Dilemas del hasta el ‘dosmilsiempre’

CARACAS.— “Nosotros queremos a Chávez hasta el dosmilsiempre”. Chavista sin cortapisas como todo el barrio 23 de Enero, Daniel Arévalo no contempla siquiera la posibilidad de una nueva derrota como en 2007. Pasó la mañana de ayer entusiasmado por el flujo de votantes y asegura que “habrá revolución para rato”.

Y es lógico, a la misma hora del primer referéndum la cantidad de playeras rojas se asemejaban a una muestra en escala del número que poblaba las colas ayer. Lisandro Pérez, más conocido como Mao en el barrio donde vota el presidente Hugo Chávez, lo explica con cierta claridad. “En aquella oportunidad nos confiamos en que ya estaba ganado. Ahora somos conscientes de que nos falta cohesión en el partido y que hay compañeros que no entendieron el compromiso con el pueblo y se dedicaron a mejorar su condición económica”.

Mao, es el líder del Movimiento Tupamaro, el que reemplazó a la policía y combate a la delincuencia entre esas 15 mil almas que habitan el barrio. Zona que estuvo en boca de Chávez, quien acusó a uno de los grupos de allí, La piedrita, de ser los presuntos autores del ataque a una sinagoga y de “pertenecer a la CIA”.

Otro dirigente vecinal al que todos conocen por Malcom, así lo asegura porque “si lo dijo el presidente así será. Él tiene información”.



Minutos más tarde, el orden en la escuela Francisco Fajardo y la zona central del barrio se ve alterado. Helicópteros, vehículos policiales y Hugo Chávez que emite su voto sin el glamour revolucionario de otras ocasiones y sin el verbo afilado de anteriores oportunidades. “Tómense un (té de) tilo y esperemos los resultados. Acá todo será en paz”.

En el barrio nadie contempla la posibilidad de una derrota, aunque todos admiten que de concretarse “sería un desastre”. Ahora, los más conspicuos dirigentes son conscientes de la manera que el comandante debería administrar la victoria. “Debería haber un reacomodo interno. Hay gente que debería salir de al lado del presidente e imprimir otro ritmo al gobierno porque lo que viene no será fácil”, agrega Arévalo.

A pocos metros de allí, Felisa Gómez, un poco confundida con tantas elecciones a cuestas, jura haber votado “por el doctor Ledesma (el opositor alcalde de Caracas)”, pero inmediatamente la corrigen y se corrige: “Por mi presidente...”. Y es que sus 102 años, excelentemente llevados, la inhiben de cualquier culpa. “Gracias a él en la misión aprendí a leer y a escribir con 97 años”, agrega agradecida. En la noche, cuando Caracas se transformaba en una fiesta, doña Felisa, llena de felicidad, también quería parecer seguir con su ejemplo hasta el dosmilsiempre.

José Vales enviado, El Universal, 16 de febrero.

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