En México está claro que las fijaciones e irregularidades mentales de los mandatarios suelen transformarse en nefastas políticas de gobierno y tramposas predilecciones presupuestales. El ejemplo más reciente de descomposturas trascendentes se tuvo con Vicente Fox, quien, afectado de depresiones e inseguridades, entregó el ejercicio del poder a su esposa, llena tanto de ambiciones sucesorias como de familiares en precariedad económica que fue convertida en súbita prosperidad asociada al tráfico de máximas influencias. Del presidente decaído y en diaria abdicación de alcoba, que trataba de remontar sus males con medicamento marca Prozac, se ha pasado a un impugnado funcionario que cree mágicas las pociones de verde olivo, sobre todo si son ingeridas en público y de manera violenta o cuando menos imperativa
Julio Hernández López, “Astillero”, La jornada, 18 de septiembre.
Que vaya sorpresa la que se ha registrado en los chats y foros de internet de los panistas, en los que se ha comenzado a criticar severamente a Vicente Fox, luego de que apareciera haciendo ostentación de riqueza en la revista Quién.
Pero las críticas a Fox son nada en comparación con las que se hacen a su esposa Marta Sahagún.
“Trascendió”, Milenio, 23 de septiembre.
Manchó lo que tocó, desde el infortunado piano de Elton John, hasta los vestidos de diseñador que nadie quiso comprar cuando los puso a subasta. Empresarios que andan por ahí pontificando sobre las buenas y las malas costumbres abrieron la chequera para no contrariar su coartada de la filantropía; funcionarios de todos los niveles, sobre todo vinculados a las áreas de Comunicación Social del Gobierno, tenían que seguir sus instrucciones aunque no tuviera ningún cargo formal en el organigrama; aparte, claro, de ser el 50 por ciento de la pareja presidencial. Comunicadores y concesionarios se esmeraron durante seis años en lisonjearla a la menor provocación, o sin ella. Lo más desalentador es que al final del día se salió con la suya: es una señora rica, con hijos ricos, que sale en las portadas de las revistas para ricos, luciendo propiedades que sólo las personas con mucho dinero pueden tener. Por si fuera poco, gracias a sus amigos del Vaticano, pronto volverá a salir en la portada de Quién, luciendo su vestido blanco de novia para su segunda boda religiosa.
Juan Manuel Asai, “Códice”, Crónica, 25 de septiembre.
Por lo visto no le bastaron a la Sra. Sahagún, hoy de Fox, los seis años de poder y prepotencia, ahora, víctima del síndrome de la pérdida de poder, trata, a costa de lo que sea, seguir siendo la protagonista de la triste historia del “cambio” que ofreció su hoy marido a nuestro país. La Sra. Fox atrapó al entonces candidato a la Presidencia, no sabemos si a través de un enamoramiento o realmente de un chantaje. Ya que empezó por desarmar a los Amigos de Fox, lo enemistó con la gente que verdaderamente lo ayudó y creyó en él, llegó a Los Pinos y se posesionó de todas las riendas, lo manejó a su antojo siendo primero su jefe y después como su marido. Era imposible ver al Presidente de manera privada, siempre aparecía la señora, era su interlocutora en cualquier entrevista o cuestionamiento. Sólo recuerdo el día que tuve la oportunidad de entrevistarlo en el avión presidencial al regreso de una gira, y en donde mi primera pregunta fue: ¿Qué es para usted lo más importante en este momento? Y su respuesta me dejó con la boca abierta: “Lo más importante para mí es la señora Marta”. ¡Increíble! ¿Verdad?
Yazmín Alessandrini, “Circo Político”, Crónica, 26 de septiembre.
