Vivos vinieron, vivos los queremos'

Dorca Espinos7a Vásquez, hondureña, baja del autobús con la foto de su hijo colgando en el pecho, avanza a paso firme entre el grupo de madres centroamericanas pero al llegar a las vías del tren que pasa por Lechería, Estado de México, coloca una rosa blanca y se ahoga en llanto.

"¡Por favor que ya se comunique, que dé una señal de vida! Es duro esto. Sólo una madre que ha perdido un hijo me puede comprender, de allí nadie. Aquí todos tenemos la esperanza de que nuestros hijos estén vivos. Esto ya es mucho dolor", dice Dora mientras se seca las lágrimas.

"¡Vivos se vinieron, vivos los queremos! ¡Dónde están, dónde están, nuestros hijos dónde están!", "De norte a sur, de este a oeste, encontraremos a nuestros hijos cueste lo que cueste", repite la Caravana de madres que recorre el País en busca de sus hijos desaparecidos en México.

Dorca no es la única madre que derrama lágrimas. Cada una de las 38 mujeres que integran la Caravana se arrincona en un espacio y llora su dolor.

En el letrero que Dorca lleva al pecho se lee: "Se busca a Alberto Sadaí Espinosa Vásquez". Es el nombre de su hijo, de quien no sabe nada desde hace 10 años, cuando partió rumbo a Estados Unidos junto con un primo. Aunque su sobrino regresó a Honduras, ella no volvió a saber de su hijo, pero está convencida de que está vivo. Hoy tendría 30 años.

"La última llamada que me hizo fue de Tuxtla Gutiérrez y yo he venido a buscarlo por primera vez en la Caravana pero yo antes he venido dos veces, primero en el 2004 y luego en el 2005, me vine en bus yo sola pero es mucho sufrimiento porque en ninguna vez he tenido noticias", cuenta.

Fray Tomás González Castillo, encargado del albergue "La 72" en Tenosique, Tabasco y quien acompaña a la Caravana, toma el altavoz y evidencia la falta del albergue que fue cerrado en esta zona, advirtiendo que es una señal de lo que vendrá en política migratoria.

"Aquí el Gobierno federal, el Gobierno estatal y el Gobierno municipal cerraron un albergue que brindaba ayuda humanitaria a más de 200 personas por día (...) El cierre de la casa de Lechería es la primera señal de lo que vendrá en política migratoria para los migrantes centroamericanos", agrega.

Las madres se dirigen al albergue de Huehuetoca, en el Estado de México.

Karen Núñez, miembro de la Pastoral Humana de Honduras, y quien viaja con las madres centroamericanas, comenta que Lechería es el tercer punto donde las madres se desbordan en llanto.

El primero, cuenta, fue cuando llegaron al río Bravo, donde cuatro madres se desmayaron al saber que en el agua hay sangre derramada. El segundo fue en Tlaxcala, donde vieron que la ruta del tren estaba protegida por barrotes y que un migrante puede morir si cae.

Después de poco más de una hora, la Caravana arriba al albergue de Huehuetoca.

Las madres se sientan a comer con los migrantes un plato de arroz, frijoles y carne al pastor. Mientras comen, también se cuentan experiencias, enseñan fotos y finalmente se despiden. Otra vez es momento de partir.

Ya casi al despedir a la Caravana, Andrea González Cornejo, una de las coordinadoras del albergue de Huehuetoca, detiene a Martha Helena Pérez, otra madre centroamericana que busca a su hija y le dice que ella pasó hace unos meses por aquí. Le pide sus datos y a la madre se le llena el rostro de alegría.

"Me siento alegre porque ella dice que pasó por aquí pero no voy a sentir más alegría hasta reunirme con ella", dice Martha.

 
 
 
 
ASÍ LO DIJO
 
"La última llamada que me hizo fue de Tuxtla Gutiérrez y yo he venido a buscarlo (...) yo antes he venido dos veces (...) me vine en bus yo sola pero es mucho sufrimiento porque en ninguna vez he tenido noticias"
 
Dorca Espinosa
madre de un migrante desaparecido

Reforma, 27 de octubre.

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