primera Conferencia Nacional para debatir sobre una agenda que incluye desde definir el relevo generacional en los puestos dirigentes de la revolución hasta enterrar la discriminación por prejuicios raciales, creencias religiosas, preferencia sexual o género.
Precedida por un diciembre de indultos masivos y un año de lenta apertura económica hacia un incipiente sector privado, pero sometida al desafío político de recibir, entre el 26 y el 28 de marzo al papa Benedicto XVI y al progresivo agravamiento de la crisis socioeconómica, la cúpula del régimen minimizó la expectativa por la conferencia.
Aunque era percibida como vía de acople entre la aparente modernización económica con la política, el presidente cubano, Raúl Castro, advirtió el 12 de enero anterior: “No hay que hacerse tantas ilusiones”, “ni levantar mucha expectativa” con la cita, porque el objetivo es la “perfección” del partido para ir “ajustándolo a los tiempos que vivimos”.
En este panorama, intelectuales cubanos convocados por la revista Espacio Laical, del Consejo Arquidiocesano de Laicos de La Habana para un debate sobre la Conferencia, se preguntaron si la dirigencia histórica del PCC acude a una de sus últimas opciones para unir decisiones políticas con las económicas. De lo contrario, advirtieron, el PCC recorrerá el mismo camino de los partidos comunistas de Europa del Este, cuyos regímenes proMoscú desaparecieron a partir de 1989 —con el desplome del Muro de Berlín—, al ser incapaces de comprender la urgencia de mezclar los cambios políticos con los económicos.
“El dilema de los partidos comunistas del este de Europa, en particular del de la desaparecida Unión Soviética, fue su incapacidad de adaptar o acomodar las decisiones políticas a las necesidades económicas”, afirmó en el debate Orlando Márquez, director de la revista Palabra Nueva, voz oficial de la Arquidiócesis de La Habana.
¿Última oportunidad?
La Conferencia es “la última oportunidad para la generación histórica de la Revolución cubana de acometer reformas profundas y duraderas en este sentido”, aseguró Lenier González, subdirector de Espacio Laical.
“No podemos desestimar el gran costo político que tendría para el gobierno no atender de manera suficiente el anhelo generalizado de democratización del sistema político. Un amplísimo sector nacional percibe a la Conferencia del PCC como la última oportunidad de la generación histórica para moverse en ese sentido”, recalcó.
De seguido, sentenció: “Desestimar este anhelo de seguro impactará con fuerza sobre el campo político cubano. Es muy probable que de no darse cambios en ese sentido, el amplio sector moderado-reformista, cansado ya de esperar hasta la eternidad, verá cómo se vacían sus filas definitivamente. Ello quizá no provocará un fortalecimiento de la disidencia interna, pero sí propiciará gran frustración, apatía y distanciamiento en las fuerzas vivas nacionales del gobierno cubano. Para ese entonces, al gobierno le será ya muy difícil reconectarse nuevamente con estos sectores”.
Dogmas obsoletos
En un documento base para la encerrona del sábado próximo, el PCC recordó que por mandato de su VI Congreso, efectuado en abril de 2001, la Conferencia deberá “evaluar con objetividad y sentido crítico” cuál es la tarea del partido, para “determinar, con voluntad renovadora, las transformaciones que son necesarias para situarlo a la altura de las circunstancias actuales”.
“Lo primero que estamos obligados a modificar en la vida partidista es la mentalidad que, como barrera psicológica, es la que más trabajo nos llevará superar, al estar atada a dogmas y criterios obsoletos”, precisó el Partido Comunista de Cuba.
Concebida como plataforma de discusiones de la conferencia, en la propuesta se expusieron 97 puntos sobre aspectos como “combatir enérgicamente toda manifestación de corrupción, indisciplina, hecho inmoral o ilegal” o los relacionados con gran cantidad de asuntos burocráticos, preparación de sus dirigentes o frecuencia de reuniones.
Una de las metas es “enfrentar los prejuicios raciales, de género, ante creencias religiosas, orientación sexual y otros que puedan originar cualquier forma de discriminación o limitar el ejercicio de los derechos de las personas, entre ellos los de ocupar cargos públicos, participar en las organizaciones políticas, de masas y en la defensa de la patria”.
Actualizar, la clave
Pese al voluminoso planteamiento, y ante una realidad que asfixia a los más de 11.2 millones de cubanos sometidos a carencias de todo tipo, la reacción de más escepticismo acerca del resultado de la conferencia surgió de la cúpula de la Iglesia católica de Cuba, que en los últimos dos años registró un acercamiento con el régimen.
En una serie de artículos sobre la cita, la revista Palabra Nueva alertó en diciembre que aunque Raúl Castro es una figura crucial para dirigir la “actualización” del aparato político cubano, el escenario general del país provoca dudas e inquietudes. A la plataforma de la conferencia, subrayó la revista, le falta “una visión de futuro”.
El resultado del encuentro “mucho dependerá” de la posición del gobernante. “A él correspondería hablar de actualización política, una vez que ha hablado de actualización económica”, insistió. La plataforma de labores de la conferencia, lamentó, “parece más un intento de poner parches a los problemas del día a día, no una respuesta al reclamo de toda una sociedad cambiada y cambiante que busca asideros para un mañana que se percibe incierto”. 
José Meléndez corresponsal, El Universal, 23 de enero.

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