Pues como todo eso no le ha bastado, ya que no puede asimilar la pérdida del poder, se le ocurrió que sería un gran protagonismo social dar una entrevista a una revista de sociales, abrir las puertas de su “rancho” y demostrar lo que ella logró en seis años de poder, desde luego cometiendo una gran ofensa al pueblo de México, ya que nadie se va a tragar que lo hecho en esa propiedad, al más puro estilo de los monarcas de Europa, lo hizo con sus ahorros. La desfachatez para encubrir a sus hijos y hasta a su ex marido a cambio de no protestar por la anulación matrimonial que le iba a otorgar el Vaticano, la desfachatez para manejar su fundación “Vamos México”, el despilfarro hasta en las toallas para secarse, el pasarse por encima de las reglas en lo que se refiere a la construcción de las “cabañas”, en fin. Llenaríamos muchísimas cuartillas con su triste protagonismo, pero el problema lo tiene ella ahora, perdió el poder. ¿Podrá asimilarlo o seguirá tratando de hacer de las suyas?, remembrando al Quijote, es capaz de convertir su rancho en una “ínsula” y proclamarse gobernadora de ésta, tal y como ocurrió con Sancho Panza. ¿Hasta dónde pretende llegar? ¿El Congreso realmente les echará el guante?, y ¿por primera vez estaremos frente a un acto de justicia frente a estos hechos, o se le dará la vuelta a la página como en casos anteriores?
Yazmín Alessandrini, “Circo Político”, Crónica, 26 de septiembre.
Eso sí, me preocupa que en lo único que haya unanimidad es que nadie, aunque sea de dientes para afuera, quiera meter las manos al fuego por Martita. ¿Dónde están esa bola de lambisconas y lambiscones que le hacían marcación personal? No sean gachos, por lo menos metan al asador el dedo gordo del pie derecho.
Yo lo haría pero mi religión me lo prohíbe.
Jairo Calixto Albarrán, “Política Cero”, El Universal, 27 de septiembre.
El origen de la imprudencia de Fox sigue exactamente el mismo camino que las anteriores: la necesidad de Marta Sahagún de validarse en “sociedad”. El beso en el Vaticano, las pretensiones presidenciales de la consorte, los escándalos de las cabañas de Los Pinos (toallas incluidas), el desaseo de Vamos México y el voraz apetito de su parentela, son cuentas del mismo rosario. El arribismo protagónico de Marta empata cabalmente con el deseo nunca satisfecho de Fox de ser intensamente amado. Por razones distintas a las de Carlos Salinas, un verdadero adicto al ejercicio del poder, Fox será también un ex presidente incómodo. Pero el guanajuatense lo será por su absoluta incapacidad para ausentarse de los reflectores y dejar de ver su imagen o de oír su voz
Jorge Zepeda Patterson, El Universal, 30 de septiembre.
Otra mujer que se ha convertido en la innombrable en algunos círculos es la multicitada Marta Sahagún. El ranchogate de los Fox sigue dando de qué hablar. Esta semana, el panista Federico Döring culpó a Marta de todos los males del ex presidente: “La frivolidad del artículo la atribuyo específicamente a la frivolidad y protagonismo de Marta Sahagún y el Presidente está pagando un plato roto de Marta Sahagún, quien no acepta su nuevo papel en el contexto político de este país”. ¡Tómala!
Vianney Esquinca, “La inmaculada percepción”, Excélsior, 30 de septiembre.
Los hombres despliegan una gran ingeniosidad, mi estimado, cuando se trata de atenuar sus propios delitos. Es, por decir lo menos, original el rol hasta ahora jugado por el ex presidente Vicente Fox, quien se presta y consiente a que Marta, la ambiciosa y descarada Marta, siga llevando el timón de cualquier tipo de estrategia, en cualquier situación de crisis.
Marta, my friend, la misma que en el sexenio del cambio pasó de ser un inconveniente a un conflicto de Estado. Primero, al cilindrear a Fox con motivo de las simpáticas encuestas contra el entonces jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador sembrando el peligroso encono que tuvo su clímax en el polémico proceso de 2006 y que hoy padece México y después, al destapar impúdicamente sus pretensiones para suceder a su devoto esposo en la presidencia de la república. La misma Marta por quien nadie ha querido meter las manos al fuego.
Marcela Gómez Zalce, “A puerta cerrada”, Milenio, 1º de octubre.
Los Fox no se mueven de México, a pesar de las críticas y dudas de la súbita fortuna del ex mandatario. “Vicente, ustedes lo saben, aquí nació, aquí vive, aquí viviremos, seguramente aquí nos enterrarán dentro de mucho tiempo. ¡Espero en Dios!”, exclama Marta Sahagún.
