Álvaro Uribe, en la encrucijada

BUENOS AIRES.— Presionado por las relaciones de miembros de su gobierno y allegados —como la del hermano de un ministro— con los paramilitares, y por estar bajo la lupa de la Corte Penal Internacional (CPI), el presidente Álvaro Uribe, desató en los últimos días una batalla política en varios frentes, que enrareció el clima político a tales niveles que hasta ya duda de la conveniencia de seguir adelante con su segunda reelección.

“No debe haber perpetuación del presidente”, respondió el propio Uribe el viernes en un acto público cuando un ciudadano le preguntó por su posible nueva candidatura. La relación de Guillermo Valencia Cossío, fiscal de Antioquia y hermano del recién asumido ministro del Interior Fabio Valencia Cossío, con Don Mario, uno de los paramilitar y narcotraficantes más buscados, complica el panorama político, incluyendo la permanencia del ministro que había llegado para asegurar la reforma judicial en el Congreso.

Al margen queda la alta popularidad de Uribe, cuando días pasados debió admitir que varios funcionarios de su gobierno se habían reunido tres veces con el abogado del jefe paramilitar conocido como Don Berna e intentó salir de las acusaciones con sendos ataques a la Corte Suprema de Justicia, a la que denunció por montar pruebas en su contra, y contra el Partido Liberal y el ex presidente César Gaviria, a quien le endilga el haber impedido al extradición de narcotraficantes y guerrilleros al impulsar la reforma electoral de 1991.

Para Rafael Pardo, ex ministro de Defensa y uno de los siempre presidenciables entre los liberales, “los ataques del presidente contra el liberalismo y su gobierno son parte de un plan sistemático de desestabilización y sólo tienen el propósito de convertir en político un escándalo judicial que lo envuelve cada vez más”.

El ambiente se tensó a tal grado que el vicepresidente Francisco Santos salió a pedir al gobierno y a la oposición “prudencia y bandera blanca para asegurar la responsabilidad democrática que les cabe a cada uno”. La propuesta, apoyada por empresarios, sindicalistas y Congresistas, no encontró eco en Uribe, quien se quejó: “Me da lidia quedarme callado... es mejor el debate político a las palabras lindas....”.

Los analistas se preguntan hasta dónde el espíritu de fujimorización se apoderó del uribismo, enfrentado hoy día con la Justicia, el Partido Liberal y con la oposición toda, mientras las evidencias de nexos entre los paramilitares y su gobierno son cada vez más grandes y “alteran los nervios del gobierno y no ayudan a la convivencia institucional”, señala el analista Fernando Cepeda.

Para Carlos Gaviria, líder del opositor Polo Democrático, la presencia del fiscal de la CPI, el argentino Luis Moreno Ocampo, preocupado “porque los crímenes del paramilitarismo podrían quedar impunes”, fue “lo que alteró al presidente quien se sabe cada vez más comprometido no sólo con los paras sino con el caso de la Yidispolítca” (la compra de votos en el Congreso para conseguir su reelección en el 2006).

Con Valencia Cossío al borde de la renuncia y la crispación política, no faltan quienes alrededor del presidente ya expresen dudas sobre la conveniencia de seguir adelante con el proyecto reeleccionista aún cuando los cinco millones de firmas necesarias ya están a disposición de la Justicia. “Una figura de recambio, tranquilizaría los ánimos y permitiría seguir adelante”, dijo un alto funcionario del gobierno. Uribe, por lo pronto, actúa como es su costumbre: Con un guiño a los que quieren verlo terminar en el 2010, pero advirtiendo que no se quedará callado con aquellos que le piden “prudencia, tranquilidad y transparencia democrática”.

José Vales, corresponsal, El Universal, 30 de agosto.


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