Aquí surge una interrogante: ¿al ser propiciadas las negociaciones desde Los Pinos, el Presidente de la República ha cedido demasiado terreno a los partidos de oposición y, sobre todo, ha comerciado con mercancías que no le tocaban? En este sentido, la ofensiva contra el IFE se puede interpretar como un precio a pagar demasiado elevado. Y es que por más que podamos reconocer los logros del Congreso, los ciudadanos de a pie nos quedamos con la insoportable sensación de haber sido despojados: el IFE nos pertenecía y era una institución de la que nos podíamos sentir orgullosos. El hecho de que los partidos hayan metido las manos es una infracción imperdonable en un entorno democrático. Debiéramos tal vez estar vagamente entusiasmados al constatar que los diputados… hacen simplemente su trabajo. Pero, su incapacidad para consensar el nombramiento de los consejeros nos recuerda, por encima de todo lo demás, que su ofensiva para apoderarse de los espacios desde los cuales se tramita la expresión de la voluntad ciudadana es una escandalosa regresión en términos de democracia. Parecen más una amenaza que una esperanza. Tan sencillo como eso.
Román Revueltas Retes, “La semana de…”, Milenio, 16 de diciembre.
Ahora, la responsabilidad de articular esta respuesta, a partir de un análisis serio del tipo de régimen que realmente necesita el país para resolver las contradicciones que produjo la transición política (y el fin del Presidencialismo), le corresponde al propio Poder Ejecutivo —que no puede continuar cediendo espacios de poder sin tarde o temprano cargar con las consecuencias—, a la sociedad civil, a los medios de comunicación y, yo añadiría, hasta a los partidos políticos pequeños que, por default, tienen la oportunidad de posicionarse en representación de intereses legítimos de la Nación. Si esto sucediera, al menos algo positivo podría resultar de la caída del IFE.
Emilio Zebadúa, “Observatorio global”, Crónica, 17 de diciembre.
El arrepentimiento del Presidente puede generar una verdadera fisura en la estrategia seguida hasta ahora, basada en concesiones al PRI a cambio de legitimidad y reformas presuntamente estructurales, para demostrar que el gobierno logra resultados. Pero la crisis del IFE exhibe que el PRI aprovecha su capacidad de negociación —chantaje, le llaman algunos— para intentar gobernar, pese a ser la tercera fuerza electoral del país.
De acuerdo con información aportada a este espacio, en Los Pinos han revisado ya sus escenarios, y lo que ven no les gusta nada. Durante un año han ayudado a que el coordinador de la bancada senatorial priísta, Manlio Fabio Beltrones, extienda su control en ambas cámaras del Congreso y sobre amplios sectores de su partido. Ahora no pueden evitar que el sonorense dirija una consistente operación para colar a un incondicional como nuevo presidente del IFE, lo que depositaría en un solo grupo político —el suyo— el manejo de las elecciones, habida cuenta de que en esta facción se halla también la magistrada presidenta del Tribunal Federal Electoral, María del Carmen Alanís
Roberto Rock, “Expedientes abiertos”, El Universal, 17 de diciembre.
Frente a ese panorama, el gobierno y el PAN hacen sus cálculos sobre las implicaciones de deslizar la discusión sobre el IFE mucho más allá de febrero, quizá hasta agosto, cuando debe ser designado otro grupo de consejeros, lo que daría más fichas por repartir. Pero otra alternativa es, desde ya, dejar que los actuales ocho consejeros se queden hasta 2010.
Una duda concreta es si el equipo del gobierno que negocia estos temas seguirá integrado de la misma manera o sufrirá ajustes. Dicho en términos futbolísticos, hasta ahora la alineación es encabezada por Juan Camilo Mouriño, el indispensable operador presidencial. Él ordenó que saltaran a la cancha los senadores Santiago Creel y Ricardo García Cervantes, apoyados, como medio de contención por el experto en asuntos electorales Alejandro Poiré. El director técnico formal, Francisco Ramírez Acuña, secretario de Gobernación y supuesto responsable de la política interna, tiene para este tema su lugar exclusivo desde hace un año… en la banca. ¿Le soltarán el balón en este segundo tiempo?
Roberto Rock, “Expedientes abiertos”, El Universal, 17 de diciembre.
Y es que hasta la semana pasada se suponía que lo que estaba en entredicho era la credibilidad de una institución: el IFE, pero ahora lo que está bajo sospecha es ¡el Poder Legislativo!
¿Y Calderón?
Qué bien que haya una sana división de poderes. Sin embargo, el Presidente mexicano es también Jefe de Estado, así que no debe ser ni parecer indiferente ante lo que está ocurriendo en el Congreso, en el IFE ni en todo lo que quepa en el concepto Estados Unidos Mexicanos.
Ni siquiera tendría que pelearse Calderón, sólo pedirles a Creel, Navarrete y Beltrones que le devuelvan la República que les prestó.
Carlos Marín, “El asalto a la razón”; Milenio, 17 de diciembre.
Para completar el panorama, al Ejecutivo Federal parece importarle poco el proceso. Bajo la consigna de la división entre poderes, traducida en el calderonismo por “dejar hacer, dejar pasar”, ha tenido una actitud pasiva, al menos a los ojos de los observadores, sobre un tema que puede afectar en el mediano plazo la gobernabilidad del país.
Francisco Báez, “Empedrado”, Crónica, 18 de diciembre.
Que el presidente provisional del IFE, Andrés Albo, obtuvo el “visto bueno” de Los Pinos desde el pasado viernes, cuando Luis Carlos Ugalde lo recomendó ampliamente como un “hombre de confianza”.