La ex primera dama reapareció en un evento de la fundación Vamos México, denominado “Patio Limpio=Familia Sana”, que no es lo mismo que “Rancho Limpio=México Sano”. Su marido, Vicente Fox, estaba a varios miles de kilómetros del terruño guanajuatense, allá en California, en una mala tarde. Algunos de sus detractores acudieron a la plaza México, en Lynwood, donde el PAN eligió a su representante general en Estados Unidos, para mostrarle ratoneras y lanzarle uno que otro grito de “ladrón”.
“Bajo reserva”, El Universal, 1º de octubre.
La misma Marta con quien en su momento el célebre José Luis (aka) “El bigotón” González —quien junto a Lino Korrodi inventó Amigos de Fox— perteneciente al verdadero inner circle foxista y Adolfo Aguilar Zinser (qepd) tuvieron muy fuertes diferencias con la entonces comunicadora del candidato. José Luis abandonó en momentos cruciales el barco y, cobijado por Televisa trató de encontrar su camino hasta que desde Los Pinos llegó su solicitud originando la estrepitosa salida y poco tiempo después ese extraño accidente que lo privó de la vida y Adolfo, quien abiertamente discernía del controvertido papel jugado por la ya primera dama. Marta quien se rodeó de curiosos personajes con halos místicos y quien descarriló a Vicente Fox.
Marta, la que tiene la llave del divertido cofrecito electoral y su detonador si Felipe Calderón decide ajustar cuentas con algún miembro de su familia... habrá que ver si los hermanos incómodos estuvieron dentro del (arreglón) sugestivo círculo protector.
Marta, quien apoyó a Santiago Creel y a Carlos Medina Plascencia contra Manuel Espino. Marta, quien definió el tiro de gracia detrás de la salida de Calderón al frente de Energía. Marta, my friend, el enemigo a vencer. Ella, quien simula lágrimas y guarda entretenidos secretos que se encuentran en la profundidad de las aguas azules.
Marcela Gómez Zalce, “A puerta cerrada”, Milenio, 1º de octubre.
En los episodios canallescos, mi estimado, debe atenderse al propósito no al resultado. La simpática cortina contra el ex presidente Vicente Fox trasciende fronteras mientras su adorada Marta afirma, con absoluta seguridad, que nadie se ande haciendo bolas ni originales ilusiones: ambos (dos) se quedarán en San Cristóbal, así que váyanle bajando a su tonito pendenciero.
Marcela Gómez Zalce, “A puerta cerrada”, Milenio, 2 de octubre.
Marta Sahagún era terriblemente encajosa. Una de las perlas más significativas se dio en octubre de 2001, cuando para el lanzamiento de Vamos México organizó en el Castillo de Chapultepec un concierto con Elton John. No fue una función filantrópica, sino bajo el esquema de recaudación de fondos. Pero tampoco fue voluntaria, sino forzosa. La señora se dedicó a hablar a empresarios de todo tipo para presionarlos a que le compraran mesas de 10 lugares, a 10 mil dólares el cubierto, como su contribución a tan noble tarea. Muchos empresarios, aunque refunfuñando, compraron mesas completas.
Marta Sahagún también era atrabancadamente encajosa. Trepadora social, no había tenido realmente una oportunidad para encontrarse en el lugar adecuado. En Celaya, donde vivía con su familia antes de involucrarse con Fox, alternaba la venta de quesos en las esquinas con la atención a su botica veterinaria. Su vestuario, del que tanto se habla, era muy modesto en aquellos años, e incluso en los que fungió como responsable de comunicación social del entonces gobernador de Guanajuato, su futuro esposo Vicente. Cuando ganó la elección y era presidente electo, su ex amigo y cerebro financiero de Amigos de Fox, Lino Korrodi, le daba dinero para que se comprara mejores ropitas y zapatos. Pedir nunca se le quitó. Con el paso del tiempo llegó a pedir —y le dieron— ropa fina que llegó a ver en las casas de algunas amistades coyunturales que adquirió como primera dama
Raymundo Riva Palacio, “Estrictamente personal”, El Universal, 3 de octubre.
