“La crisis, más grave que cuando llegué”

Los cabellos blancos reflejan la edad de Zoraida, 63 años, y aún tiene que cuidar a su nieta de 13. Hace 47 años que arribó a la ciudad de México proveniente del estado de Guerrero, y según comenta la situación es más grave que cuando llegó. “Antes era más fácil, todo estaba más barato y había trabajo, pero ahora por mi edad ya no consigo nada y lo único que puedo hacer es vender en el tianguis”, comentó.

Entre ropa usada, fierro viejo, cartón, botellas de plástico y aluminio vive Zoraida. Ella se define como comerciante, ya que vende prendas usadas en tianguis. “Me levanto a las 5:00 de la mañana, si llego tarde me quitan el lugar”.

Según ella, no sólo vive de vender en los tianguis, tiene que recorrer la colonia junto con su nieta para buscar y recolectar la basura que se pueda vender.

Día a día Zoraida lleva la mercancía en un triciclo que le obsequiaron sus vecinos, su nieta sólo le ayuda a llevar las cosas, porque después tiene que asistir a la escuela.

“En los tianguis no se vende bien, sólo el miércoles en El Salado, ahí sí me llevo mis 200 pesos”.

La mercancía que vende la consigue de donaciones, también de vecinos, ya que todos conocen la situación por la que pasa Zoraida. “La ropa que no usamos se la damos para que pueda sacar algo”, dijo su vecina Nieves Díaz.

Zoraida comentó que buscó trabajo por un tiempo, pero debido a su edad no se lo dieron, “ni siquiera de ‘cerillo’, porque la plantilla de viejos ya estaba totalmente cubierta”, añade con un tono tímido.

Originaria de Guerrero

La mujer de 63 años llegó desde Guerrero en la década de los años 60. Relató que trabajó de todo, desde sirvienta hasta ayudante de albañil y se pudo comprar el terreno donde ahora vive. Tuvo seis hijos, pero ninguno de ellos le ayuda.

Tiene a su cargo a una pequeña cuya madre murió. “Mi hija sí me ayudaba pero, desde que falleció me las he visto mucho más difíciles”, dijo Zoraida con la mirada fija en el suelo.

Sobre las causas que la trajeron hasta la Ciudad de México no quiso hablar. Sólo recuerda, dice, que nunca fue feliz en su estado.

El Universal, 31 de julio.

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