La ley de responsabilidades impone a los funcionarios que concluyen su encargo la obligación de declarar su patrimonio. Es información secreta, a menos que el funcionario quiera hacerla pública. El ex presidente Fox ofreció en su campaña que daría a conocer sus bienes al entrar y al salir del gobierno. En efecto, recién se instaló en Los Pinos, el 30 de enero de 2001 –todavía era soltero–, rodeado de cámaras de televisión reveló el monto de su patrimonio. No llegaba con una mano atrás y otra adelante, había sido gobernador de Guanajuato. Seis años después, sin acompañamiento televisivo, el 29 de enero de este año presentó la declaración de su último año de gobierno. No es secreta, puede consultarse en la Secretaría de la Función Pública. Obviamente, después de desempeñar el cargo mejor pagado del país su fortuna creció notoriamente. Antes de irse le dio el último pellizco al presupuesto: cobró su seguro de retiro del empleo que tuvo sólo seis años, por más de 4 millones de pesos, cifra inimaginable para cualquier empleado público o privado, aunque haya trabajado toda una vida.
Enrique Galván Ochoa, “Dinero”, La Jornada, 11 de septiembre.
Las declaraciones de Fox contienen importantes contradicciones. ¿De qué empresas son las acciones? El dato es relevante ahora que una comisión de la Cámara de Diputados ha presentado una denuncia por la comisión de presuntos fraudes en algunos de los llamados elefantes blancos del foxismo: Enciclomedia, aeropuerto, megabiblioteca
Enrique Galván Ochoa, “Dinero”, La Jornada, 11 de septiembre.
Hace algún tiempo el importante empresario zapatero y político priista, Jesús Padilla, socio del famoso consorcio Tres Hermanos, nos platicaba que Vicente Fox era un pésimo empresario, que su negocio Botas Fox estaba en quiebra, al igual que otra productora de hortalizas que tenía en sociedad con su hermano.
Eran los tiempos en que Vicente era diputado federal y aspiraba a ser gobernador de Guanajuato, cuando sus finanzas estaban quebradas y todavía no aparecía el famoso grupo de Los Amigos de Fox.
Ubaldo Díaz, “Escenario Político”, Crónica, 20 de septiembre.
La explicación y defensa que el propio Fox hace sobre su desmesurado patrimonio lo describe sin necesidad de adjetivarlo: “Aquellos que dicen que esta propiedad es producto de la Presidencia tendrán que comer chicharrón”. De cualquier modo miente. Cuando asumió la candidatura al gobierno de Guanajuato estaba quebrado y sólo desde el poder empezó a recuperarse. Cuando vino la Presidencia, Fox con la asesoría de Marta Sahagún, los trucos al estilo Vamos México y disponiendo de la complicidad de todo su gobierno panista, comenzó a atesorar la fortuna de que ahora presume. Siempre fue un abusivo. Durante su mandato fue el único mexicano que vio aumentar su sueldo en 57%. De 106 mil a 167 mil pesos. Pero ni ahorrando todo lo que ganó se podría justificar su obscena riqueza.
Este es un insulto a todos y más todavía a los pobres. Pero es también un alarde con un propósito muy claro de Fox y Sahagún: demostrar que todavía son poderosos e intocables. Por eso él todavía se hace llamar “presidente”. En desafío abierto al actual gobierno
Ricardo Rocha, “Detrás de la noticia”, El Universal, 20 de septiembre.
Lo correcto es condenar la ostentación pública de la riqueza patrimonial de la ex pareja presidencial. Pero si “lo correcto” es entrarle al linchamiento de una familia, como se dice, “acomodada”, viva lo políticamente incorrecto. El problema de los Fox-Sahagún es haber abierto las puertas de su intimidad a una revista “del corazón” que, sin embargo, dista mucho de haber “descubierto” que los ricos también… viven como ricos. Meses atrás estuvieron allí corresponsales extranjeros y reporteros nacionales, y nadie puede decir que “se les fue la nota”. Cuando visitó el rancho Bush (2001) ya estaba así. La única intervención verificable de una instancia de gobierno en esa propiedad fue la mano de obra del Estado Mayor Presidencial para construir tanto el helipuerto como los alojamientos de sus efectivos por explicables razones de seguridad. Pese a las torpezas foxianas, no hay cómo probar que el ex presidente haya robado nada: era rico… lo sigue siendo.