Este hábito, narrado por algunas damas de la más alta sociedad que la padecieron y la despreciaban en su fuero interno, fue desapareciendo. Marta Sahagún fue acumulando bienes comprados con dinero que no tiene huellas aparentes. La ropa, paradójicamente, la desnuda. Hay propietarias de boutiques en la aspiracionista avenida Mazaryk en la ciudad de México que recuerdan cómo llegaba, regularmente con sus escoltas, a vaciar los estantes de Escada, Prada y Channel. Sus vestidos más baratos costaban 15 mil pesos, y en la remodelación de Los Pinos, cuando Fox decidió construir dos “cabañas”, su recámara estaba tan atiborrada de ropa que los anaqueles para colgarla empezaban prácticamente al pie de la cama.
La nueva rica también era miserable en el alma. No tuvo reparo en golpear sistemáticamente a las hijas adoptivas de su esposo Vicente, a quienes les cerró la cartera. Peleó contra la mayor, Ana Cristina, quien jugó siempre del lado de su madre adoptiva, Lilián de la Concha. No pudo con la señora de Los Pinos. Fox decidió cancelar de una vez por todas las disputas palaciegas de la familia, y mandó una larga temporada a Ana Cristina, a la segunda hija, Paulina, y a su madre, Lilián, a Europa. Se fueron a Florencia, Italia, pero no fueron mantenidas por Fox. Quien se hizo cargo de ellas fue el empresario tapatío y accionista mayoritario del Grupo Fertinal —que emprendió con éxito una larga demanda contra ING—, Fabio Covarrubias, quien sufragó todos sus gastos hasta que las jóvenes se mudaron a Madrid a estudiar.
En la capital española el ex presidente volvió a hacerse cargo de sus hijas, pero de manera muy limitada. Les enviaba a las dos menos de mil 500 dólares al mes —una cifra nada cómoda para vivir—, con lo cual podían pagar un piso modesto en el barrio universitario y moverse en transporte público. Nada que ver con otros familiares de ex presidentes que vivieron en el exterior. Pero las carencias de unas eran las bonanzas de otros, los hijos de la señora, los Bribiesca Sahagún. Para ellos Los Pinos y los privilegios. Y los aviones del Estado Mayor Presidencial puestos a su disposición para lo que se les ocurriera. La señora no tenía límites
Raymundo Riva Palacio, “Estrictamente personal”, El Universal, 3 de octubre.
Ella misma había pedido a dos empresarios, un textilero y otro propietario de medios de comunicación, que introdujeran a su primogénito Manuel en el mundo de los negocios. Así fue. El joven Manuel voló rápido. Se metió a la construcción y en negocios aún no terminados de discernir, en los que las presiones directas de la ex primera dama hacia el ex director de Aduanas, José Guzmán Montalvo, facilitaban las cosas. No se han podido probar actividades ilícitas de ambos, pero cuando la periodista argentina Olga Wornat publicó su libro La Jefa, donde recopilaba algunas de las imputaciones de presunta corrupción de los hijos de la señora, hubo otros medios que decidieron seguir el tema. Ahí volvió a mostrar su mano implacable. Cuando el dueño de una importante publicación envió a varios reporteros a León a investigar a sus hijos, le habló para canjearle la protección a su hijo Manuel por ayudarle a resolver un problema judicial del primogénito del periodista. Así se hizo.
La colusión y las componendas que existieron han impedido profundizar en la investigación sobre la (ex) familia presidencial. Pero las revelaciones de Moreno abren nuevas formas de analizar el presunto enriquecimiento del ex presidente y de su avorazada Dulcinea. No es un trabajo arqueológico, pero sí metódico. El trabajo de Aguirre abre el cascarón de resentimiento de un empresario que, se puede decir, fue cuando menos chantajeado por la señora Sahagún, quien le pidió pago en especie a cambio de contratos para Vamos México. Moreno no es la excepción, y puede ser el principio del fin del deshoje de la margarita. Es la historia que siempre se ha esbozado en la Fundación Vamos México, parapeto de los abusos y excesos de una señora a la que hay que ponerle un hasta aquí.
