Aunque el billete de este tren de mercancías abordado ilegalmente por inmigrantes comienza siendo gratis, su precio va engordando tramo a tramo, gracias a los sobornos y percances del trayecto hacia la frontera con EU, hasta el punto de que a veces el pago es dejar la vida en el camino.
Lo apodan La Bestia y, según cuentan los que se han subido, no podía tener un nombre mejor: “Se viaja a la intemperie, con riesgos de caerte, sol, hambre, por lugares remotos, te puede tumbar una rama de árbol, te puedes caer por sueño, te pueden bajar del tren y secuestrarte, extorsionar”.
Lo cuenta Rubén Figueroa, defensor de derechos humanos que en la última década ha trabajado desde cerca, en las vías, ayudando a las miles de personas que atraviesan cada año México, cerca de medio millón, procedentes de Centroamérica y con destino a Estados Unidos.
Y lo hace pocas horas después de que dejara las vías de Huimanguillo (Tabasco, sureste de México), donde estuvo desde que el pasado domingo un tren descarrilara con unos 300 inmigrantes a bordo, de los cuales al menos doce de ellos fallecieron.
El accidente hizo que ellos no pudieran acabar un viaje en el que, si todo va “bien” y se logran superar las adversidades, los viajeros tardarán entre 20 y 25 días en llegar a la frontera norte, en los que habrán desembolsado “como poco 15,000 pesos” (unos 1,130 dólares).
Figueroa ha realizado gran parte de su trabajo en el albergue La 72 de Tenosique, municipio en el que arranca una de las rutas que toman los inmigrantes, ya que está a unos 60 kilómetros de la frontera con Guatemala.
Desde allí salió el tren que descarriló el domingo, aunque hay otra opción similar, aún más al sur, entrar por Tapachula (Chiapas) y tomar el tren en Arriaga.
Estos dos tramos, cuyos trenes salen un día sí y otro no, son los “más tranquilos”, explicó Figueroa.
Las dos líneas se unen en Medias Aguas (Veracruz), continúan hasta el centro del país y luego vuelven a dividirse, una hacia el Pacífico, otra hacia el Golfo de México, y ahí es cuando comienza el territorio salvaje.
La ruta del Golfo es “más peligrosa”, la del Pacífico algo menos, pero “mucho más larga”, aunque las dos pasan por las rutas del trasiego de drogas y los inmigrantes se convierten en una mercancía más, víctimas y presas fáciles del crimen organizado.
Óscar, salvadoreño de 39 años, conoce todas las rutas, pues ha agarrado tantas veces el tren que ya hasta se olvidó del número. Dos veces consiguió llegar a Estados Unidos, desde donde lo deportaron, y muchas otras se quedó en el camino y regresó a su país.
Ha vivido de todo, extorsiones, fugas, y hasta una caída del tren de la que salió ileso y no corrió la suerte de muchos compañeros que mueren aplastados o sufren amputaciones.
Para él, lo peor es el sol. “Si llueve se moja uno, pero al menos viene un poco fresco y no se siente tan fatigado, pero como está el sol ahora... Soportar 14 o 16 horas de tren es duro”, contó.
También es duro enfrentarse a todas esas personas que tratan de aprovecharse de la vulnerabilidad de quienes no tienen nada y constantemente los extorsionan.
Entre ellos, asegura, están los operarios del tren, que les piden dinero para poder continuar el camino y, a veces, les amenazan con no mover las máquinas si no pagan.
Y, lo peor, las mafias o cárteles, muchas de las cuales cobran una cuota fija: cien dólares en Ixtepec (Oaxaca), cien en Tierra Blanca (Veracruz), cien en Huehuetoca (Estado de México), y así sucesivamente.
El tren está “más peligroso que antes” y por eso, a sus casi cuarenta años, ha decidido dejar de migrar, quedarse en el albergue Hermanos en el Camino de Ixtepec para buscar trabajo y poder traer a su esposa y a sus dos niños.
Quien está al mando de esta casa es el padre Alejandro Solalinde, quien considera que, más allá de si el accidente del domingo fue culpa de la lluvia o de que robaran los raíles, la “responsabilidad es del Gobierno”.
“El Legislativo había propuesto un permiso temporal de tránsito para que pudieran llegar a EU y no tuvieran que irse por los trenes, pero el Gobierno de (Felipe) Calderón negó esto”, recordó.
“Ahora los migrantes siguen como si nunca hubiera existido la ley, teniéndose que ir por rutas peligrosas, donde son presas de la delincuencia organizada”, dijo.
En opinión de este férreo defensor de inmigrantes, México no ha hecho nada por regular el paso por sus fronteras porque tiene “un compromiso” con EU, “la contención del flujo migratorio”.
Hay “una cacería de inmigrantes en todo el territorio mexicano”, aseguró Figueroa tras recordar que en este país “te puedes encontrar retenes y puntos de revisión migratoria en todo momento”.
Si los inmigrantes pudieran entrar de forma documentada al país, añadió, bajarían las ganancias de las autoridades provenientes de las extorsiones y esto no conviene, por lo que las denuncias de los defensores, muchas veces bajo amenazas de muerte, siempre quedan en papel mojado.
Comentó que aunque las autoridades pueden deportar a los inmigrantes heridos en el descarrilamiento del domingo, a estos los dejarán ir porque “son mediáticos”, pero no podrán tomar un autobús tranquilos, deberán subir otra vez a La Bestia para intentar llegar a su destino.
La Crónica, 31 de agosto.
La Bestia, un tren con boleto de alto precio que puede ser la muerte
Derechos Humanos, Migración Medios México sábado, 31 de agosto de 2013 0 comentarios
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