Desde Nueva York, donde el martes pronunció una conferencia sobre terrorismo en la sede de la ONU, una emocionada Betancourt aseguró no merecer tal distinción y dijo recibirla “con mucho respeto y con mucha humildad” y en nombre “de mis compañeros secuestrados”. Subrayó que quien se lo merece es “mi amada patria, Colombia, sedienta de concordia y paz”.
Desde que el pasado 2 de julio el Ejército colombiano consiguió liberarla de manos de la guerrilla durante una operación de inteligencia militar, Betancourt dedica su tiempo a lograr la liberación del resto de los secuestrados por las FARC desde París, donde está residiendo.
Aún no ha regresado a su Bogotá natal. Su familia le ha pedido que sea prudente porque como ella misma reconoció ayer: “Amo a mi país y quiero servirlo, pero la guerrilla podría estar queriendo vengarse y mi familia tiene razón al pedirme que por ahora no vaya”. “Ellos han pasado por tiempos horribles y no creo que tenga el derecho de romper todos nuestros sueños, ahora que por fin podemos estar juntos y tomarnos de la mano”, afirmó.
El premio Príncipe de Asturias de la Concordia se concede a personas o instituciones cuya labor haya contribuido de forma ejemplar y relevante al entendimiento y a la convivencia en paz entre los hombres, a la lucha contra la injusticia, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia o a la defensa de la libertad, o que haya abierto nuevos horizontes al conocimiento o se haya destacado, en la conservación y protección del patrimonio de la humanidad.
Al igual que el resto de los premios, está dotado con 50 mil euros. Íngrid Betancourt ya anunció que viajará este mes de noviembre a la ciudad asturiana de Oviedo a recogerlo.
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