En el marco de la celebración del Día de la Marina planteó la posibilidad de afinar la estrategia anticrimen del gobierno, aunque pese al aumento de las ejecuciones aseguró que no habrá repliegue.
"Podemos afinar nuestra estrategia, pero nunca declinar. Es ingenuo pensar que la violencia terminará si el Estado renuncia a sus funciones", expuso.
Afirmó que la lucha por recuperar espacios implica un periodo de confrontación violenta, "pero la fórmula es la correcta: si queremos un país seguro tendremos que afrontar los costos de tiempo, de recursos económicos y de vidas humanas; desde un principio lo advertí".
Aludió al descuido foxista en materia de seguridad al señalar que en el inicio de su administración encontró un país indefenso, secuestrado por la violencia y la impunidad.
Tras las declaraciones de Estados Unidos en el sentido de que México ha dejado de ser simple transportador de droga, reconoció que los narcos están generando "un mercado de consumo doméstico que destruye a niños y jóvenes".
Frente a marinos de todo el país vestidos con traje de gala vislumbró a muy largo plazo la salida del Ejército de las tareas de seguridad pública. Dijo que ordenará su retiro cuando "las autoridades civiles cuenten con la fuerza suficiente para hacer frente a su tarea, sin que sea indispensable, como ahora, el apoyo de las fuerzas armadas día a día".
Mientras el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, se entretenía con su teléfono celular y el procurador Eduardo Medina-Mora masticaba un chicle durante la tormenta desatada en Cancún, Calderón consideró que en su fórmula es clave el trabajo de las autoridades locales: "Es indispensable que los gobiernos estatales y municipales no declinen en su obligación de garantizar seguridad".
Y aunque señaló que la policía mexicana es superior en número a la delincuencia, reconoció que "está fragmentada en miles de alcaldías y estados. Los municipios y entidades tienen más efectivos que las fuerzas federales, si logramos recomponer y depurar esos cuerpos, una buena parte de la lucha estará ganada".
Al final contó una anécdota durante la intervención francesa. Relató que el enemigo ofreció una recompensa al general Vicente Rivapalacio, "pero éste la rechazó y luego escribió a su esposa: Si la fortuna me es adversa, iré a comer el pan de la proscripción, pero no tendrás nunca el sonrojo de pasear por las calles del brazo de un marido que ha vendido la patria de su hijo".
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