Raymundo Riva Palacio, “Estrictamente personal”, El Universal, 3 de octubre.
La propensión de la señora Sahagún para hacer negocio utilizando su influencia política e incluso a costa de recursos públicos, no ha sido un secreto. Todavía no cumplían un año en Los Pinos, cuando la ya entonces esposa del presidente Fox inauguraba la Fundación Vamos México a partir de contribuciones que solicitaba de manera muy persuasiva. Contrató al músico Elton John para que el 21 de octubre de 2001 cantara en el Castillo de Chapultepec y vendió a 10 mil pesos cada boleto para ese concierto.
Raúl Trejo Delarbre, “Sociedad y poder”, Crónica, 4 de octubre.
En el círculo de los Fox se comenta que Sahagún convenció a su marido de dar la entrevista a la revista Quién, de aparecer en público con todo y las fotografías del rancho San Cristóbal y esas poses de amor eterno, frente a las versiones poco consistentes de que estaban a punto de separarse y de que no estaban bien económicamente.
Doña Marta fue quien aceptó la entrevista y propuso que fuera con su marido. Este último dato es público.
“Bajo reserva”, El Universal, 8 de octubre.
Un alto funcionario del sector hacendario —de quien estos Archivos se reservan su identidad revela que, al realizar recorridos por diferentes aduanas, cuando llegaba a la de Nuevo Laredo, Tamaulipas —considerada la más importante del país—, le decían: “Aquí ni te metas porque solamente recibimos órdenes de la señora Marta. Aquí nadie revisa nada. Allá tú si te quieres aventar el tiro con ella...”
La aduana de Nuevo Laredo —fronteriza con Texas— registra siete mil cruces diarios por carretera. Durante el foxismo, sus dos últimos directores fueron Francisco Serrano Aramoni y Pedro Ángel Contreras.
“Esa aduana se manejaba como si fuera propiedad de la señora Sahagún. Así lo reporté a mis superiores”, asegura el funcionario. ¿Qué se hizo ante esta demostración de impunidad? Absolutamente nada.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 9 de octubre.
Hoy, Marta Sahagún y el esposo, el ex presidente Vicente Fox, están bajo la lupa. La enorme red de intereses, privilegios y chantajes que se tendió el sexenio pasado desde “Las Cabañas” de Los Pinos —poderoso centro de operaciones de “la señora Marta”— apunta, en gran parte, a un delito: el tráfico de influencias.
En nuestros Archivos del martes pasado apuntamos que “la clave es seguir el rastro del dinero, de los negocios, y todo llevará, si no a Fox, posiblemente sí a Sahagún”. Hoy agregamos: seguir también el rastro de los chantajes, en nombre de la Presidencia de México.
Porque no es sólo que el empresario Luis Miguel Moreno le haya regalado a Sahagún un jeep a cambio de comercializar cinco millones de boletos del juego “ráscale”, a través de la Fundación Vamos México.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 9 de octubre.
No es sólo que se obligara a empresarios a comprar, a manera de orden presidencial, boletos de diez mil dólares para el concierto de Elton John, sin ninguna fiscalización de por medio.
No es sólo que Sahagún y socios —José Antonio Sosa Plata, director de Vamos México, y Gustavo Bustamante— pasaran la charola a los hombres del dinero bajo el pretexto de “cooperación voluntaria” para diversos sorteos que, a la postre, solamente tuvieron beneficios personales.
No es sólo que algunas aduanas, como la de Nuevo Laredo, se hayan manejado como negocio personal de la poderosa mujer que hoy, a la luz de las denuncias, se muestra como el verdadero poder que gobernó a nuestro país de 2000 a 2006. No es sólo todo esto. Es la burla que reciben millones de mexicanos sexenio tras sexenio, con políticos que entran al gobierno con una modesta cuenta bancaria y salen multimillonarios. Que llegan con un ranchito y dejan Los Pinos con un rancho opulento, al estilo de los magnates petroleros texanos. Mujeres a quienes apenas les alcanza para comprar un vestido modesto, pero salen con decenas de prendas, las más baratas, de 15 mil pesos.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 9 de octubre.
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