Mientras retumbaban las notas de “We are the champions” se derretía el merengue en sedes opositoras

Antes de las euforias tricolores y de las rabietas rivales, se configuró un día de contrastes en el Estado de México: de recelo y de fe, de sobresalto y frenesí.

Los chubascos y derrames de los días recientes dieron un toque singular a la jornada electoral: hubo quienes votaron entre lodo y palas, entre basura y desperdicios y aún acechados por nuevas trombas. Y hubo también quienes, en el trajín de la sobrevivencia, olvidaron los comicios.

Al final del día, fue el aluvión y su amiga la miseria los que arrojaron las mayores estampas de hastío, más allá de la violencia, de las trampas y de los anunciados encontronazos partidistas.

Pese a todo, con pastel y música tropical se celebró el triunfo priista. Y retumbaron las notas de Qeeen: "We are de Champions", mientras se derretía el merengue en las sedes perdedoras, entre acusaciones y amenazas de tribunal… Eran los dos retratos opuestos de domingo.

Las piedras. Las hermanas Rosa y Elena Gutiérrez salieron al mismo tiempo de casa, en la colonia Pedro Ojeda Paullada de Ecatepec, una de las afectadas por el desborde del río de Los Remedios. La primera partió a la casilla 6034, acompañada de su esposo, "porque si no votamos cómo le vamos a exigir a las autoridades que resuelvan lo de las inundaciones"… Elena, más arrebatada, convenció a su madre de unirse a un grupo de vecinos para bloquear más tarde la Avenida Central, en protesta por engaños y promesas incumplidas de los candidatos. Los organizadores sólo le pidieron "piedras grandes, para tapar"…

—¿Y no votará? —se atrevió la pregunta.

—Pa´qué, si los partidos sólo vienen por el voto y se van, jamás los volvemos a ver, nos abandonan.

Una sola coincidencia: el reproche a las autoridades por la repartición de tarjetas para la compra de enseres domésticos por casa, y no por familia… "Vivimos tres familias en el mismo terreno y sólo nos dieron una", se quejó Rosa.

Las historias paradójicas se multiplicaron, en especial en las áreas anegadas: unos se concentraron en la limpieza de sus hogares y en el rescate de pertenencias, indiferentes al sufragio… y si acaso salieron a la calle fue para protestar por la lentitud de apoyos oficiales y por falta de servicios básicos como agua potable y electricidad.

Otros apresuraron los quehaceres y acudieron a votar hasta con las manos enlodadas, como don Alejo Martínez, vecino de la colonia Renacimiento Aragón: "Vengo de sacar el lodo de la cocina y de lavar el tinaco, pero aquí estoy, para cumplir con mi obligación".

—¿Por qué solo?

—Mi esposa no quiso venir, está enojada, porque cada año nos pasa lo mismo, nuestras cositas se van al basurero y nadie mueve un dedo.

—¿Y usted sí confía en los candidatos?

—Uno de ellos prometió que ahora sí resolverá el problema de fondo, y le tengo fe, como a la virgencita.

Rosa Gutiérrez cruzó calles atiborradas de desechos: colchones, ropa y utensilios inservibles, amontonados frente a las casas moribundas. Pero llegó a la casilla 6034, donde los funcionarios reportaron amagues mañaneros: algunos de los damnificados pretendieron desmontar las urnas y arrojarlas al río revuelto, en señal de disgusto por la displicencia gubernamental… Otros, menos encendidos, merodearon otras casillas en busca de inhibir el voto, "porque no podemos ser cómplices de la farsa".

Las súplicas, enfados y esperanzas se repitieron en Ciudad Nezahualcóyotl, donde los votantes se abrieron paso entre costales de cascajo y mantas que invitaban a no participar. Algunos madrugadores, con la intención de evitar el aguacero, debieron incluso esperar la apertura de urnas.

Aromas. No se borró del todo el olor a muerte, por las noticias de ejecutados en Huixquilucan, Ecatepec, Izcalli y Naucalpan, pero entre voto y voto y hasta el anochecer, habían ganado otros aromas suculentos, liberados lo mismo en miles de casillas que en las verbenas del PRI: champurrados y tamales, chorizos y pambazos, carnitas y barbacoa… Sólo un antojo: tequilas y cervezas, por la ley seca.

A las denuncias de siempre: asaltos a oficinas partidistas, movilización de grupos de choque, acarreos, entrega de despensas o desayunos, retrasos en la instalación de casillas, ausencia de funcionarios, acoso y distribución de panfletos, se sumó una queja peculiar, derivada de la disposición de comercios de limitar promociones y descuentos a quienes mostraran sus dedos pulgares con tinta indeleble.

Antes del cierre de casillas la regordeta Elena Gutiérrez regresó a casa, sin sus piedras y ardida por los recordatorios maternales de los automovilistas y las acometidas policiales durante el bloqueo de Avenida Central: "No me arrepiento, lo único que me duele son las mentadas de madre, porque mi mamá no tiene la culpa de la pinche política"…

Daniel Blancas Madrigal, La Crónica, 4 de julio.

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