“Allá no tenemos ni somos nada”

Para irte de migrante se requiere de mucha fuerza y empeño para poder sobrevivir”, señala María Sonia López, tras recibir un diploma y un cheque de 20 mil pesos por su primer lugar en el segundo Concurso Historias de Migrantes.

Aunque probó la vida de migrante legal cuando estuvo dos meses becada en Houston, María Sonia dice que es triste tener una carrera, tocar puertas que no se abren en México y, por ende, pensar en dejar a su familia en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, para ir en busca de recursos económicos.

Egresada de la carrera de Administración de Empresas y desempleada actualmente, María Sonia enfrenta una situación inestable por la falta de recursos y la avanzada edad de sus padres. “Es más fácil hacerte de dinero y regresar”, considera.

Sin embargo, María Sonia se convertirá en una migrante en dos semanas, pues con los 20 mil pesos del premio dejará San Cristóbal y se mudará a Tuxtla Gutiérrez, donde buscará un lugar donde vivir y mantenerse mientras encuentra una oportunidad de trabajo.

La aventura en país ajeno

“Navidad en La Tapatía fue la primera navidad que yo pasaba en Estados Unidos, y La Tapatía es el restaurante donde siempre he trabajado”, responde Marisol Galindo Gómez, al cuestionarle por qué del título de su obra que la ubicó en el segundo lugar de entre mil 487 trabajos.

Con escasos 22 años y la licenciatura en Administración de Empresas Turísticas, Marisol dejó a su familia hace cuatro años en Tamasopo, San Luis Potosí, para emprender su viaje, con una visa de turista hacia Houston, lugar donde una amiga actualmente le da alojamiento.

En La Tapatía trabaja ilegalmente como mesera para ahorrar dinero y enviarlo a México, a fin de apoyar a sus padres y una hermana menor que es madre soltera, así como para completar los gastos de la carrera universitaria en Agronomía de su hermano mayor.

Sorprendida tras recibir su diploma de manos del secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, asegura que lo más terrible de estar lejos y regresar a México es encontrarse con su padre enfermo, situación que le impide disfrutar la estable calidad de vida que tiene en el país vecino.

“Se sufre mucho vivir en Estados Unidos. Aquí valemos y somos alguien, allá no tenemos ni somos nada”, enfatiza.

La cara agradable de la migración

La historia de Juan Carlos Calderón, es distinta. Originario del Distrito Federal, emigró a Italia hace 16 años con recursos económicos en la bolsa, pero agobiado por la ciudad. Sin embargo, se enfrentó a la barrera del idioma en su proceso de adaptación, el cual sigue sin concluir en su carrera de fotógrafo.

Premiado con el tercer lugar por El Perro Bilingüe, Juan Carlos decidió participar por su necesidad de contar las experiencias acumuladas sobre la parte anímica de estar lejos de los suyos.

“Mi vida como migrante ha sido una buena vida, pues soy legal y eso es una ventaja, sin embargo, está la cuestión humana, la cuestión emotiva, esa que te hace, a veces, no estar tan bien, pues mis hermanos y mi madre se quedaron aquí”, subraya.
Susana Hernández, Milenio, 26 de junio.

0 Responses to "“Allá no tenemos ni somos nada”"