Fue por ello que los cuatro consejeros electorales disidentes decidieron pactar una serie de reglas para “atarle las manos” a quien fungirá como encargado del despacho durante 45 días. Pero, obviamente, no les salió.
“Trascendió”, Milenio, 18 de diciembre.
El PRD y el PRI se han aprovechado de la debilidad política del presidente Calderón, de la mediocridad del PAN y de la ausencia de operadores políticos presidenciales para oponerlos a Manuel Camacho o a Manlio Fabio Beltrones. Lo grave es que el presidente de la República se ha marginado de las reformas y la alianza PRIRD en el Congreso ha definido una reforma para restaurar el Estado priista que los hermana -vienen del mismo venero populista de la Revolución Mexicana- y para -en todo caso- quitarle el poder al PAN para que no gobierne.
En este contexto, el presidente Calderón tiene aún el espacio para frenar la intentona PRI-PRD de tomar por asalto el IFE. Si ya perdió la batalla por el consejo electoral ni puede meterse en la elección del consejero presidente porque se mueve con el complejo de culpa de 2006, entonces Calderón puede lanzar una iniciativa de reforma del IFE para blindarlo de partidarismos nefastos, de tal manera que pueda llegar Góngora o Alcocer -el PRI va a insistir- pero que el IFE no pueda ser manipulado para beneficiar a los dos precandidatos más fuertes: el perredista López Obrador y el priista Manlio Fabio Beltrones.
Si no lo hace, entonces Calderón estaría metiéndose en la lógica de 2012 por el camino más conflictivo: el del uso, de muchas formas, del aparato del Estado para beneficiar a su partido, para imponer a su candidato y para beneficiar al PAN en las elecciones. Por tanto, el país habrá perdido los espacios de democratización de los últimos años para regresar a los jaloneos de las posiciones electorales de poder. Como el PRD carece de fuerza electoral para ganar posiciones y bajo la amenaza de repetir el conflicto postelectoral de 2006, Manuel Camacho llegó a una de las conclusiones más cándidas: "conceder a la izquierda el puesto de presidente del IFE". Es decir, el IFE al reconocimiento de la derrota de López Obrador. Un chantaje.
Carlos Ramírez, “Indicador Político”, El Financiero, 19 de diciembre.
Frente a este panorama el presidente Calderón tiene dos opciones: o le pide al PAN que modere su radicalismo y siga negociando con el PRD, con la esperanza de que la posición “dura” de los lopezobradoristas ceda terreno ante los moderados perredistas para llegar a una solución de consenso, o de plano el PAN se va con el PRI y dejan afuera al PRD, como ocurrió en 2003. Esta última opción en teoría podría provocar otra crisis como la de 2006. No obstante aquí las formas cuentan mucho
Jorge Chabat, El Universal, 20 de diciembre.
Esta semana, EL UNIVERSAL reveló el secreto del atorón político de fin de año: la imposibilidad de poner en práctica la reforma electoral, que incluye el nombramiento del consejero presidente del IFE y otros dos. El año termina así con nubarrones en la política; la “reforma electoral” comienza a mostrar sus fallas de origen y a confirmar su sentido regresivo.
De acuerdo con la nota de Arturo Zárate (18/12/07 A1), tuvo lugar una intervención de Los Pinos para evitar una designación de mayoría PRI-PAN y esperar a que el PRD pueda acercarse a una solución de consenso en la conformación del Consejo General del IFE.
La Presidencia de la República habría jugado un papel importante en la decisión del Congreso, consiguiendo la postergación para dar al “nuevo” IFE un reconocimiento unánime. Se eligió esta opción por sobre el cumplimiento del plazo constitucional fijado por el Poder Constituyente para finiquitar esta etapa del proceso, que vencía el 15 de diciembre. En consecuencia, las fracciones parlamentarias de PAN y PRI habrían aceptado, y la dirigencia de los grupos parlamentarios del PRD aflojará la presión de los fieles del Peje y su posición absoluta de no aceptar más que al ministro Góngora como presidente de la institución electoral.
Francisco Valdés Ugalde, El Universal, 23 de diciembre.
Me pregunto ¿cómo cayó el presidente Calderón en esta maniobra? ¿De verdad pensó que López Obrador aceptaría las nuevas reglas del juego una vez que obtuviera la destitución del IFE? Hoy el Presidente, que no tengo duda persuadió al PAN a aceptar las condiciones del PRD, ha tenido que pagar el costo político de la destitución de los consejeros del IFE, con lo que esto implica de ilegitimidad en su propia elección, y de promulgación de una reforma electoral impopular e injusta. Y lo ha hecho sin lograr al final el compromiso del PRD y de López Obrador con la reforma.
Es evidente que López Obrador no piensa que Felipe Calderón es un simple pelele de Vicente Fox. La independencia del Presidente ante su predecesor es innegable. Pero sí se ha dado cuenta de que puede ser un pelele del propio López Obrador.
Sergio Sarmiento, “Jaque Mate”, Reforma, 4 de enero.
El presidente Calderón debiera ser el más interesado en que prosperara la candidatura del ministro, si su interés es un IFE con credibilidad e independencia de los partidos, del gobierno y de los factores de poder. Su trayectoria y carácter garantizan que no actuará por consigna de nadie, ni siquiera de quienes han promovido su opción. La aceptación por el Presidente representaría, también, un paso significativo a la reconciliación nacional y, de una vez, romper con las condiciones de sometimiento que le han impuesto los capos que controlan las Cámaras del Congreso.
Federico Berrueto, Milenio, 27 de enero.
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