A la opinión pública. Al pueblo de México: En la cadena incesante de asesinatos que suelen incluir la tortura de las víctimas, las granadas arrojadas a la multitud festiva en Morelia son el hecho que concentra y potencia el horror desatado por la delincuencia organizada. El atentado terrorista ha unido en el repudio a la sociedad entera. A los familiares y amigos de las víctimas de este crimen monstruoso, a la gente de Morelia y del estado de Michoacán, nuestra solidaridad.
También otro acto de violencia nos atañe particularmente: el asesinato de Fonseca, el conductor de un programa radiofónico en Villahermosa, ejecutado cuando ponía mantas de consignas contra el narcotráfico. El mensaje es nítido: el Estado es de ustedes pero la facultad de segar vidas al gusto nos corresponde. La crisis que se vive en el país es múltiple y podría destruir buena parte de los avances todavía registrables.
El narcotráfico no es la única amenaza, pero sí es la mayor, desde la perspectiva social, porque es la plataforma que aloja las matanzas diarias, la corrupción de autoridades judiciales, policiacas y políticas, y los climas omnipresentes de inseguridad. El narcotráfico es, a fin de cuentas, una expresión visible del neoliberalismo y contribuye a profundizar la destrucción del tejido social, frase que, entre otras cosas, expresa el fin de la confianza en la defensa que el Estado hace de su población.
¿Por dónde empezar? La lista es fatídica: multiplicación de ecocidios, escasez de agua, deterioro histórico de la impartición de justicia, desplome de los niveles de educación pública y privada, desempleo, caída libre de la economía, problemas agudos con la migración, pobreza creciente y la desigualdad, que es el más infeliz rasgo distintivo del país.
La respuesta de las distintas sociedades que componen México es variada y una ya advertida con insistencia en las encuestas y en la consulta ciudadana sobre reforma petrolera se centra en el rechazo del proyecto energético de Felipe Calderón que, de modo clarísimo que no enturbian los espots gubernamentales con su demagogia, intenta privatizar Pemex.
El afán de entregar parcial y categóricamente Pemex obliga a la resistencia pacífica y a exigir la cancelación del aumento de precios de la gasolina, el diesel, el gas y la electricidad. De entre las exigencias que apoyamos está la desaparición de esta trampa burocrática, la Alianza Educativa. Sí urge la restructuración del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), la desaparición de sus cacicazgos y la crítica a la idea del sindicato como suma de patrimonios familiares. También es preciso defender al magisterio de la corrupción que lo ha sometido, oponerse al cierre de las escuelas normales y ser en verdad rigurosos en el otorgamiento de plazas de maestros, algo inconcebible ahora en el feudo del SNTE.
Respaldamos la propuesta de que se otorgue una pensión alimentaria a todos los adultos mayores del país; de que se entreguen los ahorros de los ex braceros; que se aumente el presupuesto destinado al campo; se establezcan precios de garantía a los cultivos básicos y subsidios a los fertilizantes, además de un pleno apoyo a la agricultura orgánica y ecológica de indígenas y campesinos.
Pemex es y puede ser una palanca del desarrollo nacional. Por eso creemos necesario que el Congreso posponga su decisión sobre la reforma energética hasta que se construyan los consensos suficientes en este tema tan trascendente para la vida del país. En tanto, deben otorgarse más recursos y adoptar medidas urgentes para fortalecer a Pemex, como construir las tres refinerías que se necesitan para dejar de importar gasolinas.
Mediante un programa de construcción de obras públicas se puede reactivar la economía, generar empleos y, al mismo tiempo, atender carencias de servicios públicos y de vivienda, en beneficio de los pobres de los centros urbanos y de las ciudades fronterizas. Estas acciones pueden llevarse a cabo si hay voluntad política y se modifica la orientación del presupuesto público. A 40 años del movimiento estudiantil de 1968, recordamos a los jóvenes que entonces abrieron los cauces de la lucha democrática, de los derechos humanos y de un país más justo y digno. Cuatro décadas después, podemos decir, junto con ellos, aquí estamos, aquí seguimos, exigiendo justicia y democracia.
La Jornada, 29 de septiembre.
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