"Más que concentrarse en los Chapos o en los Beltrán, el gobierno mexicano debería estar ocupado en evitar que hijos y nietos de los grandes mafiosos sigan dentro de la delincuencia organizada”.
Habla el doctor Stefano Fumarulo, quien desde hace tres años trabaja en Italia en un nuevo programa contra el crimen, basado ya no en el despliegue policial o en el choque, sino en la reinserción laboral, en la reutilización de bienes decomisados y en la incorporación de niños y adolescentes a la lucha contra actividades ilícitas. Él la llama “prevención social”.
Ha comenzado por aplicar este nuevo modelo en la ciudad de Bari. De hecho, Fumarulo es el director de la Agencia para la Lucha No Represiva a la Criminalidad Organizada.
De visita en México para participar en conferencias y mesas redondas sobre el tema, accede a la charla con Crónica.
Su visión lo ha llevado a convertirse en asesor de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD).
“La represión no es suficiente. Se puede mandar a la calle a 30 mil policías y tener los mejores fiscales, pero si no se cambia el chip de las nuevas generaciones, a partir del trabajo con los niños, no habrá éxito”, dijo.
Los puntos básicos de su programa —el cual, asegura, ha tenido éxito en 95 por ciento— son: recuperación de menores; monitoreo de familias con antecedentes mafiosos, educación sobre la legalidad a nivel escolar y académico, y reinserción laboral de ex detenidos.
“En la batalla contra el crimen los niños no deben ser pasivos, sino protagonistas y participantes activos; son ellos mismos quienes reparten folletos en las escuelas e informan a sus compañeros sobre los destinos invariables de la criminalidad: la muerte y la cárcel”, señala.
En el esquema, los menores también reciben pláticas de ex convictos, en las que éstos les relatan la experiencia de haber sido detenidos.
“Otro de los puntos importantes es la reutilización social de los bienes confiscados. Cuando un niño está acostumbrado a ver todos los días acciones de la mafia y tener frente a su casa inmuebles donde se vende droga, ve después que esos mismos inmuebles son utilizados por ONG’s como lugares de estudio, juego, o de servicios de sanidad, le rompes el mecanismo mental, se da cuenta del cambio y eso lo entusiasma”, indicó.
Ahí, en Bari —hoy una de las ciudades más seguras de la bota itálica—, todas las casas, edificios o inmuebles asegurados al narco son donados a organizaciones y fundaciones de ayuda social.
Tampoco es efectivo, señala, el uso de implementos tecnológicos.
“Hay gobernantes que apuestan por más luces, por más cámaras, por mejores armas, pero eso sirve acaso para aumentar la percepción de seguridad de las personas, no para derrotar a la delincuencia organizada. Los instrumentos técnicos no son significativos en este tipo de guerras”.
Habla el doctor Stefano Fumarulo, quien desde hace tres años trabaja en Italia en un nuevo programa contra el crimen, basado ya no en el despliegue policial o en el choque, sino en la reinserción laboral, en la reutilización de bienes decomisados y en la incorporación de niños y adolescentes a la lucha contra actividades ilícitas. Él la llama “prevención social”.
Ha comenzado por aplicar este nuevo modelo en la ciudad de Bari. De hecho, Fumarulo es el director de la Agencia para la Lucha No Represiva a la Criminalidad Organizada.
De visita en México para participar en conferencias y mesas redondas sobre el tema, accede a la charla con Crónica.
Su visión lo ha llevado a convertirse en asesor de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD).
“La represión no es suficiente. Se puede mandar a la calle a 30 mil policías y tener los mejores fiscales, pero si no se cambia el chip de las nuevas generaciones, a partir del trabajo con los niños, no habrá éxito”, dijo.
Los puntos básicos de su programa —el cual, asegura, ha tenido éxito en 95 por ciento— son: recuperación de menores; monitoreo de familias con antecedentes mafiosos, educación sobre la legalidad a nivel escolar y académico, y reinserción laboral de ex detenidos.
“En la batalla contra el crimen los niños no deben ser pasivos, sino protagonistas y participantes activos; son ellos mismos quienes reparten folletos en las escuelas e informan a sus compañeros sobre los destinos invariables de la criminalidad: la muerte y la cárcel”, señala.
En el esquema, los menores también reciben pláticas de ex convictos, en las que éstos les relatan la experiencia de haber sido detenidos.
“Otro de los puntos importantes es la reutilización social de los bienes confiscados. Cuando un niño está acostumbrado a ver todos los días acciones de la mafia y tener frente a su casa inmuebles donde se vende droga, ve después que esos mismos inmuebles son utilizados por ONG’s como lugares de estudio, juego, o de servicios de sanidad, le rompes el mecanismo mental, se da cuenta del cambio y eso lo entusiasma”, indicó.
Ahí, en Bari —hoy una de las ciudades más seguras de la bota itálica—, todas las casas, edificios o inmuebles asegurados al narco son donados a organizaciones y fundaciones de ayuda social.
Tampoco es efectivo, señala, el uso de implementos tecnológicos.
“Hay gobernantes que apuestan por más luces, por más cámaras, por mejores armas, pero eso sirve acaso para aumentar la percepción de seguridad de las personas, no para derrotar a la delincuencia organizada. Los instrumentos técnicos no son significativos en este tipo de guerras”.
Daniel Blancas Madrigal, Crónica, 7 de septirmbre.
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