Carlos Marín, “El asalto a la razón”, Milenio, 25 de septiembre.
Si se revisa el reportaje que realizó el periódico A.M. de León en la víspera de la visita del presidente George W. Bush al rancho en San Francisco del Rincón, podrá apreciarse claramente que la propiedad mostrada en Quién no presenta mayor cambio a la que enseñó A.M. hace casi seis años, salvo algunos tapetes, cuadros y la alberca que se construyó. El rancho de La Estancia también ya existía, así como las cabañas —donde se quedó Bush— y los agaves. El Centro Fox, de financiamiento escondido, se levantó sobre el viejo casco del rancho donde vivía su madre
Raymundo Riva Palacio, “Estrictamente personal”, El Universal, 28 de septiembre.
Fox fue invirtiendo en el rancho, donde construyó un lago y recibió caballos pura sangre. Es probable que la remodelación haya salido de su bolsillo. Después de todo, con salarios, más bonos y con el añadido que como presidente no tenía prácticamente gastos de nada, pudo haber logrado un ahorro sexenal superior a los 35 millones de pesos. En la documentación pública que puso el mismo Fox en internet desde el lunes pasado, se pueden ver sus declaraciones patrimoniales, donde no se aprecian, a primera vista, mayores problemas. Además, tiene un fideicomiso en el cual, por ley, nadie podrá escudriñar.
Raymundo Riva Palacio, “Estrictamente personal”, El Universal, 28 de septiembre.
A Vicente Fox le llueve en su milpita: no es mío el rancho; no son mías las cabañitas ahí construidas; se trata de una campaña de infundios, declara desfachatadamente el Macabeo abajeño. San Cristóbal Potemkin es juego de espejos, escenografía de cortesanos que únicamente omitieron las multitudes de aldeanos felices que bailan y cantan al paso de la pareja presidencial. Pero hubo repiques de campanas, misas y bendiciones de la clerigalla que lo consagraron democratizador de México, incansable luchador contra la pobreza: Mesías hecho a mano que ascendió de peón agrícola (“farmhand”, dicen los editores de su autobiográfico libro), al CEO más joven de Coca-Cola México, y en centelleante carrera política a presidente de los Estados Unidos Mexicanos
León García Soler, “A la mitad del foro”, La Jornada, 7 de octubre.
Ya era rico, escriben críticos de fidelidad inconmovible. Los amigos de Fox dicen que no, que estaba en quiebra y se hizo de mulas en campaña, con las colectas entre los ricos que decidieron encumbrar a un gerente al frente del “gobierno de empresarios.” La farsa del alto vacío dejó en ruinas a las instituciones que sobrevivieron al desmantelamiento metódico del priato tardío: los que perdieron el poder y la historia, y se aferraron al consenso de Washington atados al mástil de la nave de la locura. Patético melodrama que pudiera dar paso al diluvio que viene. Calderón acuerda con el parlamentarismo que paralizó a Fox y a Gil su vicepresidente. Pero no encuentra la manera de conciliar el vicio y la virtud, de recuperar el PAN sin entregar el poder
León García Soler, “A la mitad del foro”, La Jornada, 7 de octubre.
“He sido un empresario exitoso”, afirma el ex presidente. Mentira. Basta revisar las cuentas del Fobaproa y algunos archivos del pasado, para comprobar que no dice la verdad: - Dos créditos otorgados a Congelados Don José, la empresa de la familia Fox —uno por un millón 300 mil dólares y el otro por tres millones 800 mil dólares—, fueron a parar a la panza del Fobaproa, ante la incapacidad empresarial de los hermanos Fox Quesada para poder liquidarlos. - Septiembre 13 de 2002. El contralor foxista, Francisco Barrio, admite ante el Congreso que dinero del Ramo 33 —destinado al combate a la pobreza— se utilizó en beneficio del rancho de Vicente Fox. Luego se supo que esos recursos ascendieron a cerca de un millón de dólares.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 9 de octubre.
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