En un artículo difundido el lunes, primero de una serie, Castro dijo que nunca antes había hablado en público de un aspirante a la presidencia estadunidense.
Debido a los impactos electorales que puede tener en Estados Unidos el conflicto con Cuba, durante décadas parecía que un ataque directo de La Habana representaba para un candidato presidencial en aquél país una especie de testimonio de su perfil de adversario de la isla y, por lo tanto, un factor propagandístico a su favor entre sectores del electorado más conservador.
Castro no entró en el escarceo electoral, pero dedicó algunos párrafos a glosar el itinerario de los precandidatos.
McCain, dijo Castro, podría ser el elegido de los republicanos “por su imagen prediseñada de héroe y su alianza con fuertes contendientes como el ex gobernador de Nueva York, Rudy Giuliani”.
“La intensa propaganda de factores sociales, económicos y políticos de gran peso en su país, y su estilo de actuación, lo convertían en el candidato con más posibilidades”, agregó Castro, que dedicó el grueso del texto a refutar las afirmaciones de McCain, tomadas de su libro La fe de mis padres (1999), sobre su experiencia en la guerra de Vietnam.
La acusación de que hubo cubanos torturando en Vietnam “carece de la más mínima ética”, señaló Castro en su artículo.
McCain, dijo Castro, fue hecho prisionero de guerra en Vietnam en 1967. “Como él mismo cuenta, tenía entonces 31 años y llevaba a cabo la misión de ataque número 23. Su avión, un A4 Skyhawk, fue interceptado sobre Hanoi por un cohete antiaéreo. Debido al impacto, perdió el control y se catapultó, cayendo sobre el lago Truc Bach, en medio de la ciudad, con fracturas en los dos brazos y una rodilla”.
“Una multitud patriótica, al ver caer a un agresor, lo recibió con hostilidad. El propio McCain expresa su alivio en aquel momento al ver llegar a un pelotón del ejército”.
En su primera entrega sobre el caso, Castro citó como referencia que ninguno de los más de mil cubanos que resultaron prisioneros al fracasar la invasión a la isla, patrocinada por Estados Unidos en 1961, resultó torturado.
“Mientras se negociaba la liberación mediante indemnización con alimentos para niños y medicamentos”, agregó, “el gobierno de Estados Unidos organizaba planes de asesinato contra mí. Consta en los escritos de personas que participaron en la negociación”.
Dirigiéndose a McCain, el dirigente cubano lo cuestionó: “¿Qué ética subyace en tales hechos, defendidos por usted con vehemencia como cuestión de principios?”
Recordó que el aspirante republicano es partidario de la pena de muerte para los delitos muy graves y le planteó: “¿Qué actitud habría asumido frente a tales actos? ¿A cuántos habría sancionado por esa traición?”
Nota de Gerardo Arreola, corresponsal, La Jornada, 12 de febrero.
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