Debate ahogado en chapopotera

Esto del petróleo tiene estruendos de guerra. Un general de brigada, del arma de artillería, eleva el tono de los argumentos contra la reforma presidencial. Y como si el patio del Senado fuera cuartel o aula, a petición de parte, explica qué es soberanía.

Justo a la mitad del debate petrolero, el tema es el abasto de gasolina y diesel. Los ocho ponentes previenen de catástrofes en el transporte, almacenamiento y distribución. Ductos, pipas y gasolinerías descritos por Dante Alighieri, dice Arturo Núñez.

Un egresado de la Universidad Anáhuac, Jorge Padilla, se envuelve en la bandera de defensa de la reforma Calderón y urge a los necios nacionalistas a fortalecer a Pemex con la participación privada. Y evoca algo semejante a la fábula de “aguas, que ahí viene el lobo”. Expone el credo de los negocios: “Ser pragmáticos”. Lo secunda el senador Arturo Escobar. No hay tiempo para reposar decisiones. Le responden: los empresarios luego son empleados de transnacionales.

El debate se ahoga, como en una chapopotera. Es la reunión 11, de mitad del camino. El desinterés es el vacío de la fila de legisladores.

El foro se marchita. Y viene a zancadas el periodo extra. El gusto por el circo nuevo se impone, como en su día oír sobre petróleo colmó el patio abandonado.

El reloj de control de intervenciones se descompuso; el sonido local tiene mal crónico de la afonía; la televisión pone título a un ponente, que omitió decir el senador Francisco Labastida, de un currículum desconocido por los periodistas. Además, el secretario técnico de la Comisión de Energía, Francisco Díaz Palafox, se guarda para sí las ponencias y gráficas que hubieran servido a los reporteros. ¿Informar, alguien lo necesita?

Los ponentes dicen historias de terror, de desabasto gasolinero. Al tono de “se los dijimos”, invocan el miedo: los que desean la aprobación de la reforma Calderón y quienes dicen defender la riqueza nacional.

Ha vuelto el director de Pemex, Jesús Reyes Heroles, en calidad de invitado de palo. Lo abraza Concepción Orihuela (PRI). Dos horas después de su llegada, Francisco Labastida notifica de su presencia, pero se le adelantó el ponente Padilla.

Reyes Heroles usa un teléfono celular barato. Nada qué ver con los aparatos de pantalla grande, de colores, de teclado y conexión a internet de su séquito de colaboradores.

Sale del patio para dar su versión de la pesadilla de un día sin Pemex y gasolina, y ya no se queda al resto del debate. ¿Para qué?

El general de brigada Jorge García Henaine, quien fue diputado del PRI, es el primer militar en el debate. Lanza un obús a la credibilidad oficial: “Nos engañan; las cifras de los funcionarios no son reales”.

La refriega se intensifica con la participación de un ingeniero despedido de Pemex, Armando Etcheverri, quien no ha concluido su juicio laboral, desde hace seis años. Es singular su alegría al señalar los yerros de sus ex jefes. Nadie le revira. Se deleita.

La diputada de Convergencia, Patricia Ramírez, dice el chiste del día: cree que la ven “millones” por televisión.

Lo cierto es que en las líneas del FAP se respira un ánimo de triunfo, que recuerda los días de campaña presidencial, de confianza en una victoria electoral que al FAP se le fue de las manos.

El senador Juan Bueno (PAN) retoma los argumentos de los contrarios a su causa para apuntalar la iniciativa,que según no prospera porque Santiago Creel no le puso ganas.

Contiguo al patio hay un “cuarto de juntito”: es donde entran charolas con bocadillos para los ponentes. Pero como no les avisan, de ese “tesorito” vespertino, dan cuenta los secretarios de los secretarios y otros bribones, indolentes a las penas del petróleo.
Juan Arvizu, El Universal, 18 de junio.

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